El proselitismo independentista por el mundo hace años que dura. Y no les funcionó mal durante la etapa de Artur Mas y todavía mejor con Carles Puigdemont y Raül Romeva. Se trataba de dar a conocer las tesis, explicar que Cataluña estaba mal tratada por España y llorar un poco porque no los dejaban hacer un referéndum por miedo a perderlo y tener que tragarse la independencia catalana. Encontraban muchas puertas cerradas, pero siempre había alguna ventana muy ancha por la cual colarse y vender en el mundo su discurso.
Pero después de que Cataluña fuera el centro de atención europeo el pasado 1 de octubre y de los episodios posteriores, se ha acabado dando una imagen de Cataluña asociada a un conflicto con España que la mayoría de países no saben como afrontar. Es por eso que los actuales dirigentes independentistas y del gobierno catalán no consiguen ni siquiera reuniones de peso. Sólo dos lugares les dan un poco de campo para correr. Se trata del Quebec, donde Roger Torrent ha podido tener alguna reunión un poco digna y de peso, y Escocia, donde Quim Torra ha acabado dando mil veces las gracias a la primera ministra por haber aceptado reunirse públicamente con él.
