Soy de los que creen que las palabras pueden ser insultantes o cordiales en función de cómo las utilicemos. Cuando Jair Domínguez grita ‘puta España’ en TV3 está insultando. Cuando le dicen a un alumno que ha hecho un examen ‘de puta madre’ lo están felicitando. A un amigo le puedes llamar ‘negro’ o ‘paki’ con naturalidad o respeto. Todo lo contrario cuando en una pelea en la calle oyes bramar ‘negro o paki de mierda’.
Estos calificativos dan lugar a generalizaciones absurdas. Como la de considerar ‘negras’ personas que tienen la piel un poco más oscura que los ‘blancos’ pero que quedan muy lejos de la negritud absoluta. A los españoles que se instalaron en Argentina tras la guerra civil solían ponerlos a todos en el saco de los ‘gallegos’, fueran catalanes, murcianos o vascos. Con los ‘pakis’ pasa lo mismo. Vamos al ‘pali ‘a comprar pan, leche o lo que nos haga falta pero si preguntamos a las personas que nos atienden descubriremos que hay muchos que han nacido en Bangladesh o la India.
Los ‘pakis’ me facilitaron la vida -a mí y seguro que a mucha más gente- en los días duros de la pandemia cuando mantenían abiertos sus supermercados y podía ir a ellos a casi cualquier hora. No eran los más cumplidores con las normas de llevar la mascarilla bien puesta o tener a mano el gel hidroalcohólico pero hicieron un servicio ciudadano extraordinario.
Como soy curioso por naturaleza me gusta conversar con los dependientes y conocer detalles de su trayectoria personal y aspiraciones. Así descubro estos datos sobre su nacionalidad y otras cuestiones personales. Las dificultades que tienen con el idioma y su tendencia a ser reservados no ayudan, sin embargo, a adentrarse en sus vidas.
En uno de esos ‘pakis’ me contaban los chicos que trabajan allí que temen la salida de los estudiantes del instituto que tienen cerca porque a menudo intentan robarles algún producto. Me los imagino intentando evitar que estos muchachos maleducados, que no tienen ninguna necesidad de robar, se lleven una cocacola o una tableta de chocolate. También los compadezco cuando algún cliente gruñón, bebido o problemático les monta una escandalera.
Este viernes 8 de octubre, uno de esos ‘pakis’ ha muerto por las cuchilladas que le propinaron unos ladrones que habían robado una botella de ron en su tienda. Los persiguió para recuperarla y perdió la vida. Pasó en Rubí. No lo conocía, claro está. Pero podría haber sido alguno de mis amigos ‘pakis’ del barrio.
¡Descanse en paz!
سکون سے آرام کرو