Es tiempo de hablar y soñar

«Es tiempo de hablar». El secretario general del Tribunal Permanente de los Pueblos, Gianni Tognoni, cerró con esta frase la sesión de este organismo «sobre las violaciones con impunidad de los Derechos Humanos de las personas migrantes y refugiadas«, que se ha celebrado en la Universidad de Barcelona los días 7 y 8 de julio.

Una cincuentena de asociaciones defensoras de los derechos humanos y de las personas migrantes y refugiadas dieron, con estas jornadas, el pistoletazo de salida de un proceso que tendrá una primera concreción en la audiencia que celebrará el Tribunal a finales de año. Está previsto que haga otra en 2018.

El encuentro evidenció que hay muchas personas y muchos colectivos de muchos países que están indignadas por el tratamiento que reciben aquellos que huyen de la pobreza, la miseria, la inseguridad, el riesgo físico o el hambre y piden una acogida humana y humanitaria. «Nos tratan como basura», denunció un representante del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes.

Nadie es basura. Y nadie es ilegal, como reivindican los migrantes que quieren que se les trate como personas.

El memorial de agravios es enorme. Desde los miles de personas que se han ahogado en el Mediterráneo, las que se dejan la vida en el desierto africano o en la frontera sur de Estados Unidos, las que son detenidas con cualquier motivo, trasladadas a un centro de internamiento de extranjeros y deportadas a sus países de origen, las que son expulsadas de Arabia Saudí cuando su mano de obra ya no es necesaria o las que pertenecen a minorías como los rohingya en Myanmar o a colectivos indígenas en Brasil, amenazadas de genocidio.

La activista mexicana Leticia Gutiérrez, que se presentó como «migrante por opción», afirmó que «nada nos diferencia. Sólo que estamos en lugares geográficos diferentes» y advirtió que «si no somos migrantes ahora, lo seremos en breve». Hace falta «una nueva civilización, una nueva humanidad», dijo.

¿Puede nacer de iniciativas voluntariosas como este Tribunal? Los que lo impulsan son conscientes de que parece un objetivo imposible, utópico. Quizá por eso, dos de los ponentes citaron al escritor uruguayo Eduardo Galeano cuando señalaba que el derecho de soñar no está incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero nadie nos lo puede quitar.

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