De la larga lista de personas que han pasado, hasta ahora, a atestiguar ante la comisión parlamentaria de investigación sobre el fraude y la corrupción política, hay que han optado para callar y otros que han aceptado responder a las preguntas que les hacían los diputados y las diputadas.
Pero no todos los que han hablado lo han hecho del mismo modo. Los hay que han atestiguado de buena fe, explicando lo que sabían, y los hay que han charlado… para protegerse de las imputaciones judiciales, para no decir nada o para mentir descaradamente.
Los hermanos Jordi y Josep Pujol Ferrusola se dedicaron a tomar el pelo a sus señorías, igual que Luis Bárcenas o Javier de Rosa. Y Carles Vilarrubí, que compareció el pasado día 8 de junio, también desplegó un exuberante repertorio de cinismo, abusando de la santa inocencia de los diputados que lo interrogaron.
Con una diferencia, Jordi y Josep Pujol Ferrusola estaban «obligados» a mentir para defender los intereses del clan, amenazados por las investigaciones fiscales y policiales en marcha. Pero a Carles Vilarrubí, desde que se casó con Sol Daurella (la «pubilla» de Coca Cola), le tocó la lotería y ya no necesita mentir en el Parlament para vivir como un marqués.
En cambio, Carles Vilarrubí -que ha sido galardonado recientemente con la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat y es vicepresidente del Barça-, en vez de comportarse como un señor y responder a la verdad en las preguntas que le hicieron los diputados y las diputadas, aprovechó su comparecencia ante la comisión del caso Pujol para encadenar una mentira tras otra. En los anales del Parlament de Cataluña, su intervención quedará marcada como un paradigma del cinismo y su figura es y será la del caradura por antonomasia.
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