Laporta se queda sin discurso y Xavi hace suyo el del Koeman

La eliminación de la Champions deja en evidencia los errores del nuevo entrenador, que ahora corre el peligro de echarle la culpa al vestuario

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, se quedó sin discurso, sin palabras, sin mensaje y sin plan después de la derrota en el Allianz Arena de Múnich. Lógico, pues tras el fichaje de Xavi, cantando y bailando en la presentación del nuevo entrenador, además de anunciar el inicio de otra década prodigiosa, en las horas previas dio rienda suelta a un entusiasmo y euforia sin precedentes. 

Interpelado por la prensa enviada al partido, Laporta no se anduvo con miramientos ni recato. “El Barça es un club que tiene una tradición, una trayectoria y queremos pasar. Es de esos partidos en que has de sacar el orgullo y se debe demostrar lo que eres. Los jugadores van a sacar el orgullo. Estoy muy confiado de que pasaremos. A pesar de que la climatología no es la más apropiada, eso no va a ser excusa para que el Barça no saque el orgullo y la dignidad», dijo. «No hay miedo. Nos lo jugamos todo y eso da respeto, pero no miedo. Estamos deseando ya que llegue el partido. A la afición les pido que estén orgullosos de ser del Barça, tenemos por delante una etapa esplendorosa”.

Con motivo, al acabar del partido que dio con el Barça en la segunda división europea, Laporta se escondió, también Rafael Yuste y por supuesto el arrogante Enric Masip, que sólo está para entrevistas amables y con licencia para insultar. Cuando debió dar la cara y explicar o justificar que el Barça hacía veinte años que no caía eliminado en la liguilla de la Champions, Laporta dejó a Xavi solo ante el peligro, también a los jugadores, que más mal que bien salieron a admitir que habían tenido un mal día, ciertamente.

Finalmente, sin embargo, a la salida del estadio una cámara de TV3 le estaba esperando, agazapada, cuando salía escoltado por su ‘camarote’. La razón y la responsabilidad le exigían dar la cara, como presidente, mientras que el cuerpo le pedía esconderse y dejar pasar la tormenta como ha hecho hasta ahora, por falta de plan, de recursos y de nuevas ideas para llenar las portadas con demasiadas hazañas que son más mediáticas, propagandísticas y estratégicas que deportivas y de verdadera gestión.

Atrapado entre su instinto, cobarde, y los empujones de sus asesores hacia la cámara, el presidente acabó hilvanando varias frases de escasa convicción y ningún contenido pidiendo que, en un momento como éste, “todo el barcelonismo reme en la misma dirección”.

O sea, nada que pudiera mejorar el silencio, doloso y martirizante, que él mismo hubiera deseado mantener después de haberse propasado en la previa del partido dando por hecho que, cuando menos, el equipo le daría guerra al Bayern y el Barça ganaría por primera vez en la historia en Múnich. Se había creído las fantasías contagiosas propaladas desde el propio vestuario por el nuevo entrenador, Xavi Hernández, también víctima de ese autoengaño, personal y mediático, focalizado en que la clave del éxito y del renacer del Barça radicaba en echar al entrenador de Bartomeu.

Un planteamiento tan primitivo, ingenuo y barato que, se suponía, se empleaba más de cara a la galería en generar y aumentar el entusiasmo, desatado, que había despertado su aterrizaje en el Camp Nou. Xavi llegó, como se anunció a bombo y platillo, con tiempo de sobras para transformar el carácter y la personalidad del equipo, con su magia, y para protagonizar la pequeña proeza de salvar la clasificación para los octavos de la Champions. 

Luego, la prensa ha sido la encargada de falsear el relato fundamentándolo todo a la capacidad e ingenio táctico de Xavi para abatir al coloso alemán, ese rival que había maltratado al Barça de Quique Setien (8-2) y al de Koeman (0-3 en el Camp Nou). 

La catástrofe, no admitida en su momento, fue empatar a cero en casa contra el Benfica, ese fue el partido clave, el estreno fatal de Xavi en una competición que le ha venido grande y que le ha marcado demasiado. Presionado por esta situación cometió otro error de calado al reservar jugadores y fuerzas de cara a Múnich, ante el Betis, encadenando dos derrotas de muy difícil recuperación.

En la Champions, el desliz es tan histórico como irrecuperable, con secuelas incluso psicológicas en el técnico de Terrassa, herido en su incipiente prestigio como entrenador porque el Bayern jugó con él, con el equipo y hasta se permitió el lujo de rematar el partido con los suplentes. 

La suficiencia de Xavi estuvo un peldaño por encima de la humildad requerida por la situación. Hasta se le fue la mano dando por hecho que su vestuario iba a morir en el intento y luchar con una intensidad superior a la normal y extraordinaria. Ni rastro de ese plus.

El Barça de hoy está limitado por los errores acumulados de una transición mal ejecutada, imposible e incompatible con el enorme poder del vestuario y rematada trágicamente con el despido de Messi de un día para otro. 

Xavi, sorprendentemente, se ha dejado llevar también por esa misma sensación de que Messi no es imprescindible. Cierto, nadie lo es. Pero Messi seguía siendo necesario para este Barça en el estertor de su ciclo y esa ha sido la principal falta de perspectiva de quienes toman las grandes decisiones, pues los resultados de Koeman se atribuyeron equivocadamente a su gestión y no al vacío dejado por Leo.

Tanto es así, que el cuento de la prensa influyó demasiado en el clamor que rodeó la llegada de Xavi y en el propio entrenador a la hora de plantearse los cambios y las estrategias. Koeman era más realista, propició situaciones de menos riesgo e intentó controlar de otra forma los partidos, principalmente porque no tenía delanteros.

Tras los repasos de Benfica, Betis y Bayern, los partidos en los que más se debía notar la buena mano de Xavi, el resultado es que Laporta no sabe qué decir y Xavi ha hecho suyo el discurso de Koeman. Del “es lo que hay” al “esta es la realidad que tenemos”. Poca o ninguna diferencia en cuanto a la aceptación del verdadero calibre del vestuario.

Koeman, con más experiencia, no reaccionó con críticas a los jugadores mientras que Xavi  ha dejado entrever la toma de medidas drásticas. No ha encajado bien que la falta de orgullo, al menos presunta, del equipo haya malherido el suyo y apagado esa luminosidad de su cartel como entrenador. El que viene es un momento aún más delicado para Xavi mientras Laporta se entrega en cuerpo y alma a luchar contra Tebas en nombre de Florentino, ganar el referéndum del Espai Barça y quitarse se encima los avales. ¿El equipo? ¿Ganar la Europa League? ¿Clasificarse para la próxima Champions? Laporta cree que para eso está el entrenador. 

Ahora Xavi conocerá esa sensación de sentirse completamente solo… aunque menos que Koeman, claro. 

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