¿Qué independencia?

Si, como dicen y nos quieren hacer creer, el «sentimiento» independentista es mayoritario en la sociedad catalana, es hora de preguntarnos qué independencia queremos. ¿Una República catalana dentro o fuera de este nuevo Sacro Imperio Germánico que es la UE? ¿Un estado catalán neoliberal o anticapitalista? ¿Una Catalunya catalana o multicultural? ¿Qué derechos y deberes contemplará la Constitución catalana? ¿Qué dirá el código civil y el código penal?

 

El bloque independentista, como les gusta explicar a sus apologetas, es transversal. Pero, como es obvio, no piensa lo mismo un independentista que vota a Artur Mas, que un independentista que vota a ERC, la CUP o SI. Su extracción social, su «status» económico y su cosmogonía son muy divergentes. Discrepo de quienes teorizan que, ante todo, hay que conseguir la independencia y luego ya nos pelearemos. No nos hagamos trampas al solitario. Entre Xavier Sala-i-Martin y David Fernández, por poner un ejemplo, hay un abismo. Tampoco es lo mismo Quicu Homs que Arcadi Oliveras, aunque ambos sean independentistas.

 

Para verlo claro, es necesario que todos los líderes que llevan una «estelada» en el corazón vayan un paso más allá y expliciten qué modelo de Estado catalán tienen en la cabeza. La buena gente que salió a la Vía Catalana en defensa de un ideal concreto pero abstracto debe saber y poder elegir quién propone qué. Reclamar y ejercer el derecho a decidir sin conocer antes qué quiere decir exactamente la independencia, según la versión de Artur Mas o según la visión de Alfons López Tena, es una temeridad.

 

En este mundo globalizado e interdependiente, la independencia no lo es todo. China es un estado independiente, pero no tiene nada que ver con Dinamarca, que también es un estado independiente. El modelo constitucional británico es radicalmente diferente de la nueva Constitución aprobada en Ecuador a instancias del presidente Rafael Correa. Eritrea es un estado independiente, pero seguro que sus habitantes preferirían vivir en la Bretaña, que es una próspera región francesa.

 

Si la consulta está cerca y se supone que el «sí» a la independencia será mayoritario, es honesto que cada partido que se reclama independentista formule ya su propuesta precisa sobre los contenidos que tendrá la futura República catalana. Todo el mundo está de acuerdo: la independencia no es un fin en sí mismo, la independencia es el medio para lograr una transformación social que posibilite la mejora de la calidad de vida de los catalanes.

 

Ahora que la crisis económica se hace más y más profunda, vemos cómo en toda Europa vuelven a proliferar los discursos y los movimientos populistas, disfrazados de patriotismo localista. El «Madrid nos roba» tiene su concordancia con «Roma nos roba» (Lega Nord), «Berlín nos roba» (CSU) o «Bruselas nos roba» (Front National francés). Detrás de este neonacionalismo populista se esconden, a menudo, actitudes excluyentes y de desprecio gratuito hacia los vecinos.

 

La independencia no significa lo mismo para todos. Por eso, para evitar que detrás de la «estelada» se nos cuelen ideologías, desde mi punto de vista, democráticamente inaceptables, reclamo la máxima transparencia y concreción en los líderes de las formaciones independentistas. No me gustaría que, después del derecho a decidir, llegue a la presidencia de Catalunya una versión catalana de Viktor Orbán o de Marine Le Pen, firmes defensores de la independencia de Hungría y de Francia, respectivamente.

(Visited 57 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario