Un nuevo museo para ricos en el reino de Cambra

El misterio rodea a la filial barcelonesa del Museo Hermitage de San Petersburgo
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El aterrizaje de la franquicia del Museo Hermitage en Barcelona parece un culebrón. El proyecto cultural privado, bendecido por los gobiernos convergentes business friendly de Artur Mas y Xavier Trias pero actualmente sin ningún apoyo institucional, se arrastra desde 2012 rodeado de misterio por el origen de la inversión y con un cúmulo de localizaciones fallidas. La última propuesta es que el futuro museo se instale en un terreno del Puerto de Barcelona destinado a lujosos yates. El edificio de nueva construcción, situado al lado del hotel W, formaría parte del exclusivo puerto deportivo Marina Vela que el todopoderoso Sixte Cambra está construyendo en la nueva bocana del puerto que preside e iría de la mano de un elitista proyecto urbanístico que representa un ejemplo más de la descarada privatización del espacio público de la ciudad.

Presentación con bombo y platillo
Las cabezas visibles del proyecto, el físico Jorge Wagensberg y el arquitecto Eugenio Pallarés, presentaron el Hermitage catalán el 17 de junio pasado en la Llotja de Mar. El acto creó una gran expectación mediática y uno de los políticos que más entusiasmo mostró fue el exalcalde Trias, uno de los mentores de esta criatura junto con el ex presidente Mas y el ex consejero de Cultura Ferran Mascarell, que son quienes firmaron hace cuatro años en Moscú el protocolo con la viceministra de Cultura rusa, Alla Iurievna Manilova. El futuro edificio, obra del arquitecto Iñigo Amézola, tendrá una superficie de 15.000 metros cuadrados y costará unos 38 millones de euros. La previsión es que la primera piedra se coloque a principios del año que viene y que el nuevo museo abra las puertas en 2019, a pesar de que todavía se están buscando inversores.

Según explicó Wagensberg, antes responsable museístico del Cosmocaixa, el Hermitage BCN prevé conseguir unas cifres récord de público a partir de una propuesta innovadora que pasa por explicar la historia de la humanidad ligando la ciencia con el arte. Tendrá una exposición permanente y varias salas para muestras itinerantes que se alimentarán de los dos millones de piezas que forman parte del exquisito fondo de su hermano mayor de San Petersburgo. Los impulsores calculan atraer unos 500.000 visitantes anuales y para que la inversión sea rentable, cobrarán unos 18 euros de entrada.

Para hacer caja cuentan sobre todo con los turistas, empezando por los cruceristas, y con los millonarios que elijan Barcelona para fondear su yate de 50 metros de eslora.

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