El vestuario del primer equipo ha quedado tocado, sobre todo en su relación con el presidente. La frialdad con que Leo Messi se despidió de Joan Laporta fue una muestra evidente de desconfianza y de decepción que la plantilla pudo comprobar.
No fue casualidad que Messi despidiera solo. Hasta ahora, todos los futbolistas que se habían querido despedir con un acto protocolario a su gusto lo habían hecho, como Iniesta, Xavi o el mismo Luis Suárez, con el presidente del club a su lado, en este caso con Josep Maria Bartomeu, en la época de la difícil -aún pendiente y tan temida- transición del mejor equipo de fútbol de todos los tiempos.
Inevitablemente, cada vez que uno de los grandes se ha ido los barcelonistas han llorado por dentro y por fuera. En esta foto, aunque dolorosa y triste, siempre había estado el presidente del FC Barcelona como era, por otra parte, institucionalmente necesario.
Leo Messi no quiso a nadie en la foto que no fueran jugadores, ex-compañeros y personal del club de su plena confianza, gente del vestuario. Hasta el extremo de que el propio departamento de comunicación del club se vio desplazado por expreso deseo de Leo, que exigió la coordinación del anterior responsable de prensa del primer equipo, José Manuel Lázaro.
Tampoco asistió el padre de Leo, Jorge Messi, que se las tuvo con Rafael Yuste y con el propio Laporta tras comprobar que había sido la víctima de un juego de intereses y que, en el fondo, el interés de Joan Laporta a renovarlo había sido sobre todo electoral. Posteriormente, cuando ha visto que había problemas de verdad no ha podido hacerles frente. Problemas que se sabían cuando comenzó la campaña, voluntariamente ignorados por un presidente que tampoco ha estado en la foto final, desplazado por el propio Messi.
