Emili Rousaud deja la dirección del Barça intentando erosionar a Bartomeu

El hasta ahora directivo asegura que hay otros miembros de la junta que se están planteando irse
Emilio Rousaud

Emili Rousaud no era mudo. Lo parecía hasta que se ha visto obligado a dimitir y, en plena pataleta, va dejando declaraciones, o más bien amenazas e insinuaciones que, claramente, pretenden erosionar la imagen de Josep Maria Bartomeu respecto a movimientos económicos turbios y, a medio plazo, posicionarse como el candidato de un continuismo paradójicamente rupturista.

Otra de estas situaciones surrealistas del universo azulgrana que recupera el repertorio 'gaspariano' y revela hasta qué punto la vanidad de la clase directiva acaba siendo, finalmente, la única razón de querer sentarse en el palco del Camp Nou, respirar poder y sentirse invulnerable.

Emili Rousaud estuvo callado hasta el miércoles, aferrado a su voluntaria incapacidad para representar el club en ningún acto barcelonista y su naturaleza de culé, pero elitista, alérgico a las clases medianas y reticente a entregarle al Barça más horas que las imprescindibles. Ha sido el hombre invisible hasta que Jordi Cardoner -o al menos esto dice- le eligió como candidato a la sucesión.

Y por supuesto estuvo de acuerdo y jugó en equipo hasta que el pasado martes el presidente le pidió públicamente que se marchara, y con él el vicepresidente económico, Enric Tomàs, y dos directivos más, igual de desleales como Josep Pont y Silvio Elías, que no han resultado ser los únicos, puesto que se han sumado Jordi Calsamiglia y Maria Teixidor.

Según Rousaud, hay dos o tres directivos más que se lo están pensando, excompañeros suyos que podrían ampliar este ERE provocado en la junta por el mismo Bartomeu que en ningún caso le causará el menor arañazo. El presidente sólo se vería arrastrado a finalizar su mandato si acaban dimitiendo 9 de los 13 directivos que ahora forman la junta.

La crítica y los ataques de Rousaud, apelando al lado oscuro todavía por demostrar del 'Barçagate', acabará seguramente con la continuidad efectiva de Jaume Masferrer como jefe de gabinete de presidencia. Un hecho de cierta gravedad que, comparado por ejemplo con el gasto de varios millones de euros derrochados por la directiva de Joan Laporta en espionajes a los mismos directivos, a sus amantes, socios, empleados, jugadores, jueces y políticos, vendría a ser un juego de niños. Entonces, ni se pidieron dimisiones ni se impulsó una investigación interna.

El peor argumento de Emili Rousaud, el jefe de esta rebelión, radica en el hecho que estaba dispuesto a seguir, como los otros, aguantando a Bartomeu sin ningún pensamiento de dimitir. Hace apenas unas horas, cuando el presidente le pidió que se fuera, reaccionó diciendo que lo haría más tarde en una junta. Todavía seguía atrapado en este ataque de vanidad previo a la rabia que ahora expresa. El reloj y las circunstancias siguen jugando a favor del presidente Bartomeu, que esta vez ha tomado la iniciativa. La mejor de las estrategias posible.

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