El Barça es más que un club independentista

Tradicionalmente, se ha dado por válido el argumento de que el Fútbol Club Barcelona fue un elemento fundamental para la integración en Cataluña de los cientos de miles de ciudadanos que llegaron procedentes de diversos lugares de España, sobre todo de Andalucía y de Murcia. Catalanes de toda la vida y recién llegados compartieron la pasión por los colores azulgrana y eso, según muchos estudiosos de nuestra historia reciente, facilitó la relación entre unos y otros.

Cuando Josep Maria Espinàs y Jaume Picas escribieron la letra del nuevo himno del Barça, musicado por Manuel Valls, y estrenado el 27 de noviembre de 1974, con motivo del 75 aniversario de la creación del club, seguro que tuvieron en cuenta las grandes simpatías que generaba entre los inmigrantes llegados pocos años atrás. Así hay que interpretar la alusión a la bandera que hermana a los seguidores culés: «No importa de dónde vengamos, si del sur o del norte«.

Ahora parece que pretende imponerse la idea de que el norte termina en Salses, en el Languedoc-Roussillon, y el sur en Tortosa (como mucho Guardamar de Segura, en Alicante). Cuando partido tras partido el estadio se llena de banderas que simbolizan la reclamación de la independencia de Cataluña y se exhiben en el minuto 17:14 de cada una de las dos partes del partido ¿cómo se pretende que reaccionen los aficionados que no son independentistas, incluidos los que entendieron el Barça como un elemento de incorporación a la sociedad catalana?

Tienen tres opciones: hacerse independentistas, callar o marcharse.

Da la sensación de que los directivos actuales del club están desbordados por la situación en que se encuentran. Sean o no independentistas son conscientes de que la imagen integradora del Barça se deshace día tras día. Los independentistas se sienten cómodos en las gradas del campo. Aplauden y gritan a favor de la independencia cuando aparece en el estadio una enorme pancarta con el lema «Welcome to the catalan republic». Lógicamente, una pancarta de estas dimensiones no entra en el bolsillo de ningún miembro de la Asamblea Nacional Catalana con carnet azulgrana.

Romper el carné de un club de fútbol es mucho más difícil que el de un partido político, un sindicato o una ONG. De momento, miles de culés fruncen el ceño, refunfuñan por dentro cuando ven el exhibicionismo indepe en el Camp Nou y confían en que la pasión estelada se desvanezca antes de tener que tomar la terrible decisión de hacer añicos el carné o renunciar a unos colores que han marcado sus vidas.

Hace mucho tiempo, el Barça fue más que un club.

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