«La extrema derecha está girando, por interés compartido, hacia Europa»

Entrevista a Jordi García-Petit
Jordi García-Petit

 

Jurista y doctor en Derecho. Fue profesor de Derecho internacional público, en la Universidad de Barcelona. También fue director del servicio jurídico del Comité de las Regiones de la Unión Europea. Articulista en muy diversos medios.

Nunca hasta ahora habían despertado tanto interés unas elecciones europeas, como las que tendrán lugar la primavera próxima ¿A qué se debe?

Nunca los fenómenos son consecuencia de una sola cosa, pero podría decirse que este interés se justifica, en alguna medida, por los cambios que se están produciendo en las fuerzas políticas europeas. Hasta ahora, había dos grandes corrientes, socialistas y conservadores, de las que nadie dudaba de su europeísmo que, junto a los liberales y los verdes, han conformado el bloque sans défaillance dominante de la integración política y la construcción europea. Pero en este momento, están apareciendo movimientos procedentes de la izquierda y de la derecha, con ánimo de romper, según ellos, el monopolio de los partidos tradicionales en la conformación de Europa. Con el dato muy relevante de que, hasta hace muy poco, los partidos nacionalistas de extrema derecha, como el de Le Pen, Salvini, los holandeses…, echaban pestes de Europa. No querían saber nada de ella. En el debate entre Marie Le Pen y Macron, el pasado mayo, la líder derechista todavía defendía salirse del euro. Sin embargo, ahora se detecta un giro hacia una especie de aceptación de Europa y, en consecuencia, de trasladar a ese marco parte de sus ofertas. “Ya que queréis Europa, nosotros os ofrecemos una Europa first”, dicen, siguiendo la estela de Trump”.

¿El viraje presupone entonces que estos partidos relativizan sus discursos nacionalistas, respecto a su relato a escala europea?

Este movimiento está en construcción. No lo tienen claro en este momento, pero antes de mayo próximo es muy posible que salgan con una estrategia europea. “Ya que no podemos eliminar Europa -se plantean- nos vamos a apropiar de ella, para realizar en común objetivos compartidos, como cerrar las fronteras a los inmigrantes”. Pero esto es la pura contradicción. Todos esos que hablan (los independentistas de aquí, por ejemplo) de los pueblos de Europa, naciones libres… Si algún día, esperemos que no, llegará a conformarse un escenario de pequeñas entidades territoriales, se acabaría mal, a la greña entre ellos. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la ultraderecha europea está cambiando de estrategia. Es un desafío difícil compaginar un ADN nacionalista de Estado con un planteamiento supra-estatal, europeo, y que tenga una cierta coherencia, pero lo van a intentar. El señor Wilders, de Holanda, Salvini, de Italia, Le Pen… ¡Imagínate, ponerles de acuerdo!

¿Más allá, no cabría interpelarse algo más sobre las causas que están el origen de esta oleada neo-derechista, no solo en Europa, sino en el mundo?

Creo que todo esto arranca de la lenta digestión del proyecto europeo, pero estos movimientos no creo que se lo plantean muy a fondo. Están a un nivel muy superficial. Volviendo al debate de Macron con Marie Le Pen (que supuso una derrota dialéctica en toda regla, para esta última) se llegaron a oír cosas como “¿No quieren salirse del euro (en referencia a lo que representaba Macron), pues les dejamos el euro?”. Quieren lo mismo que Trump (América First) trasladado a Europa. Van a conectar con mucha gente desfavorecida por los reajustes del capitalismo a nivel nacional. El cierre de empresas sigue siendo noticia todos los días. Ahí, en el caso de Francia, por ejemplo, estarán los del Front National para decir que se les vote, para capitalizar el descontento.

¿Coincide este movimiento de extrema derecha a escala europea, con los designios de Steve Bannon de promover una especie de internacional nacionalista, que no deja de ser un oxímoron?

Todo eso tiene un recorrido muy corto, pero si acierta en la venta del producto, en la coordinación, pueden llegar a dar el campanazo. Pueden convertirse, sino en la segunda, en la tercera fuerza política en Europa. Y entonces sí que habríamos entrado en otra dinámica. Porque, en la medida en que también manifiesten su intención de luchar por Europa, pueden llegar a arrebatar a las fuerzas tradicionales parte de su hegemonía en el proyecto europeo. Para, claro, modelar un Europa a la medida de sus intereses. Es decir, no a la inmigración, barreras arancelarias, etc.

¿Quién o quiénes pueden personificar todo esto, a escala europea?

Por ejemplo, Sebastián Kurtz, del Partido del Pueblo austriaco, el líder político, con sus 31 años, más joven de Europa, y ahora Presidente de turno de la UE. De él, hace unos seis meses, dijo Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea, que “Es un gran europeísta”. En principio, era difícil de entender tal cosa, teniendo en cuenta que Kurtz encabeza un partido nacionalista. Pero ahora, al calor de su papel en el proyecto europeísta de extrema derecha, aquéllas palabras empiezan a tener sentido. Inteligente, simpático, centrista dentro de su contexto, está intentando promover un relato que les permita venderse. Tratarán de desnudar a todos, a Macrón, a Merkel…

¿Esto, como históricamente ha ocurrido, durará hasta lo que dure la narración, o está viniendo para quedarse?

Todas esas gentes son difíciles de coordinar, cohesionar, pero ya están reuniéndose y creo que han intuido que la única manera de poder penetrar en el mapa político es aceptando que las poblaciones europeas, por muy críticas que puedan ser con la inmigración, la desigualdad, etc. quieren seguir formando parte de Europa. El Brexit pone de manifiesto, para quien quiera entenderlo, que es una gran chapuza que, seguramente, vamos a pagar todos bastante cara y, en primer lugar, los propios los británicos. Y esto es lo que seguramente está empezando a intuir la extrema derecha europea.

¿El caso catalán tiene algo que ver con la deriva neo-nacionalista?

Si. Los neo-nacionalistas son los únicos que aparentan escuchar al nacionalismo catalán. En la última Diada, los únicos que estuvieron presentes fueron los flamencos, considerados de extrema derecha; un par de filandeses, el partido de Salvini… Los amigos de Puigdemont en Europa forman parte de ese bloque de extrema derecha. Él y sus partidarios quizás esperaban que un pueblo con “esa tradición histórica de libertades”, según su propio mito, solo necesitaba, como con las murallas de Jericó, que tocaran las trompetas y el Estado español claudicaría y Europa lo bendeciría. Nada de esto ha ocurrido, sino todo lo contrario.

Sin embargo, los Salvini, Le Pen y compañía, son nacionalistas de Estado, que parece estar reñido con los nacionalismos sin Estado, como es el catalán.

Son nacionalistas italianos, franceses…, nacionalistas de Estado. Allá, a finales del 2016, principios del 2017, de pronto, algunos de estos movimientos disruptivos se dieron cuenta de la enorme fuerza que podía tener el triunfo del secesionismo catalán para sus objetivos. “Nos cargamos uno de los Estados más poderosos y viejos de Europa y, como fichas de dominó, el resto acabará cayendo…” De ahí, la aparente simpatía hacia Puigdemont. Desprecian, seguramente, en su fuero interno, movimientos secesionistas como el “Procés”, pero, sin embargo, comparten con ellos elementos propios del nacionalismo y por oportunismo pueden acabar prestándoles apoyo. Además de la fuerza de los tratados (el artículo 4.2 del tratado de la UE, dice que la Unión Europea velará por la integridad territorial de los Estados miembros), la reacción unánime de las estructuras internacionales fue de condena al “Procés, porque no hay nada más cohesionado que la ayuda que se prestan los Estados en su propia defensa.

Parece soplar el viento a favor de la universalización de las cosas y la creación de grandes espacios políticos, con el cual entra en contradicción o resulta reaccionarios replegarse en el pasado o lo pequeño…

Hay momentos, en las relaciones bilaterales o regionales, en que determinadas fuerzas quieren el caos, el rompimiento, como es el caso de Rusia y Ucrania, pero, globalmente, no ocurre esto. Para darse a valer ante los Estados de la UE, dicen algunos independentistas catalanes que ellos son europeístas de primera hora, sin precisar que lo son gracias a España. Creo, en fin, que existe una mala prensa respecto a Europa. Parodiando a Gabriel García Márquez, se puede decir que Europa “no tiene nadie quien le escriba”. Europa es el chivo expiatorio de todo lo que, a nivel nacional, sale mal. Como España para el “Procés”. Pero Europa es mucho y lo será más.

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