Laporta le ofrece a Ronald Koeman una renovación con trampa

Ha filtrado a la prensa que el entrenador seguirá si se cumplen sus caprichos para presionarlo cuando más apoyo necesita

El entrenador del Barça, Ronald Koeman

La paciencia y la resistencia de Ronald Koeman parecen convertirle en alguien capaz de aguantar una de las situaciones más estresantes y peliagudas a las que ha tenido que hacer frente un entrenador del Barça que, en su caso, no cuenta con prácticamente ningún apoyo en la junta directiva, siendo incluso dudosa la del presidente Joan Laporta. Las próximas semanas serán críticas para él, surrealistas, ya que desde la propia junta se están filtrando a la prensa informaciones tan contradictorias y desconcertantes que sólo pueden obedecer a una oculta y conspirativa voluntad de volver loco al entrenador holandés.

La propia prensa, cómplice de ese relato sin pies ni cabeza, lo explica como sale del club. Por un lado, se habla de renovarlo para que el vestuario sepa que la junta confía en él, pero de renovarlo sólo si se dan una serie de condiciones, como que el equipo juegue al 4-3-3, que los resultados sean satisfactorios y que, lo más alucinante, Koeman cuente más con Riqui Puig y le dé confianza a Samuel Umtiti. Parece una broma de mal gusto.

La pregunta es si ese mensaje rocambolesco no se lo puede dar el propio presidente a Koeman o a través de Ramon Planas o de Mateu Alemany. ¿Acaso no se han planificado las altas y las bajas de forma alineada con el entrenador? La sensación es que aquí cada cual ha ido por libre, el primero el propio presidente que, con Gerard Piqué, han apalabrado la continuidad de Umtiti mientras que Koeman, por su parte, no ha cambiado ni su valoración sobre Riqui Puig, otro protegido de Laporta, ni piensa jugar de otro modo que no sea colocando a los jugadores de la forma que, en su opinión, mejor van a rendir.

El cinismo del presidente alcanza para envolver su propia campaña de desprestigio y de generación de presión externa sobre Koeman, especialmente mediática, alimentando a la prensa con el cuento de que lo renovará si se dan determinadas condiciones. Está claro que, como ocurrió el año pasado después de ganar la Copa, a Laporta le entran todas las dudas sobre hasta cuándo mantener a Koeman, con el que está bastante claro que ni comulga ni se entiende. Le fue útil como paraguas hasta final de temporada pero le dio miedo que ganara la Liga, un vértigo que, según bastantes fuentes confirman, se tradujo en un apoyo frío por no decir que casi adverso de cara al vestuario y una reacción del todo anómala cuando el equipo, después de una gran remontada, tuvo la Liga a tiro.

Laporta sigue en las mismas, sin saber si subir o bajar las escaleras. Ahora, sin embargo, ya sabe que las expectativas del equipo no son las que debería tener con Messi y Griezmann, por ejemplo, de modo que no le preocupa cargarse de razones para prescindir de Koeman, sea porque el propio Ronald tensa la cuerda o porque el equipo no juega todo lo bien que debería.

Lo que está claro es que mientras Koeman ocupe el banquillo será el entrenador de Bartomeu y, por tanto, una pieza fácil de cambiar justificadamente. Todo el mundo lo entendería si, como ya ha hecho en el balonmano, el fútbol sala y el Femenino, le ha cortado la cabeza a los entrenadores que ganaron la Liga, como mínimo, la temporada anterior. En las secciones se la ha jugado. En el primer equipo no ha tenido suficiente valor, ha actuado con más estrategia, cautela y miedo que otra cosa, a la espera de un escenario que ahora ya contempla con más claridad. Si cambia de entrenador dentro de un mes porque las cosas no ruedan, siempre tendrá la excusa de que ya era tarde para rectificar las cosas.

Un escenario que, desde luego, no es ni mejor ni peor, el mismo, en el que viven el Real Madrid o el Atlético de Madrid, ganando como pueden en partidos que, cuando se complican un poco, se vuelven imposibles. Si fuera por juego, habría que echarlos a los tres, a Koeman, a Ancelotti y a Simeone.

La única razón por la que el entrenador de Josep Maria Bartomeu no fue despedido al final del curso pasado hay que encontrarla en la determinación y carácter del técnico que, cuando Laporta le planteó salir, le replicó con un argumento irrebatible: él era el único que se atrevía a entrenar a un Barça con Messi y también sin Messi, una firmeza y valentía que el presidente no percibió en los otros dos candidatos, Xavi Hernández, un personaje más pusilánime de lo que muchos creen, y Jordi Cruyff, que desde luego no puede entrar en un vestuario donde hay jugadores como Piqué, Busquets, Jordi Alba o el propio Messi, que todavía estaba cuando se entablaron conversaciones, con más Copas de Europa que las que su propio padre, Johan, había ganado. No era en aquel momento, ni tampoco ahora, un vestuario fácil.

Contra todo pronóstico, Joan Laporta decidió mantener a Koeman como una de esas soluciones tan típicas y frívolas suyas: que se quede hasta que los resultados y la coyuntura justifiquen un relevo por otro entrenador que, entonces sí, ha de llegar para salvar los muebles, pero ya sin la responsabilidad y la exigencia de devolver al Barça a esa réplica del equipo de hace una década, imparable y dominador del fútbol mundial.

Esa era la jugada, pues Laporta ya sabía entonces que la continuidad de Messi estaba complicada y que probablemente no sólo habría de prescindir de Leo sino de aplicar recortes y de fichar descartes del Sevilla, como Luuk de Jong, para contentar al entrenador, que pedía un ‘nueve’, visto el estado decadente de Kun Agüero.

Ha bastado una mala segunda parte contra el Getafe y un empate en San Mamés para que el presunto crédito otorgado a la continuidad de Koeman haya decaído en un entorno presidencial que está deseando darle la alternativa a Jordi Cruyff. El hijo de Johan fue contratado sólo para entrenar en el Camp Nou, como cada vez está más claro, después de que se haya cerrado, o casi, la plantilla, a la espera de que Koeman se ponga la soga en el cuello.

Jordi Cruyff ya no está en el área de las decisiones técnicas para que no tenga responsabilidad alguna en la planificación y así, cuando llegue su momento, nadie pueda atribuirle la paternidad de la plantilla. Con las noticias de una posible renovación de Koeman su futuro nunca ha peligrado tanto.

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