Catalunya es más que Mas

¿Merece ser presidente de Catalunya quien constaba como beneficiario de un misterioso depósito a nombre de su padre en el paraíso fiscal de Liechtenstein?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien nombró y dió confianza a Daniel Osàcar y Andreu Viloca, los tesoreros de Convergència imputados por el caso del 3%?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien afirma solemnemente en el Parlamento que los contratos de obra pública de la Generalitat son «impecables», cuando las investigaciones judiciales han puesto al descubierto que esto es mentira?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien ha dado luz verde a los escandalosos contratos de externalización del Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CTTI) de la Generalitat?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien tolera que sus cuñados hagan negocios a la sombra de las administraciones gobernadas por CDC?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien mantiene en el cargo a la comisionada para la Transparencia, Núria Bassols, a quien el juez de El Vendrell ha imputado a su marido por participar en la trama del 3%?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien admite que mantiene reuniones frecuentes con Jordi Pujol, el expresidente imputado por esconder una fortuna en Andorra?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien permite que su ex mano derecha y spin doctor de cabecera, David Madí, tenga cargos en las empresas Applus y Deloitte, que hacen grandes negocios gracias a la Generalitat?

¿Merece ser presidente de Catalunya el presidente de un partido que aparece como beneficiario del expolio perpetrado en el Palau de la Música y que, por eso, tiene las sedes embargadas por la justicia?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien ha arruinado las finanzas de la Generalitat, mientras subvenciona generosamente a los medios de comunicación para que le «compren la moto» soberanista y le tapen los escándalos de corrupción?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien paraliza la vida institucional del país porque exige continuar en el cargo, a pesar de que las urnas le han dado la espalda a sus pretensiones y la aritmética parlamentaria le es adversa?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien, durante años, fue un estrecho colaborador de Lluís Prenafeta, el exponente por antonomasia de la corrupción, imputado por el caso Pretoria?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien ha perpetrado traumáticos recortes sociales y ha provocado el colapso del sistema sanitario público?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien mantiene en el gobierno en funciones a los consejeros Felip Puig (caso Pujol), Boi Ruiz (caso Innova) y Germà Gordó (caso 3%), sobre quienes pesa la sombra de la corrupción?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien ha instalado el país en una provisionalidad política sin precedentes, con tres elecciones en cinco años y la amenaza de una nueva convocatoria de elecciones anticipadas el próximo mes de marzo?

¿Merece ser presidente de Catalunya quien intenta, de manera absolutamente hipócrita e histriónica, apropiarse de la memoria de Lluís Companys, el presidente asesinado por el franquismo?

Catalunya es un país viejo y sabio que, a lo largo de los siglos, las ha visto de todos los colores. Hemos sido, somos y seremos. Por eso digo: no. No nos merecemos un presidente como Artur Mas. Nuestra calidad y nuestra dignidad colectiva están muy por encima de este oportunista que –por razones que, con el consentimiento de ERC, sólo conocen Jordi Pujol y él- intenta aferrarse, de manera desesperada e indecente, al sillón presidencial del Palau de la plaza de Sant Jaume.

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