Pensando en el futuro

La pandemia ha puesto en evidencia las muchas disfunciones de la sociedad, lo que, junto con los efectos de la crisis de la Covid-19, está configurando un nuevo modelo de sociedad. La realidad y las nuevas dinámicas irán marcando el camino, aunque no será muy sencillo y que se avanzará con fuertes vaivenes.

Estamos viviendo una situación dura. Muchos destrozos, sufrimiento y situaciones desconcertantes. Estamos descubriendo que la globalización extrema nos ha llevado al desabastecimiento de bienes esenciales cuando más los necesitábamos. El material sanitario que urgía para controlar la epidemia, mascarillas, kits de protección, respiradores o antibióticos, se producían sólo en China y no había suficiente producción para todos.

Cuando por frenar la Covid-19 era urgente disponer de vacunas, la UE y los países miembros no tuvieron capacidad de reacción. China, EEUU, Rusia y Gran Bretaña tenían una industria farmacéutica que podía dar respuesta. La avanzada industria farmacéutica europea, no. La Comisión Europea tuvo que comprar millones de vacunas y firmó, y pagó por anticipado, contratos millonarios con las farmacéuticas BioNTech-Pfizer, Moderna y Astra-Zeneca. Estas grandes empresas se comportaron con prepotencia y con mucha irresponsabilidad. No cumplieron los plazos de entregas de las vacunas que habían pactado e hicieron imposible que los países de la UE cumplieran el calendario de vacunación que tenían previsto.

Esta situación no se puede volver a repetir. Si se desea más seguridad de disponer de los bienes esenciales, deberán tomarse medidas. No se trata sólo de evitar carencias en productos sanitarios, sino que también tenemos que garantizar la seguridad alimentaria, los sistemas de comunicaciones, la capacidad digital esencial o la protección medioambiental, por mencionar algunos ámbitos.

El confinamiento por la pandemia ha encerrado mucha gente en su casa. El teletrabajo, las clases digitales, el ocio o las videoconferencias han generado una demanda espectacular de ordenadores y periféricos y han llevado al colapso del suministro de semiconductores. Los fabricantes, que básicamente producen en Taiwán, Japón y Corea del Sur, han dejado sin suministros muchos sectores industriales. General Motors, Volkswagen, Renault o Toyota han tenido que parar la producción. Sony ha dejado de producir su consola PlayStation.

La UE ha constatado que en una situación de emergencia no tenía stocks ni capacidad productiva para atender las necesidades urgentes. Ahora vuelve a valorar la importancia de tener industria en suelo europeo como factor de seguridad de suministros, pero también como fuente de innovación, creación de empleo de calidad, demanda de servicios cualificados y oportunidad para diversificar hacia sectores de futuro.

En el campo agrícola y de la alimentación se ve la necesidad de introducir cambios a fondo. Se quiere que prevalezca la seguridad de disponer de los alimentos básicos y garantizar su diversidad junto con el respeto ecológico. Se trata, por ejemplo, de poder aplicar las agrobiotecnologías, eliminando gradualmente pesticidas y sustituyendo productos químicos por productos naturales. En resumen, aumentar la producción de productos naturales de proximidad y reducir las importaciones.

La política de la globalización sin límite ha entrado en crisis. El objetivo de costes bajos a cualquier precio muestra sus límites. Este cambio de valores supone transformación, nos lleva hacia un multilateralismo condicionado por un cierto proteccionismo nacionalista y por la sostenibilidad.

Ante tantas incertidumbres, retos y cambios que traerá la pandemia, la UE está organizando una Conferencia sobre el Futuro de Europa, donde se revisarán los valores, los objetivos y las estrategias a seguir. Se analizarán, entre otras, las potencialidades y debilidades existentes y la necesidad de garantizar la seguridad, la calidad, y la disponibilidad de los productos vitales para los ciudadanos.

La Comisión Europea ya ha acordado hacer un plan Marshall. Ha decidido invertir 750.000 millones de euros para paliar los desastres de la pandemia e impulsar en los países de la Unión inversiones en los sectores estratégicos de futuro. Son pasos que permitirán avanzar hacia la integración de la UE, integración imprescindible en el contexto sociopolítico global actual.

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