Estudiantes universitarios: ¡cuidado con los préstamos!

Las noticias referentes a la subida de las tasas universitarias, unidas a la Ley Wert y al endurecimiento de las condiciones para acceder a las becas, hacen pensar en un inicio de curso de lo más crispado. Sabemos que miles de alumnos ya han tenido que tirar la toalla por motivos estrictamente pecuniarios. Las diferencias en el Estado español son abismales y Catalunya -¡qué sorpresa!- se sitúa entre las Comunidades donde resulta más prohibitivo acabar una carrera. Además del cambio forzado de vocación o de domicilio, también hay que tener en cuenta el peligroso cebo que suponen los créditos.

 

Los 2.235 estudiantes de máster y doctorado afectados por el «Préstamo Renta Universidad ICO» todavía esperan una solución para su pesadilla particular, que se originó con la concesión de un préstamo para el curso 2010-2011. En el paro y sin perspectivas de encontrar una ocupación estable, las víctimas deben afrontar unas cuotas mensuales de 300 euros, a pesar de las numerosas irregularidades en las cuales han caído los diversos agentes implicados en la estafa. ¿Cómo afecta este callejón sin salida a la salud mental de los jóvenes? En el otro lado del Atlántico, encontramos algunas respuestas.


En una investigación realizada en 2012 en los Estados Unidos, en la cual participaron cerca de cuatrocientos estudiantes de psicología, se observó que la principal fuente de estrés de los chicos y chicas eran las responsabilidades académicas, unidas a los problemas creados por la obtención de un crédito. Por otro lado, una encuesta de la APA hecha en 2011 reveló que más de dos tercios de los alumnos solicitaban costosas ayudas en el decurso de su formación. Los graduados se llevaban un título bajo el brazo pero también se perfilaba una media de deuda que ascendía hasta los 120.000 dólares, una cifra que había crecido exponencialmente en los últimos años. Cuando se preguntaba a los estudiantes por esta carga, una parte respondía que prefería no pensar porque las preocupaciones monetarias añadían presión a los exámenes. La negación podía ir acompañada de sentimientos de vergüenza y culpa; estaba asociada a decisiones financieras erróneas y a la aparición de trastornos mentales. Así pues, se patentizaba la necesidad de recibir una asesoramiento realista, para prevenir la angustiosa espiral de la deuda acumulada.

 

Cómo siempre, hay que recordar que las cifras tienen rostro humano y van acompañadas de duras historias de vida. Los medios norteamericanos recogen testigos aterradores, algunos de los cuales desearían no haber puesto el pie en el aula, sólo para no tener que soportar durante décadas la pesada losa económica. En ocasiones, el currículum ni siquiera les ha servido para obtener un trabajo digno, a pesar de las reiteradas consignas del entorno sobre la utilidad de sufragar el vergonzoso coste de las matrículas. He aquí la cruel paradoja: el sistema los empuja a la competitividad y la educación adquiere la triste finalidad de encajarlos dentro del molde del mercado. Una vez se han seguido los pasos estrictamente marcados, en vez de tener éxito, es probable que se hundan en el pozo profundo de la precariedad. Siempre que no formen parte de una minoría cada vez más selecta, para la cual las reglas del juego son otras.

 

Para acabar con una nota de esperanza, convendría poner de relieve que las comunidades asediadas por los acreedores, en las cuales hay apoyo entre los vecinos, el estigma social es menor y el impacto psicológico no es tan severo. En conclusión: si no hacemos piña para frenar el ataque salvaje a uno de los pilares fundamentales del Estado del bienestar, la bóta del Tío Sam también nos aplastará a nosotros. No podemos rendirnos: todavía estamos a tiempo de pararle los pies!.

(Visited 35 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario