El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha enviado una carta al comisario europeo de Inmigración, Dimitris Avramopoulus, para informarle de que Cataluña está preparada para acoger ‘inmediatamente’ a 1.800 refugiados y que podría acoger hasta 4.500 en un futuro no demasiado lejano.
¡Alabado sea Dios!, que diría mi abuela. Finalmente, hemos descubierto una actuación de carácter social que puede llevar a cabo el gobierno catalán a pesar de que no seamos un país independiente.
Estábamos acostumbrados a que cuando alguna reivindicación social llegaba a la mesa del Gobierno de la Generalitat salía rechazada con el argumento de que sólo se podría llevar a cabo si fuésemos un país independiente. El último en subirse a este carro ha sido el consejero de Salud, Antoni Comín, que se ha reconocido incapaz de acabar con las listas de espera mientras no llegue la independencia milagrosa.
Tenemos, por tanto y por fin, una causa el coste económico de la cual no se convierte en un obstáculo insalvable para hacerla realidad. Los refugiados necesitan nuestra ayuda y da igual si hay dinero en la caja de Oriol Junqueras o no lo hay. ¡Ya lo encontraremos!
No hay más opción que aplaudir esta decisión de Puigdemont, carta incluida. Hay que decir, eso sí, que la carta más bien parece pensada para dar la lata al gobierno del PP y forzarlo de nuevo a salir a escena para oponerse a una iniciativa del ejecutivo catalán.
«Cataluña no puede observar la tragedia sin tomar partido y tiene la obligación moral de ayudar a los refugiados e integrarlos a la sociedad», le dice Puigdemont a Avramopoulus.
No consta que el griego le haya contestado agradeciéndole que en este caso la dependencia de Catalunya con España no imposibilite el compromiso solidario con los refugiados.
¡Ojalá esta excepción se convierta en regla en la respuesta del Gobierno catalán al resto de reivindicaciones sociales justas que ha ido aparcando durante los últimos años!
