España quiere lo que queremos los catalanes

Nuestros inefables “indepes” dicen una y otra vez que no se sienten españoles. Están en su derecho y nadie puede impedirles ese u otros sentimientos. No sentirse español es un derecho como puede serlo sentirse barcelonés o de Huercal-Overa (Almería) viviendo en el corazón del Empordà. Pero el quid de la cuestión es que cuando los “indepes” expresan ese sentimiento, están reconociendo de alguna manera que son o se les considera españoles. No tendría ningún sentido que dijeran que no se sienten coreanos, lapones o escoceses. A todo esto, hay que añadir que nadie niega que seamos catalanes, por tanto ¿qué problema hay en ser y sentirnos catalanes y españoles?

De hecho, hay muchos motivos para avergonzarse o no estar orgulloso de ser español, pero también hay muchos para no estar orgulloso de ser catalán, francés, británico, alemán, etc. Esos motivos suelen ser cuestiones preocupantes o indignantes, pero siempre de carácter general, nunca están ligadas unívocamente a ninguna nacionalidad, son, diría yo, rasgos negativos que de hecho pueden darse en todas las sociedades y personas. Por ejemplo, me avergüenzo de que no avancemos (o aún peor que vivamos una regresión) de los derechos de expresión, el derecho a disponer de nuestros cuerpos libremente (aborto y eutanasia, por ejemplo) y otras libertades que habitualmente la derecha española y catalana no reconocen. Yo personalmente (y no creo que sea el único) me avergüenzo de los escándalos de la Casa del Rey, de los de la familia Pujol, de las mentiras y falsedades de los “indepes” y las imposiciones de todos los grupos violentos que campan por España y Cataluña.

Pero tener la “republiqueta” catalana independiente ¿podrá arreglarlo o empeorarlo? ¿No sería mucho más coherente y efectivo pasearse “por las Españas”? (¡Digo las Españas porque los “indepes” nos venden que sólo hay una única y uniforme España!). Si lo hicieran, podrían escuchar, ver y darse cuenta de que en España hay millones de personas que están hartos de lo que nosotros también nos quejamos. ¡Cómo si los únicos con motivos de queja fuésemos los catalanes! Por un lado, los independentistas radicales se muestran descaradamente supremacistas y por el otro se quejan de lo mismo que todos los pueblos de España. Hay que decir claramente que en Cataluña somos normales y tenemos los mismos problemas que el resto de España. Hay que viajar y ver que por toda España hay pueblos, ciudades y calles aseadas y otras que no lo están. Que hay instituciones y empresas que funcionan y otras que no mucho y que existe una rica y diversa vida cultural y social. Ver y palpar todo esto, mostraría a los independentistas radicales que todo lo bueno en España no lo han pagado los catalanes, ni que lo malo no es debido únicamente a la mala acción de Madrid. Por toda España hay problemas como los que tenemos en Cataluña y resolverlos es difícil pues la derecha recalcitrante de aquí y de allí no lo ponen fácil. Francamente, no me imagino a la gente del antiguo reino de León o de Navarra pidiendo la independencia como solución de sus problemas. Por cierto, en León y Navarra sí que tuvieron un auténtico reino con reyes a todos los efectos. En Cataluña nunca tuvimos un rey por el simple motivo de que no nos poníamos de acuerdo, salvo cuando acordamos votar por la casa de Trastámara, que fue el origen de la corona de Aragón. Finalmente tuvimos un “Rey”, Fernando el Católico, legalmente constituido y que nos representaba territorial y culturalmente. Junto a Isabel de Castilla consiguió lo que nunca los condes catalanes (o mejor dicho de Barcelona) fueron capaces de conseguir: unión, poder político y proyección y reconocimiento internacional.

Rehacer Cataluña, es un trabajo arduo, no sólo porque habrá que luchar contra la derecha española que es furibundamente contraria, sino porque, además, estamos peleados entre nosotros y no podemos evitar dar continuamente patadas a quien nos quiere ayudar. Es humano llegar al convencimiento de que la solución a los problemas de Cataluña es hacerse independentista y pensar que cada uno se las arregle como pueda. Obviamente, no es una solución ni eficaz ni inteligente pues la mejor manera de arreglar problemas comunes es con la cooperación. Los conflictos no se resuelven con pensamientos mágicos por muy bellos que sean, se resuelven con el trabajo inteligente y cooperativo.

Susana Alonso

Llegados este punto y dada la circunstancia de que la independencia no se vislumbra en el horizonte, quizá haríamos bien en resucitar la idea de una Catalunya que contribuyera decididamente a que apoyando a España levantáramos el vuelo juntos. Sería reanudar el camino de los políticos que desde Cambó hasta Roca Junyent han defendido la idea de que el futuro y la vocación de Cataluña es contribuir a la gobernación y progreso de España. ¿Cuándo podremos volver a tener una generación de políticos catalanes que, con sentido de Estado y planteamientos europeístas, pongan a Catalunya y España en el camino de la prosperidad y reconocimiento internacional que todos queremos?

Decidir el futuro de una nación es un proceso muy complejo y delicado. Requiere debatir serenamente, conocimiento profundo de los pros y contras de cada opción y finalmente consensuar honesta y lealmente: justo lo que hasta ahora se nos está negando.

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