El Tramabús, aquel autobús que Podemos pasea por las calles con las caras de presuntos corruptos, corruptos confesos, sospechosos habituales y alguno que pasaba por allí, llegó a Barcelona la semana pasada. Podemos Cataluña y Albano Dante Fachin lo recibieron con todos los honores que supieron, y le prepararon una ruta «de la mafia« que pasaba por empresas públicas de la Generalitat, por la antigua sede de CDC y por La Caixa.
Pero lejos del revuelo y la polémica que causó el Tramabús cuando paseó por otras ciudades del Estado, en Cataluña ha pasado sin pena ni gloria, y se ha quedado en un acto más de partido con escaso éxito. De hecho, ni siquiera la plana mayor de Podemos Cataluña estuvo en su presentación. Y como sus socios en el Parlamento ahora no saben si son amigos suyos o no después de que Fachin intentara reventar Un País en Comú y se quedara al margen del proyecto, ninguno de ellos fue invitado -o si lo fueron, prefirieron no ir-.
Y es que cuando un partido se piensa que tiene la hegemonía de un espacio compartido y por prepotencia y estrategia partidista se enemista con sus socios naturales, pasa lo que le ha pasado a Podemos: que no le hacen caso ni para aplaudir un Tramabús. Si Fachin esperaba triunfar con esta campaña, que apunte un fracaso más.