«Cuando el tacticismo se repite es que se adopta como estrategia»

Entrevista a Manel García Biel
Manel García Biel
Manel García Biel

Sociólogo y ahora sindicalista a la reserva. Militó en el PSUC, fue fundador de la Comisión Obrera de la Caixa y Secretario de Comunicación, y Portavoz de CC.OO. de Cataluña, en la época de Joan Coscubiela. Continúa en ICV, y preside la Comisión de Control del Sindicato.

¿Qué es esto de la “nueva política”?

La nueva política nace, de alguna forma, con el 15 M. Como dice Luis García Montero, creo que muy acertadamente, el 15 M es la expresión de una clase media frustrada, porque sus expectativas de vida y de consumo se ven afectadas por la crisis económica. A partir del fenómeno de los “indignados”, surge la nueva política. Cosa positiva de ella fue que permitió romper el bipartidismo, y lo más negativo que creció como un globo, en gran parte debido a la buena utilización que hizo de los medios de comunicación. Esto le dio una volada de cosa nueva, de algo que iba a cambiarlo todo. Su principal problema es que no han entendido la necesidad de la organización.

Dice María Comín, que el 15 M, y mayo de 68 son las cuestiones que más negativamente han afectado a la izquierda en los últimos tiempos…

Lo comparto. Mayo del 68 fue un espejismo, quizás más importante en Alemania que en Francia. Pasó por ser un gran movimiento refundador, y en realidad fue el causante de la ola neo-conservadora que vino a continuación. Puso en cuestión cosas importantes, como la evolución que estaba teniendo el PCI. Mayo del 68 fue un fenómeno ultraizquierda movimentista e incluso de terrorismo, derechista e izquierdista, en la Italia de los años de plomo. El 15M es algo similar. Un movimiento de clases medias, que arrasa con lo que quedaba de la izquierda alternativa.

¿Cuáles son los elementos diferenciales de la nueva política respecto a la “vieja”?

Hay una crítica genérica a la burocratización de las organizaciones de izquierda, que era cierta, pero no en todas partes. Había casos, como el de Compromís, en el País Valenciano, que existía antes del 15 M y que quizá sea un ejemplo de nueva política, bien entendida. Propició una lucha de las bases contra el aparato. Pero lo que pasa es que los aparatos y las organizaciones son necesarios. Las formaciones líquidas, significa que hay un núcleo dirigente y el resto acepta o no lo que él decide. Cuando se rompe ese núcleo aparecen estas famosas escisiones, abandonos…

¿Es el asamblearismo un modelo de funcionamiento organizativo, alternativo a las fórmulas clásicas?

NI eso. Asamblearismo es una reunión masiva, como las de Podemos en Vista Alegre. Asamblea es solo otra forma de denominar las reuniones de toda la vida. En realidad, la cosa se limita a someter las propuestas del núcleo dirigente a la ratificación telemática de un magma que, en teoría, es la organización. Magma que impide que lo que era usual en las organizaciones marxistas: el debate en la base, las enmiendas, la síntesis…, que hace que se cree la política. Me gustó la evolución de Pablo Iglesias en la campaña electoral cuando pasó de denostar el “Régimen del 68” a hacer una apología casi anguitiana de la Constitución. Pero cabe preguntarse ¿Dónde lo reflexionó? ¿Con quién lo discutió? ¿Cómo la organización asumió este cambio estratégico? De ninguna manera. Un día, el Señor Dirigente ve la luz, la lanza y sus acólitos la asumen. 

¿Es marxista la nueva política?

Básicamente, no es marxista. Los problemas organizativos e ideológicos van juntos. Sin organización no hay discusión ni ideología. Tampoco hay estrategia. Solo táctica. Es el tacticismo permanente. Por ejemplo, Ada Colau, que tan pronto pone un lazo amarillo, como dice que no está por la independencia. Y cuando el tacticismo se repite es que se adopta como estrategia. La discusión, muy reducida, solo tiene lugar entre las capillas dirigentes. Esta nueva política no solo carece de modelo organizativo a nivel interno, sino que huye de cualquier estructura organizada, incluido el movimiento sindical. Solo interesa, cuando hay alguna movilización, para hacerse la foto.

¿La nueva política no es también producto de identidades particulares, de la agregación de luchas parciales?

Hay grandes cuestiones, como el eco-socialismo y el feminismo, que tienen que formar parte de un proyecto de izquierda. Lo otro, el movimentismo, se da cita en la nueva política, pero ni se junta. Vamos a todo lo que se mueva, sin estrategia, sin distinguir las contradicciones principales de las secundarias. Falta, por ejemplo, poner la realidad del trabajo en el centro de la política.

¿No tiene algo que ver con todo esto la pérdida de pulso de una izquierda demasiado instalada en su épica?

Cuesta aplicar el método marxista a la realidad de hoy, que no es la de ayer. Las cuestiones socio-económicas, las condiciones de las clases trabajadoras son fundamentales, pero imprescindiblemente hay que contar con la condición de la mujer, que también es parte importante de los asalariados y, con la realidad de que tenemos un planeta finito. El marxismo nunca puede ser defensivo. Hay que hacer frente a la globalización, defendiendo espacios amplios, porque la nación está superada totalmente. La única soberanía que hoy existe es la del capital financiero. En este sentido, la UE es un buen instrumento, pero tiene que seguir avanzando en una vía federalista. Y más allá de Europa, hay que establecer órganos amplios, como pueden ser unas Naciones Unidades renovadas. El nacionalismo, desde el de Trump hasta el de los nacionalistas catalanes, pasando por Salvini, el del PP, Ciudadanos y Vox va contra todo esto. 

¿Es la nueva política, en definitiva, una forma de populismo, como se entendía hace ya casi dos siglos?

Hay fenómenos sudamericanos de caudillismo, que no solo marcan al populismo de izquierdas. El de derechas tiene algo de lo mismo. Es el caso de Rivera, que ha sido claramente desenmascarado por Valls. Ciudadanos no existe como organización. Es un núcleo muy estrecho, en torno a una persona determinada, que es la que marca el rumbo. La gestualidad es muy aparente, pero la política no se puede basar en ella. Por ahí, se puede llegar a que, por ejemplo, Podemos, en Cataluña, acabe siendo solo una marca.  Se ha visto en las elecciones municipales, en las que cada uno ha tirado por donde le interesaba y, en más de 50 municipios, confrontándose con los Comunes.

¿Entiende Pablo Iglesias algo de la cuestión territorial en España o se ha preocupado por comprenderla?

Pablo Iglesias es suficientemente listo como para poder tener una idea. Otra cosa es que su tacticismo le lleva a estar con unos o con otros, porque así obtiene una mayor visualización. Cambiaría de política cada día, según las necesidades que crea tener ¿Quiere asaltar los cielos, o quiere hacer política? Hay que definirse. Ahora, creo que lo más sensatos es pactar acuerdos con el PSOE y establecer mecanismos de vigilancia.

¿La nueva política atrae, como la miel a las moscas, al viejo izquierdismo irredento?

Todo el troskismo está por ahí. Y la nueva política, claro, tiene mucho de izquierdismo. Y le falta maduración. Estamos, como en el 68, en el movimentismo. Todo él acudió entusiasta a apoyar a Tsipras en Grecia, y ahora lo critican. Sin embargo, Tsipras en el ejemplo real de saber hacer frente a una situación muy difícil, incluyendo la dictadura de la UE, el nacionalismo interno de Aurora Dorada y, sin ninguna ayuda, a todo el fenómeno de la emigración que sufrió su país.

También Santiago Carrillo fue calificado de revisionista traidor por su política de reconciliación nacional y el pacto por la libertad, cosa que aún colea en la crítica a la Constitución del 78…

Si y quienes hemos sido presos políticos no nos identificamos con esta situación actual, porque desde una institución no se hace acción social. Una institución se gestiona. Tsipras ha sabido estar a las duras y las maduras. No se va. 

¿En España está volviendo algo el agua a su cauce, contribuyendo con ello a la mejora de la izquierda?

La aparición de Podemos ha beneficiado en España fundamentalmente al Partido Socialista, porque ha contribuido a que se adapte y renueve desde una posición diferenciada a la de Felipe González y también a la de Zapatero. Algo de esto también está ocurriendo en Portugal y con Corbyn. Asimismo, en Italia comienzan a detectarse cambios positivos en el Partido Democrático. Una fuerza roja, verde y violeta es fundamental para competir y colaborar con la socialdemocracia.

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