La educación en Cataluña, una triste trayectoria

No se acaba de entender lo que nos ha pasado. Cómo es posible que de ser pioneros en educación, en las épocas de la transición, de las Escuelas de Verano de Rosa Sensat, del aumento de centros públicos de calidad, de un profesorado animado e innovador, de recuperar la democracia en los centros, de mejorar año tras años las condiciones laborales del profesorado, de conseguir por primera vez que las clases populares accedieran a la Universidad… hemos pasado a ser los más neoliberales, los más privatizadores y los más segregadores.

Las mejoras y el entusiasmo se fueron diluyendo. Los presupuestos fueron disminuyendo al mismo ritmo que los conciertos educativos en centros privados iban aumentando, la llegada de inmigrantes asustó a las clases medias “progresistas” que fueron abandonando los centros públicos… y finalmente vino la LEC, la primera ley de educación catalana y la más neoliberal de todo el Estado: consagración de la doble red, liquidación de la democracia en los centros públicos, estimulación de la competitividad entre centros a partir de la autonomía y los distintos “proyectos educativos”, aumento de la segregación escolar… y junto a la ley, la crisis económica de 2008 recortó hasta dejar exhausta la educación pública.

Y como gran solución llegó la Fundación Bofill, que junto con La Caixa, la UOC y SR. Vatllori, planteó que todo lo que pasaba era que el profesorado no estaba preparado para las “necesidades del siglo XXI” y que por eso todo debía cambiarse. Aunque en sus propios informes (Fundación Bofill 2020) asegura que: «En general, en los últimos quince años se han producido mejoras significativas en los indicadores de promoción y permanencia en el sistema educativo), en otro apartado alertaba» del estancamiento del sistema educativo y urgía al próximo gobierno a desplegar políticas de equidad, mejorar la financiación y profundizar en el currículo competencial”.

Finalmente, de todas estas recomendaciones, el Departamento ha hecho caso, básicamente, a «profundizar el currículo competencial» y así lo ha plasmado en el borrador que ha hecho sobre el nuevo currículo que deberá implementarse a partir del próximo curso. Un borrador que no ha contentado a nadie y que ya tiene muchas críticas. Entre ellas, el llamado “enfoque competencial” que, como ya he explicado en muchas ocasiones (Rosa Cañadell, 2021) no es una metodología que proviene del campo de la pedagogía, sino una imposición del mundo empresarial a partir de la OCDE. Pero no sólo por eso, sino porque elimina Filosofía en la ESO, disminuye las horas de muchas materias y deja un 20% a la voluntad del profesorado (que, en la práctica significa de la dirección del centro). O sea, mayor desigualdad y más competitividad entre los centros.

Ahora, además, el conseller ha anunciado que las evaluaciones también van a cambiar, con una novedad que también ha provocado muchas críticas. Y es el cambio de nomenclatura, sobre todo en lo que se refiere a los suspensos de toda la vida que ahora pasarán a llamarse “en proceso de consecución”, y que todo hace pensar que es una manera no muy sutil de esconder el fracaso escolar. Pero una tiene la sensación de que es una tomadura de pelo, o al menos, un autoengaño, pues todo el mundo sabe ya que este “proceso de logro” quiere decir lo que quiere decir.

Por último, la última ocurrencia de nuestro conseller ha sido la de informar (por la prensa) del cambio en el comienzo de curso que será una semana antes de la que era habitual. O sea, el 5 de septiembre. Todo esto sin consensuar con nadie (el calendario escolar debe pasar por las mesas de negociación y por el Consejo Escolar de Cataluña) y con unas explicaciones que han acabado de hundir la credibilidad de este Departamento de educación. Es una vergüenza que cambiar cinco días en el comienzo de curso se diga que “mejorará pedagógicamente los hábitos, que mejorará la conciliación familiar y que es una medida feminista, porque son las mujeres las que cuidan a los niños”.

En definitiva, que tenemos la Comunidad educativa en pie de guerra, el profesorado enfadado y decepcionado y un futuro de educación en nuestro país que acabará con una grave degradación de la formación de nuestros jóvenes. ¡Todo un récord para un nuevo consejero!

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