La voracidad financiera. Abrir espacios comunes de resistencia (3)

Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas…

                                                                                                      Tolkien

 

Parafraseando al Tolkien del “Señor de los anillos”. Hoy nos dirigimos aceleradamente hacia un mundo regido por el poder tiránico de la plutocracia global del dinero, que gobierna con mano de hierro haciendas y vidas, aquél que, en continua expansión, domina, esclaviza y al mismo tiempo desnaturaliza todo lo que envuelve. Las finanzas constituyen un anillo de poder para dominar al resto de anillos económicos y atarlos a su destino.

La falta de límite al derecho negativo a la propiedad incentiva a los grandes actores económicos a mantener una carrera competitiva sin límites y escasos obstáculos regulatorios por hacerse con todo soporte o recurso económico y en esa carrera los grandes poderes financieros están acaparando los resortes económicos del mundo de la vida.

Una mayoría de riesgos económicos, ecológicos y sociales cotidianos en la actualidad vienen de la mano de la codicia extractiva y depredadora de las finanzas globales: La preocupante escalada de la deuda soberana y privada y la presión de los acreedores sobre los estados;  La acaparación, por los grandes gestores de fondos ubicados en la sombra,  de acciones de las grandes corporaciones; la creciente concentración oligopólica bancaria a nivel internacional; los excesos de titulización y la exultante especulación con todo tipo de activos; la opacidad, los negocios offshore y la evasión y elusión fiscal; la adquisición de fondos buitre de la deuda de los países o, junto a las socimi, de grandes parques de vivienda privada y social; la adquisición de empresas por los “private equity” o grandes fondos de capital riesgo, con el propósito de “sanearlas”, desguazarlas o fraccionarlas y obtener beneficio del proceso y de su venta; la gestión financiera global de los fondos de pensiones; el dominio sobre los medios de comunicación a través de su accionariado; la creciente implantación de los fondos  en el sector sanitario y de servicios; la perseverante inversión financiera en la extracción de combustibles fósiles; la compra y acumulación de tierras y grandes reservas de agua por fondos soberanos y privados; el dominio comercial de grandes marcas, distribuidores globales y grandes superficies, que pone en situación crítica al comercio de proximidad; la presión corporativa para reducir los derechos sociales y laborales…etc, constituyen una buena muestra de la codicia financiera. Son procesos que generan gran acumulación de riqueza en pocas manos, creciente desigualdad y degradación económica, ecológica y social.

La obsesión de los poderes financieros por acumular dinero y, a través de él poder para seguir acumulando más dinero, no tiene con el capitalismo límite ni cortapisa, está impresa en los resortes que mueven la estructura sistémica y es el motivo del crecimiento continuo de las desigualdades que socavan las sociedades en países con democracia formal. Fue el mismo Presidente Roosevelt quien, en su discurso de toma de posesión en 1937, manifestó que una codicia excesiva no era solo moralmente reprobable, sino también era nociva para la economía. Mientras los diferentes gobiernos no realicen un giro radical en sus políticas y adopten medidas para limitar la propiedad y el poder que la oligarquía financiera ejerce sobre las economías, seguirán creciendo las desigualdades y la ingobernabilidad. Los gobiernos no están hoy a la altura de los requerimientos democráticos orientados al bien común.

A la injusta distribución de la riqueza del capitalismo, el capitalismo financiero añade su compulsión enfermiza al beneficio especulativo inmediato, con una gran ineficiencia en la distribución de los recursos y gran descontrol y poniendo en grave desequilibrio y riesgo las economías. Se generan burbujas financieras y crisis recurrentes que implosionan sobre las sociedades, que acaban pagando la factura de estas crisis debidas a la falta de regulación sistémica. En la base que nutre esta situación está la existencia de un entramado internacional de poderosos intereses financieros, económicos y políticos que se resisten a la mínima regulación del sistema, pasando de cualquier consideración orientada al interés general. ¡Es el sistema amigos!

El dominio de las finanzas es pues un “hecho total” que afecta hoy, en mayor o menor grado, a todas las facetas de la vida, creando todo tipo de riesgos sociales y ecológicos e imponiéndose a los gobiernos y a la democracia. Hemos de preguntarnos necesariamente si como sociedad vamos a seguir asumiendo en adelante los costes de esta tiranía de los mercados globales, con cáscara democrática, o si por el contrario vamos a organizar la resistencia y construiremos colectivamente respuestas necesarias para fortalecer y disponer de una auténtica democracia.

Dentro del reto de esta resistencia democrática contra el denominado 1% caben y habría que reunir un amplio consenso de fuerzas sociales y políticas diversas. Lo primero que es necesario consensuar es que hay que comenzar un largo, pero inaplazable proceso para reconquistar la democracia, entendida, en una primera fase, como la capacidad de los países, o unión de países, de autogobernarse sin estar sometidas a poderes políticos o económicos no democráticos. Pero este reto, en el contexto de la globalización actual, no puede ser estrictamente nacional, menos en la Unión Europea. Significa un reto que trasciende las fronteras nacionales y en el que habrían de comprometerse un conjunto de fuerzas antineoliberales: políticas, sindicales y movimientos altermundistas diversos. Una amplia “Comunidad del anillo”, capaz de enfrentarse al Señorío oscuro de las finanzas.

Europa está tensionada por dos fuerzas sistémicas una de raíz liberal, otra la de los populismos crecientes de extrema derecha y la izquierda heredera de la Ilustración se va disolviendo, como sujeto de cambio, por falta de proyecto. Perdida en cien luchas parciales e incapaz de generar un relato edificante e ilusionante. Desprestigiados y obsoletos los referentes históricos políticos y sindicales, la multiplicidad de luchas reactivas se pierden en la inoperancia de tener que afrontar continuamente problemas sociales concretos que estallan un día sí y otro también. Ante ello el discurso de la sociedad reactiva es la lucha en sí, pero fragmentada, sin estrategia, sin cuestionamiento unitario profundo del propio sistema.

Es ahora, cuando los riesgos a los que se enfrentan las sociedades adquieren diversidad y proporciones alarmantes, cuando se manifiesta absolutamente necesario desprenderse de aquellas mochilas ideológicas de la izquierda que no tienen en cuenta el actual contexto histórico marcado por la globalización financiera, en que las oligarquías transfronterizas dominan las reglas del juego económico y político en nuestras vigiladas democracias, tableros de juego bajo su dominio.

Quizá sea hora de volver la vista atrás y reflexionar sobre tantas batallas perdidas por la Ilustración, por la Modernidad, por los ideales republicanos, por aquellas ideas universales que nos interrogan como especie, por los derechos humanos, por las utopías de los siglos XIX y XX. Todo ello necesario para afrontar colectivamente la actual distopía. Aunque supongo que habrá que desvestirse de muchos prejuicios sectarios, fragmentaciones ineficaces y en algunas ocasiones narcisistas, doctrinas o formas organizativas obsoletas cuyo objetivo cotidiano es justificarse. Es apremiante organizar conjuntamente foros y espacios de encuentro, reflexión y debate para ir construyendo discurso y herramientas proactivas de lucha, más allá de la reactividad fragmentaria al uso.

Es patente que el sentimiento de comunidad y los valores republicanos han sido corroídos por cuatro jinetes del apocalipsis sistémico: el individualismo, la competencia, el consumismo y la tecnocracia. ¿Podremos construir colectivamente una nueva utopía, asentada en la fuerza de un sujeto plural y diverso de cambio?

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