Momento Desokupa

Ver sus fotos en los diarios no impresiona tanto como encontrártelos de cara. Carne de gimnasio hinchada a base de esteroides, la cabeza rapada y unas gafas de sol para esconder la cara de malas pulgas que gastan. Esta vez eran tres, dos matones y el jefe. Los primeros esperaban en la esquina de Còdols con Rull, justo delante de la puerta de un centro social, mientras el segundo –vestido con sudadera clara- no hacía más que ir arriba y abajo hablando con el móvil. «Ahora ponemos la alarma aquí y vamos al Masnou a hacer dos actuaciones más», explicaba. Eran los del Desokupa en plena acción y habían venido a hacer una de sus visitas intimidatorias a un piso del número 13 de la calle Còdols, donde hasta hace dos días aseguraban que vivía un matrimonio de origen magrebí.

El primero en dar la voz de alarma fue el cartero del barrio porque los matones habían intentado entrar en la finca detrás suyo aprovechando que abría la puerta. Poco después del aviso, una nutrida representación de trabajadores de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) se plantaba delante y mientras unos los interpelaban, otros les hacían fotografías y alertaban de su presencia a través de las redes sociales. A los de Desokupa no les gusta nada que la gente les recrimine su trabajo indigno y tampoco llevan nada bien que les hagan fotografías. Los gorilas demostraron que sabían hablar porque soltaron una amenaza: «Deja de hacer fotografías», pero después se callaron al ver que el responsable comenzaba a responder a las preguntas.

Sin embargo, la conversación teóricamente civilizada no tardó mucho en convertirse en un monólogo lleno de autojustificaciones tan incoherentes como absurdas que iba subiendo de tono hasta que acabó casi a gritos. Resulta que los de Desokupa ayudan a los vecinos y sacan de casa a los impresentables que no pagan el alquiler. Resulta que los de Desokupa negocian con los desamparados afectados, no los intimidan ni los amenazan aunque digan con desprecio que son okupas y se presenten en los domicilios con dos o tres armarios de dos metros con patas, coloquen una alarma y una puerta blindada después de echarlos. Resulta que los de Desokupa hacen una actividad totalmente legal y que de las 160 actuaciones que han hecho hasta ahora, sólo han tenido una denuncia. Falsa, naturalmente porque ellos hacen una función social imprescindible: la de limpiar de pobres e indeseables la ciudad.

Del surrealista momento Desokupa me quedo con la colaboración ciudadana y la extraordinaria movilización que su presencia provocó en el barrio. En poco tiempo delante de Còdols 13 se reunieron regidores de la CUP, una patrulla de la Guardia Urbana, el técnico del distrito de Ciutat Vella, dirigentes vecinales y de diferentes entidades sociales del barrio, vecinos y curiosos varios. Los Mossos de Esquadra llegaron un poco más tarde, como suele pasar. Todos habían respondido a la llamada hecha por los trabajadores de la FAVB a través de las redes sociales a pesar de que los de Desokupa ya se habían ido. Y la cosa no quedó aquí. Como no sabíamos exactamente de qué Masnou hablaban los matones desokupas, en el barrio de Sants se montó un dispositivo de vigilancia en la calle Masnou mientras que en el Masnou del Maresme también sonaba la alarma y se movilizaban los vecinos.

De la emoción, el martes pasado estuve a punto de gritar en plena calle: ¡el pueblo unido, jamás será vencido!, pero me contuve para ahorrar energías hasta la manifestación del sábado. Últimamente no doy abasto.

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