“He visto cosas que vosotros nunca hubierais podido imaginar”

("Como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Roy Batty en Blade Runner )

No sé si vieron la película de Ridley Scott, pero tras leer este artículo, Vds. quizás se sientan como Batty, tras constatar lo que el sistema ha hecho de nuestro mundo.

Combatir los desastres climáticos (huracanes e inundaciones) reconstruyendo puentes, paseos y puertos, es una solemne insensatez. O se ataca radicalmente el deshielo del Ártico, evitando el aumento del nivel del mar, y los gases de efecto invernadero, o no habrá vuelta atrás. Lo saben pero “el sistema”, se resiste a actuar, pues los gobernantes “de turno”, no quieren gastar “en eso” y confían en que el Apocalipsis no les “tocará” mientras están ellos. 

Con las pandemias ocurre lo mismo: la gripe española en 1918, con 30 millones de muertos (se dice pronto). Se sabía, no solo, que llegarían más pandemias, sino que serían peores. Y no solo  no se ha atacado la causa, sino que “la causa” se ha hecho negocio (rentable) de la vida global. El sistema ha permanecido ciego a ambas evidencias.

Así como la causa de la gravísima crisis climática está en el “calentamiento global”, la causa de las mortales pandemias la encontramos en el “hacinamiento global” o "acumulación de individuos o animales, en espacios de movilidad reducida, con baja calidad de vida, alto riesgo de falta de higiene, comportando enfermedades víricas y su diseminación”. 

Empecemos por  los animales. ¿Conocen Vds. el modelo eufemísticamente denominado “Macrogranja industrial de ganadería intensiva”? Consiste en una megaexplotación “agropecuaria”, con miles de animales hacinados en estrechos espacios, malviviendo cual  “bultos extractivos”, confinados allí de por vida.

Busquen en Google la Mudanjiang City megafarm, macrogranja en el norte de China, con unas 100.000 vacas encajadas en bancadas fijas de hierro para evitar que puedan girar sobre sí mismas y ocupen más espacio del previsto. Proporcionan leche y carne (y detritus) solo para surtir al mercado ruso, en boicoteo total de las exportaciones de lácteos de la UE, tras recibir sanciones por la crisis de Ucrania. Esta “megafarm” no es la única; millones de pollos y otros tantos cerdos están en la misma situación en granjas similares (24.000 lechones muertos de diarrea aguda porcina en Guangdong, en 2017).

El psicólogo y empresario Cristóbal Colón, creador de La Fageda (la Garrotxa), empresa emblemática y viable de distribución restringida de lácteos, hace “escuchar” a sus 500 vacas a Beethoven, Bach o Strauss, pues la leche así obtenida es mejor, así que comparen los sistemas. En su momento se negó a abrir franquicias para no desproveer al modelo de su esencia. 

Vayamos ahora a por los humanos. Un similar “modelo económico” hacina a personas en megaciudades, ellos con cierta libertad de movimientos, pero también sufriendo un sistema extractivo. En 60 años se invierte la presencia mayoritaria humana en el campo, en un trasvase espectacular a las grandes ciudades (la España vacía tiene el récord europeo de abandono rural).

Según la ONU, los 4.000 millones de almas que ya viven en estas megaciudades, aumentarán en mil millones más en 2030, llegando a “agrupar” en estos concentrados espacios “multiservicios” al 60% de la población mundial. La densidad de habitantes por metro cuadrado, proporcionalmente similar a la de los animales de las “granjas”, es obscena respecto a la que disfrutaría de seguir en el campo. 

El megaurbanita traga polución, ve el cielo solo si mira hacia arriba, paga un altísimo precio por vivir en 50 metros, va con prisas, sufre stress y  consume muchos fármacos, aunque ¡ eso sí¡ “vive” en una ciudad “moderna”. La ciudad de Blade Runner podría ser Guangzhou, conocida como la capital del tercer mundo, con 50 millones de almas; Tokio, 40 millones; Bombay, 24 millones y así hasta más de 30 macrociudades, con una media de 23 millones de individuos, hacinados como los animales lo están en las “megagranjas”, mientras el 75% del territorio rural permanece vacío y yermo.

Consecuentemente, esta pandemia, la anterior (ya olvidada de hace 100 años) y otras que no nos han contado, constituyen un nuevo cólera, conocido y esperado por el sistema y fruto exclusivo ¡SEPANLO! de una doble URBANIZACIÓN EXTRACTIVA de animales y de humanos. Desaparecidos tanto los pueblos, como las pequeñas y medianas granjas, en aras al triunfo del “invento social del siglo, la globalización. 

Para completar el despropósito, una brutal deforestación acerca a los animales salvajes que huyen a los confinados de las granjas, disparándose así innumerables procesos víricos e infecciosos, hasta que nos llega el virus que ha invadido como nunca el mundo.

No hay pues ningún complot orquestado secretamente para provocar una tercera guerra “bacteriológica”, simplemente lo que hay es una total inconsciencia y una absoluta falta de responsabilidad en quienes, sabiendo PERFECTAMENTE lo que iba a ocurrir, un día u otro, no solo no pensaron en atacar la causa, si no, ni siquiera en estar preparados para afrontarla, exactamente igual como han hecho respecto al clima. 

Este desastre, que nos conduce a un mundo cerrado sin humanos (con cerca de 8.000 millones de individuos confinados), junto con sus coches, fábricas, barcos o aviones, nos depara, sin embargo, un “kinder sorpresa”: en menos de dos meses el planeta abre los ojos y respira, con lo que delfines, ciervos y otras especies se acercan curiosos a los solitarios puertos, playas y paseos mientras los habitantes del Punyab (India) contemplan extasiados un paisaje, no visto en décadas, la cordillera del Himalaya (cadena montañosa de Dhauladhar) al reducirse de forma espectacular la contaminación. 

Pero no se hagan ilusiones, la normalidad no va a volver, si no se ponen drásticas soluciones a corto, es decir ya, para ambos problemas: calentamiento y hacinamiento. La estrategia no puede ser más clara, ENFRIAR la temperatura y DISPERSAR territorialmente a personas y a animales (en oportunidad para ambos).

Será caro y complicado, pero aún estamos a tiempo. De lo contrario, el mundo desaparece en menos de 80 años pero el sufrimiento previo que viviría sería el que explica Roy Batty que vivió. Estas dos soluciones tienen ya un programa, pendiente de plan directorio e inversión. 

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