Los ayuntamientos empiezan a retirar las placas de Pujol

Por iniciativa de los socialistas, varios ayuntamientos han decidido retirar las placas de edificios públicos que inauguró el desprestigiado Jordi Pujol
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Profético fue el ex-presidente Jordi Pujol cuando el 17 de septiembre del 2012, en el programa de TV3 El Convidat, de Albert Om, afirmaba que todavía estaba a tiempo de estropear su biografía. El fragmento de la conversación iba así:

-Jordi Pujol (J. P.): Me gustaría que la gente pudiera hablar bien de mí.

-Albert Om (A. O.): ¿Está en una fase como de examen de conciencia? ¿Cuando uno saldrá en los libros de historia, el examen de conciencia que se hace es más riguroso?

-J. P: Pero esto no lo podré hacer. Estaré muerto.

-A. O: No, pero lo hace ahora.

-J. P.: Ahora todavía estoy vivo. Yo todavía puedo estropear mi biografía… o la puedo mejorar.

-A. O.: ¿Qué puede hacer ahora para mejorar su biografía?

-J. P.: No lo sé, ni me preocupa mucho. Lo que me preocupa es… ¿Tengo algo que decir? ¿Quizás sería bueno que no dijera absolutamente nada? Esta es la pregunta: ¿quizás sería bueno que no dijera absolutamente nada? ¿Qué puedo decir que sea bueno para el país, y no malo?

A fe de Dios que estropeó la biografía, y mucho. Solo hay que ver lo que ha llovido desde julio del 2014, un par de años después de la entrevista de Om, cuando Pujol decidió confesar. En una carta breve remitida a los medios de comunicación, Pujol explicaba que su padre había dejado un dinero en el extranjero, procedente de actividades ilícitas durante el franquismo, para su mujer e hijos por si la situación política se complicaba y les hacía falta.

La confesión desató una tormenta judicial, política y social que todavía arrastra consecuencias. La última secuela es ahora la retirada de placas de muchas instalaciones que el ex-presidente inauguró a lo largo de los 23 años que ejerció el principal cargo catalán. Después de la confesión, el empeoramiento biográfico, con más o menos ritmo, no ha parado. A pesar de que inicialmente las condenas fueron leves -el entonces presidente Artur Mas hablaba de un tema «estrictamente privado, personal y familiar, que no tenía nada que ver con CDC ni con la Generalitat«-, pronto todo se le giró en contra, y hasta hoy.

La cancelación de la retribución pública que tenía, el cierre de la oficina del paseo de Gràcia y el mantenimiento solo del escolta, y también el cierre del Centro de Estudios Jordi Pujol, una entidad que promovía el debate en torno a su figura, fueron las primeras y dramaticas consecuencias del desastre. Las palabras de personajes cercanos a él se endurecieron, como el entonces alcalde de Barcelona, Xavier Trias, que le pidió que «desapareciera» y renunciara «a todo«. Bien pronto las acusaciones se dirigieron al posible incremento de los fondos iniciales a través de supuestas comisiones irregulares cobradas por él o sus hijos gracias a su cargo de presidente, o incluso con fondos procedentes de la bancarrota de Banca Catalana.

Y ahora han llegado las primeras retiradas de placas de la multitud de instalaciones públicas que Pujol inauguró durante los 23 años que ejerció de presidente. En el que podríamos describir como un goteo torturador, algunos ayuntamientos han empezado a aprobar por pleno la retirada de las placas. Un goteo que puede ir ampliándose. Primero fue Mataró, después la Seu y hace pocos días se añadió Manresa.

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