Los copríncipes secuestran el futuro de Andorra

El «misil» que el departamento del Tesoro de los Estados Unidos ha lanzado contra la Banca Privada de Andorra (BPA), acusada de ser una «lavandería industrial» de dinero de origen criminal, tiene un impacto directo sobre la estructura económica y política del país de los Pirineos. Aunque el jefe de Gobierno en funciones, Toni Martí, intente limitar los efectos de este «ataque» fulminante de la primera potencia financiera y militar, es evidente que el socavón provocado trasciende a la entidad de los hermanos Cierco y afecta al conjunto del sistema bancario del Coprincipado, que pasa a estar bajo sospecha permanente en los mercados internacionales.

Siempre me ha parecido un «milagro» que en medio de los Pirineos viva una comunidad humana de 77.000 personas. Esto sólo se explica porque Andorra -el único país del mundo que tiene el catalán como lengua oficial- se ha convertido en un lugar «especial» que ha basado su prosperidad en actividades «grises» o, directamente, ilícitas: el contrabando masivo, el dumping comercial gracias a la exigua fiscalidad, el secreto bancario, la captación de dinero negro, las duras restricciones para el acceso a la nacionalidad, la falta de derechos laborales, la debilidad de las estructures de Estado, debido a la implantación del capitalismo más salvaje…

Este impresentable desbarajuste tiene, por acción o por omisión, unos responsables directos: los dos copríncipes que ejercen la máxima autoridad del país, el presidente de la República francesa y el obispo de La Seu d’Urgell. El Elíseo nunca se ha preocupado de poner orden en Andorra y ha dejado que sean las autoridades españolas, a través del copríncipe episcopal, las que se encargaran de la tutela efectiva de este islote medieval de los Pirineos.

Los valles del Valira se han acabado convirtiendo en la cloaca del Estado español y, muy en especial, de Catalunya. Los partidos políticos -con honorables excepciones- y los medios de comunicación son correas de transmisión de las grandes familias protegidas por los copríncipes que han creado y se han aprovechado de este sistema perverso y corrupto que ahora ha estallado con el «misil» contra la BPA.

Los andorranos tienen que aprender la lección y coger, de una vez por todas, las riendas de su futuro. Ello pasa por acabar con el anacrónico e inoperante modelo de Coprincipado y dar pasos hacia la constitución de una República moderna y plenamente integrada en la Unión Europea. En este sentido, el papa Francisco tendría que predicar con el ejemplo y forzar, de entrada, la renuncia al poder «terrenal» del arzobispo Joan-Enric Vives, convertido en un verdadero factotum de la política y la economía de Andorra.

La sacudida que ha recibido el país pirenaico tiene que servir como revulsivo para impulsar la conquista de la dignidad colectiva, secuestrada por los copríncipes.

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