¡Es la política, estúpido!

James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la campaña de 1992, ha pasado a la historia por haber sido el inventor de la célebre frase "es la economía, estúpido!". Una exclamación que impulsó al modesto gobernador de Arkansas al Despacho Oval de la Casa Blanca y descabalgó su contrincante republicano, George Bush (pare), que aspiraba a la reelección volcándose en sus éxitos de política exterior, como el fin de la Guerra Fría o la Guerra del Golfo Pérsico, olvidándose de los problemas cotidianos y de las necesidades más perentorias de los ciudadanos. Como el Guadiana, la ocurrente frase aparece y desaparece de la política internacional caprichosamente. Así, parafraseando Carville, respondería a quienes se escandalizan por el pacto entre Esquerra y el PSOE que tiene que permitir la investidura de Pedro Sánchez: Es la política, estúpido!

El independentismo más radical, que curiosamente ahora encabeza Junts per Catalunya, hace ascos, quizás con ganas de comer, ante el acuerdo firmado por republicanos y socialistas. Escuchándolos, llegas a la conclusión que ERC ha vendido el alma al diablo y que sólo la posconvergència sabe lo que se toca. Hace gracia que ahora, los creadores de la 'puta y la Ramoneta', 'el peix al cove' y tantos otros eufemismos, sean los defensores del cómo peor, mejor. ¿Cuál es la alternativa a la investidura de Sánchez? Unas terceras elecciones generales y, probablemente, una victoria clara del PP, que sumaría votos con Vox y Ciutadans (por insignificantes, quizás no les haría falta ni estos últimos…).

La política es justamente esto, dialogar y pactar. Pactar con quien estás de acuerdo es fácil, la gracia radica en hacerlo con quienes no. Sin destapar cava ni repicar campanas -vete a saber como acabará este pacto-, el mérito está en el hecho que alguien como Esquerra, independentista de viejo cuño, se haya puesto de acuerdo con el PSOE, unionistas como los primeros, y al revés. Haciéndolo han cedido los dos, de esto se trataba.

Creía Borges que con el tiempo mereceremos no tener gobierno. Pero, hasta que esto llegue, allá y aquí, necesitamos gobiernos que sepan llevar las luces largas, pero sin descuidar las cortas; gobiernos que ambicionen el máximo, pero que no hagan como Bush y se olviden de los problemas cotidianos y de las necesidades perentorias. Me parece bien aspirar a la independencia, no es a caso ilegítimo, pero durante demasiado tiempo hemos olvidado que hay que respirar para vivir.

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