El genio catalán

Caldes de Malavella, Caldes d’Estrac, Caldes de Boí, Caldes de Montbui… La toponimia nos habla de la riqueza de aguas termales que tenemos en Cataluña. Históricamente, desde los tiempos de los romanos y hasta nuestros días, esta abundancia de agua subterránea a altas temperaturas se ha aprovechado con fines terapéuticos y encuentra su expresión en los numerosos balnearios que hay repartidos por nuestra geografía, aunque muchos de ellos están hoy cerrados y abandonados.

Pero la geotermia tiene otra aplicación muy evidente: la producción de energía eléctrica a partir del vapor de agua o el aprovechamiento directo del agua caliente para proveer a los hogares, sin necesidad de calentarla con consumo energético (gas o electricidad). En este sentido, el Conselh Generáu d’Aran impulsa un proyecto pionero para utilizar los recursos geotérmicos del valle para climatizar el Palacio de Hielo, el instituto de Vielha y un edificio de viviendas, en colaboración con el Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña (ICIGC).

Este organismo, dependiente de la Generalitat, está desarrollando una prospección de la geotermia profunda en las cuencas del Empordà, Reus-Valls y Vallès Occidental para medir su potencia. El estudio está todavía en una fase incipiente, pero hace falta no perder de vista que esta fuente de energía, limpia y renovable, ya genera millones de kilovatios en Estados Unidos, Indonesia, Nueva Zelanda, Filipinas, Finlandia, Islandia, Kenia

En la actualidad, las plantas que aprovechan la geotermia en todo el mundo ya producen el equivalente a 14 centrales nucleares. Estados Unidos, con una potencia instalada de 3.639 Mw, está en cabeza. Un caso muy interesante es el de Kenia, donde el agua caliente del subsuelo ya suministra el 49% del consumo eléctrico del país.

La necesidad de reducir drásticamente las emisiones de CO₂ para luchar contra el calentamiento climático no admite más demoras y hacen falta soluciones urgentes, como acaba de ratificar la COP26 de Glasgow. La propuesta de construir nuevas centrales nucleares, como ha anunciado el presidente francés Emmanuel Macron, es una temeridad.

La energía atómica es muy peligrosa, como han puesto en evidencia los accidentes de Chernóbil y Fukushima. Cataluña estuvo a punto de desaparecer en 1989 a causa del incendio de la central nuclear de Vandellòs I. Además, está el problema insoluble de los residuos radiactivos, que contaminan durante miles de años.

No solo la geotermia es una alternativa a explorar y a poner en marcha. En los ríos de Cataluña hay un total de 19 embalses, con una capacidad de almacenamiento de 2.700 hectómetros cúbicos. Esta es una extraordinaria reserva para la producción de electricidad, si se implementara el sistema de bombeo hidroeléctrico, como el que ya hay en la Vall Fosca (complejo Estany Gento-Sallente).

La electricidad producida por la caída del agua se aprovecha, durante las horas de menos demanda, para bombearla y volverla a subir al embalse, creando un “circuito cerrado”. La creación de más centrales hidroeléctricas reversibles cubriría una gran parte de la energía que necesita Cataluña para poder funcionar.

El problema es que muchas de las concesiones hidráulicas que hay en los ríos catalanes ya están caducadas y el resto lo serán en los próximos años. En este contexto, las empresas eléctricas que explotan los embalses hacen números y consideran que no les sale a cuenta hacer las inversiones que necesita la implementación del sistema de bombeo reversible.

Si tuviéramos una Generalitat inteligente y valiente procedería al rescate inmediato de las concesiones hidroeléctricas caducadas –en especial, las del Noguera Pallaresa- e impulsaría la construcción de estos “ciclos cerrados” de agua. También exigiría que Endesa ejecutara, sin más dilaciones, el bombeo en los embalses de Sau-Susqueda, en el río Ter, que generaría unos 100 Mw suplementarios.

La descarbonización no quiere decir solo grandes parques eólicos y campos solares, que provocan fuertes impactos paisajísticos, agravios y conflictos territoriales. Pueden formar parte del “mix” de energías renovables, pero es una irresponsabilidad cargar toda la estrategia catalana de la lucha contra el cambio climático sobre estas dos tecnologías.

La geotermia y las centrales hidroeléctricas reversibles son dos fuentes de energía que tenemos a mano, pero que necesitan un importante compromiso y un decidido impulso de las administraciones para poder ser desarrolladas. En este sentido, tiene plena lógica la creación de una empresa pública de electricidad, como propone la CUP.

Los catalanes, si nos lo proponemos, somos capaces de lograr grandes hitos. Lo hemos demostrado con la Asamblea de Cataluña –que ahora ha conmemorado su 50 aniversario-, con la exitosa celebración de los Juegos Olímpicos del 1992 o con la organización del referéndum del 1-O, por poner tres ejemplos muy diferentes, pero paradigmáticos de esta capacidad de colaboración y de movilización.

Ahora nos toca afrontar el reto de la transición energética y lo tenemos que resolver con inteligencia, decisión y rapidez. Hace falta que los municipios y los vecinos se autoorganicen para crear comunidades de producción eléctrica de proximidad, en línea con la propuesta que hace la consejera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, Teresa Jordà. Pero hace falta, sobre todo, que la Generalitat y las administraciones se pongan el “chip” y emprendan iniciativas energéticas coherentes, muy bien explicadas y consensuadas.

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