La burla de los mini-jobs

Lo que nació como complemento para personas que querían trabajar unas horas a la semana ha acontecido un símbolo de la degradación del mercado laboral
Luis María Linde, governador del Banc d'Espanya
Luis María Linde, governador del Banc d'Espanya

«Mi caso es una excepción, porque todos los extranjeros que conocemos han empezado con un minijob», dice Bernat Fargas, un manresano que lleva dos de sus 33 años viviendo en Munster (Alemania). La exepción de la cual habla este joven era una carpintería donde hacía tareas de logística con un contrato de 4 meses de prueba y 25 horas semanales cotizadas por 650 euros al mes.

«Si hubiera sido un minijob me habría tenido que pagar el seguro, que sale entre 175 y 300 euros al mes y me podrían haber despedido en cualquier momento», explica Bernat, quien ahora trabaja 40 horas semanales por unos 1.500 euros: «una miseria si se compara con el sueldo mediano de Munster, que es de 4.000 euros».

Los minijobs fueron creados para estudiantes o personas que quisieran trabajar sólo unas horas a la semana, para tener un sobresueldo o para compaginarlo con los estudios, considera Bernat. «La idea inicial era muy buena, pero por ahora, los minijobs se han convertido en una manera legal de explotación laboral, la mayoría de trabajadores de minijobs son inmigrantes, mujeres, estudiantes y gente mayor: colectivos discriminados», apunta, para advertir que sin seguro médico ni cotización, «la precarización del mercado laboral se acaba convirtiendo en un componente más de la polarización social, entre ricos y pobres que experimenta Alemania».

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