Comida y medicamentos para todos

Primero la salud. Después, el resto. Los catalanes, los españoles y los europeos hemos entrado en una etapa psicológica de supervivencia pura y dura a causa de la expansión incontrolada de la pandemia del covid-19: como pasa en las guerras, donde lo único que importa es salvar el pellejo y conseguir alimentos para no morir de hambre. 

Por la experiencia vivida en China, esta crisis sanitaria que sufrimos se prolongará, como mínimo, durante dos meses. Esto quiere decir que la Semana Santa y Sant Jordi -dos hitos en nuestro calendario de fiestas- los pasaremos obligatoriamente encerrados en casa.

El confinamiento que han impuesto las autoridades es estricto y nos costará adaptarnos a él, en especial los niños y los jóvenes. Los primeros días pueden parecer una novedad exótica, pero esto durará semanas y semanas y es preciso que la gente se arme de paciencia y autodisciplina para soportarlo.
 

No solo las escuelas y las universidades, los bares, los restaurantes o las tiendas que no son de productos alimentarios han quedado cerrados a cal y canto durante una larga temporada. La gran mayoría de las empresas ha visto absolutamente trastocada su actividad y, con el paso de los días, no tendrán otro remedio que interrumpir el trabajo, por falta de empleados, de clientes o de suministros.
 

El teletrabajo a domicilio es una alternativa, pero solo es válida para algunas tareas laborales muy concretas. Por ejemplo, la publicación de EL TRIANGLE y de los diarios hermanos LA VALIRA y EL TRAPEZIO tiene garantizada la continuidad porque los periodistas podemos hacer el confinamiento y trabajar desde casa.
 

Pero hay miles de empresas y millones de trabajadores que, de repente, se quedarán parados, al ver cortadas las redes de abastecimiento, producción, distribución y venta. El sector industrial sufre un batacazo sin precedentes, pero también la administración y las empresas de servicios quedarán bloqueadas de facto.
 

La macroeconomía, la de España y la de todos los países europeos, se resentirá de manera brutal. Pero aquello que nos tiene que preocupar y que hay que afrontar de manera práctica es la microeconomía -la de los autónomos, la de las pequeñas empresas y la de todas las personas que se queden sin ingresos- puesto que son el eslabón más débil de la cadena y, a la vez, la piedra angular de la arquitectura social. A pesar de los solemnes anuncios de ayudas económicas formulados por el presidente Pedro Sánchez (¡200.000 millones de euros!), la traducción de las promesas a realidades es un misterio insondable.

 

En espera de este prometido "maná", el acceso a los alimentos y a los medicamentos debe quedar garantizado para todos y, en caso de extrema necesidad, gratuitamente. Aprovechando la psicosis existente, hay supermercados y comercios que hacen su agosto con el precio exorbitante de alimentos y productos del hogar. También muchos proveedores de farmacias están imponiendo unos precios absolutamente especulativos y esto hay que denunciarlo y cortarlo de raíz.

 

La administración -ayuntamientos y comunidades autónomas- deben reaccionar ante esta hiperinflación artificial provocada por empresarios y comerciantes sin escrúpulos. Deben crearse grandes bancos públicos de alimentos y medicamentos desde los cuales poder abastecer a las personas y a las familias que se están quedando sin recursos económicos para llenar la nevera o defenderse de la pandemia, hecho que ya está ocurriendo y que irá a más en las próximas semanas de confinamiento. 

 

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