Las prisas de Salvador

El anuncio de suspensión electoral cogió a contrapié al PSC. No es extraño, pues, que fueran los más beligerantes contra de la fecha programada por el Gobierno, el 30 de mayo. Algunos partidos lo asumieron con resignación, incluso dentro de la misma coalición de Gobierno. Pero Salvador Illa ya se veía la noche del 14-F rompiendo las dinámicas de bloques del Parlament y los socialistas fueron los primeros en advertir que también estas elecciones se podrían judicializar, como así ha sido.

El efecto Illa se transpuso a las encuestas publicadas poco antes de que se tomara la decisión de cambiar la fecha. Por cierto, si bien parece que el decreto tiene defectos de forma y Pere Aragonés no tiene competencias para firmarlo, la forma en que se tomó la decisión no era errónea: partía de una triangulación entre objetivos (minimizar el riesgo de contagio, garantizar el derecho a voto y la legitimidad del proceso) y los cinco ámbitos de legitimidad que fija el «Protocolo de funcionamiento de la Mesa de Partidos» (deliberativo, programático, participativo, organizativo y de implementación). Los socialistas son conscientes de que la llegada de Illa, ministro de Sanidad durante la pandemia, a la arena catalana ayuda a cambiar algunos de los frames dominantes hasta ahora: el discurso de la gestión deberá imponerse en determinados debates, si algunos partidos no quieren quedar alejados de la cotidianidad y las preocupaciones de la gente.

Pero el poder sabe que cuatro meses son muchos en política. Y si bien las encuestas preveían una cierta tendencia a que hubiera una ruptura de los bloques que han dominado el Parlament en la última década, hay otros elementos de contexto que no habrían ayudado que Salvador mantuviera la aureola de ganador con el que ha cabalgado en los primeros días de su precampaña. A pesar de la permanente amenaza de la pandemia, el Gobierno de Sánchez ha vuelto a proteger al emérito de una comisión de investigación, y ha hecho que el PSOE se alinee con el PP y Vox en la cámara baja. En una Catalunya en la que, aquí sí, hay un fuerte consenso a la hora de criticar a la monarquía, la decisión del PSC de hacer el juego a Juan Carlos I será una piedra en el zapato que molestará  permanentemente, tanto si las elecciones son el 14-F como si se aplazan.

Huelga decir que la polémica también llegó en fechas próximas al archivo de la causa contra Adrià Carrasco o la decisión de la justicia belga de no proceder a la extradición del consejero Lluís Puig. Dos reveses judiciales para la alta judicatura española, que preveía controlar con mano dura a todos los rebeldes contra aquel establishment forjado en 1975. Si a esto le sumamos que la jurisprudencia que crea la causa contra el ex consejero de Cultura de Carles Puigdemont puede ser muy determinante para cómo se acaben resolviendo las peticiones de extradición contra los tres eurodiputados independentistas, caso de mantenerse el suplicatorio en el Parlamento Europeo, las cosas no habrían pintado muy bien para la campaña socialista de mayo.

En mayo, sólo un debate serio sobre los indultos habría podido neutralizar los efectos de los reveses judiciales que pueden venir en los próximos meses, y que dejan contra las cuerdas el relato de la détente que quiso imponer Pedro Sánchez nada más llegar a la Moncloa. Pero, para el PSC, abrir la carpeta de los indultos -por cierto, sólo la amnistía me sería válida-habría abierto otro frente: con el PP, Ciudadanos y Vox. La expectativa de Salvador Illa de recuperar una parte de los votantes de Ciudadanos, que se fueron hastiados de un PSC que no sabía hacer frente al independentismo, habría decaído si la Moncloa se mostraba condescendiente con los presos del procés.

Esto explica las prisas de Salvador, que de pensar que viviría dentro de un ministerio con pocas competencias se encontró teniendo que liderar una de las crisis más importantes que, posiblemente, viviremos nunca. De ahí sus prisas, que de pensar que podría continuar haciendo de aparejador en la Moncloa, tuvo que asumir que tenía que ponerse al frente del partido en Catalunya aprovechando que el viento soplaba a favor. Y hay que decir que, con el paso del tiempo, los golpes que no sabes de donde vienen y los minutos de cámara en ruedas de prensa, uno podría tener la sensación de que ha ganado capacidad de liderazgo y autoridad. La judicatura, ¡nuevamente!, parece volver a poner el debate electoral en la casilla de salida (14-F). Salvador tiene prisa por ganar, y los jueces, aliados imprescindibles del poder, le pueden ayudar a allanar el camino.

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