El impacto del Brexit en los mercados financieros ha empezado a dejarse sentir con fuerza. Pocos días después de que se haya confirmado la salida del Reino Unido de la Unión Europea por la vía rápida, la libra esterlina ha caído al nivel más bajo de los últimos 30 años. Los mercados han reaccionado con hostilidad ante las declaraciones de la primera ministra Theresa May, que se está decantando por el ‘hard brexit‘.
La primera ministra ha anunciado que pondrá un control de fronteras y que las empresas británicas tendrán que elaborar listas de sus empleados extranjeros y explicar porqué los contrataron. Todo esto, sumado a la anunciada salida del mercado único, son suficientes motivos para que la divisa británica haya caído, en las últimas horas, a su valor más bajo en relación con al dólar estadounidense desde el 1985.
El Banco de Inglaterra corrobora que la caída de la libra se debe de a la preocupación de los mercados ante una eventual ruptura con los socios europeos. Puestos a elegir, los partidarios del ‘hard brexit’ se muestran cada vez más favorables a asumir el perjuicio económico para evitar el mal político. Los analistas prevén un golpe muy duro en la economía británica, que dedica la mitad de sus ventas al exterior.
Las dificultades para el intercambio comercial con la Unión Europea (UE) también afectará el estatus de Londres como capital financiera, porque el Gobierno no podrá garantizar una protección especial para la City, que está clasificada junto con Nueva York como el principal centro de las finanzas mundiales.
A todo esto, la canciller alemana, Angela Merkel, ha asumido que «no serán negociaciones fáciles» con Londres, mientras que el presidente francés, François Hollande, ha recordado que «salir de la UE tiene un precio«.
En un intento de sacar importancia al hecho, el conservador británico Philip Hammond ha atribuido la caída de la libra a «factores técnicos«, y ha afirmado que «los mercados volverán a subir y a bajar«. Hammond ha declarado que Londres está «sobradamente preparado«, y que todo corresponde a «cambios de sentimiento a corto plazo» y al «ruido de fondo» que ha generado el Brexit.
