El Alto Llobregat está muy vivo

El auge de las CUP en el Bages y el Berguedà no se explica sin el pasado cooperativista del anarcosindicalismo del siglo pasado
Representants de la CUP Berga i membres del Casal Panxo
Representants de la CUP Berga i membres del Casal Panxo

En la calle Pare Huch de Berga nació el guerrillero antifranquista Marcel·lí Massana, conocido por el apodo Panxo. En el número 19 de la misma calle está el Casal Panxo, cuna, junto con el Ateneo Libertario, de la Candidatura de Unidad Popular que ha ganado las últimas municipales en la capital de la comarca del Berguedà. Tanto la futura alcaldesa, Montse Venturós, como la segunda de la lista cupaire, Anna Alsina, empezaron su militancia en la izquierda independentista en este Casal. La primera tenía 14 años y la segunda 16. Venturós también fue miembro de la organización Alerta Solidaria, y Alsina, de Maulets. Durante el franquismo, Massana también vivió en la masía Recau de Sellent, que hoy da nombre al casal popular de la población bagenca. El ateneo de Sallent tenía mil socios en el 36.

Los ateneos, la casa del pueblo, respondían a las necesidades de la clase obrera para fomentar el afecto entre los socios y para elevar la intelectualidad de quienes los frecuentaban, a partir lecturas, clases de dibujo industrial y primeras ensenyances para adultos y niños. Proliferaron en el Bages y en el Berguedà por la implementación de la industria minera, textil, forestal y agraria en este territorio. «Es un poco la función que están intentando recuperar. Cubrían necesidades sociales sin estar pensados para el consumo, y también como organización, cuando los sindicatos eran ilegales, los trabajadores se reunían en los ateneos», apunta Erial Medina, de Puig Reig y afiliado a la CNT de Manresa. Buena parte de la militancia de la CUP se forja en los casales y ateneos.

«Los abuelos de casi todos nosotros vivían de la mina y del textil. Mi bisabuelo era minero y de la CNT», explica el historiador Iván Sánchez, número ocho en las listas de la CUP de Berga este 24-M. «El año 77, Carbones de Berga quería hacer un ERO de casi 500 trabajadores de unos 1.600, y la plantilla aprovechó un turno para encerrarse en la mina. Estuvieron días. Las mujeres se organizaron en comités para dar información y repartir comida. La lucha social, de clases, la tenían muy clara», apunta Sánchez, quien milita en la CUP «por su vertiente social y no sólo la independentista».

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