El ‘procés’ en el libre mercado

Los nacionalismos, como casi todo, también están en el mercado. Al igual que cualquier vulgar mercancía, se compran, se venden, se cotizan y son objeto de mercadotecnia. Todo lo cual, traducido a términos comprensibles, se reduce en definitiva al dinero. No solo el de futuros, el que se apuesta en función de las expectativas, sino el de presente. El que se gasta en el día a día del procés.

«La mierda tiene cierta tendencia a dispersarse, Bill, sobre todo cuando se juntan el dinero y la ideología», le confiesa el delincuente al policía en Perfidia, el relato de James Ellroy que se desarrolla en el ambiente de caza a los japos, en la ciudad de Los Ángeles, tras el bombardeo de Pearl Harbor. Y no le falta razón, a la luz de la historia y la cotidianeidad ¿A qué responde, si no, el desaforado ultranacionalismo de Donald Trump o el de Boris Johnson? ¿Por qué el nacionalismo holandés de vía estrecha, el de la grandeur de Le Pen y el absolutamente impresentable de Hungría y Polonia? ¿Es solo cuestión de afectos o consecuencia de los desastres de la crisis del capitalismo?

Nadie pone en duda, sino todo lo contrario, que la deriva nacionalista que nos invade tiene mucho que ver, cómo no, con la precariedad y la agonía del establishment. Pero, volviendo a citar a Ellroy: «Un pavo es un pavo». Es decir, más allá o junto a las causas sociales que explican o justifican los actuales nacionalismos, el interés pecuniario, el cálculo de beneficios a corto, medio y largo plazo, no está ausente de ellos. Y si se tiene en cuenta la magnitud del negocio en cuestión, nada de extraño que haya financieros, especuladores cortoplacistas, oportunistas, interesados y demás ralea dispuestos a sacar tajada contante y sonante del tema.

En cualquier caso, al tratarse de una causa parcial o, en términos comunes, partidista, podría parecer que la financiación de las empresas nacionalistas corresponde a los partidos o movimientos políticos que los inspiran y sostienen. Es decir, al estilo de las viejas cajas obreras de resistencia, cuota a cuota, moneda a moneda. Al menos, así lo proclaman los interesados cuando se les pregunta de dónde procede el dinero que gastan en sus planes. Los hay que hasta reconocen fuentes de financiación ajenas a sus organizaciones, pero siempre de tapadillo. Porque, claro, es una ordinariez hablar de dinero cuando estamos jugando en campos tan nobles como la patria. La iglesia católica seguramente también sabe mucho de esto.

Los nacionalismos, nadie lo duda, resultan costosos. El marketing, la comunicación, la consultoría en general, los recursos humanos cualificados… están por las nubes. Y de eso y otras muchas partidas, tiran mucho las empresas patrióticas. A la mínima, el gasto se dispara y no es posible hacerle frente con la caja común partidaria, con las cuotas de los afiliados, euro a euro. Entonces, como cualquier bicho viviente, hay que recurrir a los créditos y, si por a o por b, esto no cuela, pues se alarga la mano a ver qué cae. Siempre habrá individualidades interesadas y hasta gente de buena voluntad dispuesta a soltar su óbolo por la causa ¿Y si con esto tampoco llega?

Entonces, aparece otro tapado, seguramente el más obsceno y deshonesto, que no es otro que los recursos públicos. A ellos, como es el caso del procés, se acude de manera explícita e implícita, por la cara y de tapadillo, subvencionando, pagando con empleos, untando a diestro y siniestro… Para ello, lo que es parte, cuestión solo de algunas fuerzas políticas, se presenta como el todo, el interés general. O sea, dicho en plata, con el dinero de todos se financia la empresa de algunos.

Y al calor de esta hoguera, no podían menos que proliferar los negocios patrióticos, muchos de ellos directamente dependientes o relacionados con las instituciones y otros que, aparentemente, van por libre, pero que responden a los inputs de oportunidad. Y así, entre pitos y flautas, la cuenta del procés, reconozcamos, muy difícil de hacer, se incrementa día a día. ¿4.000 millones? ¿El doble, tres veces más…? Quizá hay quien lo sepa con todo lujo de detalles y no estaría de más más que lo difundiera, como lo han hecho Josep Borrell y Joan Llorach en Cuentas y cuentos de la independencia. Mientras tanto, los aficionados podemos entretenernos haciendo la cuenta de la vieja del procés. Seguro que el resultado no dejará de sorprendernos, sobre todo si lo comparamos con lo que, en paralelo, se ha detraído de los fondos destinados a financiar la sanidad, la educación o la dependencia, por poner algún ejemplo.

(Visited 37 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario