Los ‘otros bots’, ignorados en una guerra perdida

Carlos Ibáñez declaró, sin ningún eco mediático, que detectó cuentas contra Bartomeu vinculadas a Víctor Font, Joan Laporta y Jaume Roures

Carlos Ibáñez, socio fundador de I3 Ventures

De las declaraciones de Carlos Ibáñez, el propietario de la empresa proveedora de servicios de análisis digital del FC Barcelona de los últimos años de Josep Maria Bartomeu, el foco mediático sigue puesto en esas cuentas presuntamente diseñadas contra determinados personajes enemigos de la directiva, causantes del más resonante y amplificado fenómeno periodístico de los últimos dos años, conocido como Barçagate.

Ibáñez, sin embargo, se refirió en un momento dado a que sus empresas detectaron la existencia de ‘bots’ en las redes sociales vinculados a tres personajes del entorno blaugrana: Víctor Font, Joan Laporta y el fundador de Mediapro, Jaume Roures, que, según explicó Carlos Ibáñez, se dedicaban a atacar a Josep Maria Bartomeu.

No aportó más detalles ni se le realizaron más preguntas. Pero no hace falta ser un especialista en el rastreo del entorno azulgrana de las redes para identificar una serie de cuentas, históricas, que desde el origen de la era digital, básicamente por twitter, han tenido y tienen en el centro de mira de su animadversión a dos personajes principales del teatro barcelonista, los ex-presidentes del club Sandro Rosell y Josep María Bartomeu, sin olvidar tampoco a los pocos periodistas y a la reducida prensa que defendía y consideraba responsable y acertada la gestión de ambos, al menos hasta los dos últimos años de Bartomeu.

La presión crítica pertinaz, crónica y aguda soportada desde el entorno digital contra Rosell, Bartomeu y su teórico entorno ha sido enorme, la pauta dominante de la última década, con un 99% de las cuentas de twitter atacando directamente y por alusiones a los gobernantes del club.

También se apreció un incremento de esta ola adversa, negativista y personalizada en clave barcelonista a partir de que los ‘bots’ se convirtieron en un recurso multiplicador eficaz de esta ofensiva.

Existen evidencias de esta otra realidad como cuando, por ejemplo, en las elecciones de 2015, incluso en el mismo día de las elecciones ganadas por Bartomeu, su principal rival, Joan Laporta, se creía ganador porque la candidatura de Bartomeu no existía en las redes, no constaba y apenas tenía una presencia residual, inapreciable. Cuando los resultados proclamaron la victoria clara e inapelable de Josep Maria Bartomeu, el disgusto de Laporta y de su equipo se tradujo en su gesto inadmisible y maleducado de salir corriendo, dando un portazo sin felicitar al ganador ni aceptar el juego democrático.

Fue aquel momento en el que bajo el mensaje ‘No surrender’, se prometió a sí mismo controlar sobre todo, el entorno político, mediático y social además del mundo digital barcelonista que ya dominaba completamente.

Aunque la justicia realizará su trabajo, primero de instrucción y luego judicial si encuentra suficientes indicios, el monopolio laportista de las redes sociales es del 99% respecto a la presencia y notoriedad, irrelevante por no decir ninguna, que hayan podido tener Bartomeu o Rosell ni siquiera generando, como se le quiere acusar, a través de I3Venture, cuatro o cinco cuentas presuntamente contra algunos personajes del entorno.

No deja de ser paradójica la relación tan desequilibrada en unas redes sociales que transpiraban y transpiran laportismo por todas partes, desbordante aún más gracias al ruido mediático del Barçagate, un caso que sobre todo en la órbita digital, cada vez más influyente socialmente, se basa en la presunta existencia de esas cuentas que, según las estadísticas, pasarían desapercibidas por su ínfimo volumen y seguidores. Vendría a ser como un huracán periodístico de categoría cinco provocada por el soplo de un niño apenas suficiente para apagar una vela.

La conclusión es que nunca se ha planteado ninguna batalla en las redes sociales desde que, en sus orígenes, se convirtieron en el refugio, cuartel general y centro de las operaciones propagandísticas de la oposición a Sandro Rosell, acosado desde las filas y el poderoso entorno y organización desarrollados alrededor de Joan Laporta, especialmente tras cumplir su mandato y dejar el club en los huesos.

Los ataques a Rosell y a Bartomeu desde 2010, orquestados desde cuentas con y sin identidad, han representado el prácticamente el 100% del ruido barcelonista en las redes sin que, desde el otro lado, haya existido la menor oposición ni capacidad operativa para replicar o plantar cara.

Incluso la dudosa oportunidad e iniciativa personal de Carlos Ibáñez, según su versión para comprobar el grado de respuestas de los ‘otros bots’, resulta comparativamente ridícula, aunque la impresión mediática y el mensaje que las propias redes envían parezcan completamente lo contrario.

Esa es, indiscutiblemente, la principal habilidad del aparato laportista digital, el de parecer la víctima de una conspiración a una escala sin precedentes. Es el triunfo de lo ilusorio sobre esa imagen virtual que, sobre todo en twitter, nada tiene que ver con la realidad.

A propósito de esta locura en la que se ha convertido twitter, el escritor y periodista John Carlin proponía verificar y demostrar la identidad de quienes opinan y escriben en twitter: “Así, de golpe, se eliminaría un altísimo porcentaje de la mierda que prolifera hoy por internet. La gran mayoría de los cobardes que se refugian en el anonimato se callarían. Los audaces más tontos se sabría quiénes son. Harían el ridículo frente a sus familiares y vecinos, recibirían el oprobio de la sociedad y, en casos de incitación extrema al odio, se las tendrían que ver con la ley”.

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