«Que se sepa qué pasó, para que no se vuelva a repetir»

Entrevista a Rober Astorgano

Rober Astorgano

Fotógrafo, cineasta, artista visual. Ha hecho, sobre todo, cine documental. Es autor de Las Mujeres de Negro que, además de fotografía y cine, también es un libro, editado por el Observatorio de Derechos Humanos del Gobierno de La Rioja. Entre sus trabajos, hay uno dedicado a las personas refugiadas en las fronteras entre Croacia, Serbia, Grecia y Macedonia.

¿Qué es Las Mujeres de Negro?

La manera en la que empezó el proyecto y su finalidad es hacer una película documental, que ya estoy acabando. A raíz del proyecto, fui entrevistando, retratando a gente, recopilando también imágenes del pasado, documentos… De aquí surgió la exposición. También el libro que, al final, explica lo que se dice en el documental: las Mujeres de Negro, La Barranca, lo que pasó aquí, en La Rioja. Empiezo explicando, en primera persona, la historia de mi familia. El documental, el largometraje, es el fin del proyecto.

¿Qué fue lo que pasó en La Barranca, de Lardero?

Lardero es un municipio próximo a Logroño, la capital de La Rioja. Aquí no hubo un frente de guerra. Logroño cayó en 24 horas ante la ofensiva de falangistas y requetés. Aun así, 2.000 personas, civiles, perdieron la vida, víctimas de las represalias. Los fueron a buscar a su casa o a sus puestos de trabajo, los llevaron a prisiones improvisadas y, por las noches, los sacaban (las sacas) y los mataban en las tapias de los cementerios, en las cunetas… Empezaron por el cementerio de Logroño, donde los cuerpos eran enterrados en una fosa común. Allí hay identificadas 398 personas. Esto duró desde julio hasta septiembre del 36. Después, cuando la fosa se llenó de cadáveres, los empezaron a matar en un descampado, con un barranco grande, que imposibilitaba la fuga. Se trata de La Barranca, de Lardero.

¿Ha tenido algún reconocimiento especial La Barranca, como lugar, digamos, de referencia de la memoria democrática?

Aquí fueron asesinadas y enterradas en una fosa común muchas personas, de las cuales 407 han sido identificadas. Trataron, está claro, de ocultar lo que había pasado, pero las mujeres, madres, hijas de los fusilados, desde 1939, año tras año, iban, vestidas de negro, a dejar flores. Empezando por las de Villamediana, que fue bautizado como el “pueblo de las viudas”. Esto ha durado hasta hoy en día. Mi proyecto empezó precisamente con una fotografía que tenía mi abuela de su padre asesinado. El 1 de mayo de 1979 el lugar fue declarado “cementerio civil”. Único en España. No se han exhumado los cuerpos, y se decidió dignificar el lugar con este reconocimiento y la calificación de cementerio civil.

¿Fueron, como dices en el título del libro, las mujeres las que iniciaron y protagonizaron esta movilización histórica, en la medida en la que ha perdurado hasta hoy día?

Fue una iniciativa totalmente femenina. Fueron las mujeres las que empezaron a ir a La Barranca. Las Mujeres de Negro, porque llevaron luto toda la vida. Me decía uno de los entrevistados, nieto de un represaliado, que a él siempre le había parecido que aquello era una manifestación de protesta. En una situación en la que no se podía hablar, donde el silencio imperaba, ir de negro era como reivindicar la memoria, como el “no olvidamos”. Inicialmente, los hombres no se atrevían. Después, con el paso del tiempo, los años 50 y 60 estas mujeres iban con sus hijos, y después con sus nietos. Empezaron a ir también hombres…

¿La represión en La Rioja fue obra de soldados, policías o también de civiles, vecinos…?

Las denuncias eran obra de gente de la población, conocidos…, aunque los que llevaban a cabo las muertes eran militares o paramilitares. En muchos lugares, el nuevo alcalde, el rector del pueblo eran los que se encargaban de señalar a la gente, y ordenaban matar.

Dice el catedrático Ricard Vinyes, en Crítica de la razón compasiva, que lo importante, más que las mismas víctimas, que se instrumentalizan (como, por ejemplo, hace el Estado de Israel con el Holocausto), es decir “no”; coger conciencia y poner los medios para que esto no vuelva a pasar. ¿Lo compartes esto?

El último capítulo del libro, que también es el final de la película se llama “Ni odio, ni venganza”. Me ha sorprendido, positivamente, que las personas que he entrevistado (hijos a quienes les mataron a los padres, etc.), que lo han vivido en primera persona, que no tengan odio ni deseo de venganza. A mí, como bisnieto, me puede doler el recuerdo de mi abuela llorando, pero es diferente. El tiempo, es cierto, ayuda a cicatrizar las heridas. Pensaba que el rencor todavía seguía vivo, pero no. En la entrada del monumento de La Barranca, un letrero recuerda que su objetivo es contribuir a hacer que aquello no se repita. Se trata de saber lo que pasó, una cosa que aquí se ha ocultado, pero no para vengarse. Que se sepa para que no se vuelva a repetir.

¿Esto pasa más bien por la conversación, la cultura, la reflexión, la crítica…, que por leyes o decretos, aunque estos puedan ser necesarios?

Se hacen muchísimas cosas en memoria histórica, pero el problema es que todavía no se dedican suficientes recursos. Hay un tabú para hablar de estas cosas. No se ha reconocido nada y los instrumentos de la memoria histórica están desapareciendo en algunas comunidades. Hay consenso sobre las víctimas de ETA, y está bien. ¿Pero por qué estas víctimas sí y las otras no? En otros lugares se han condenado las dictaduras y sus víctimas, y ha sido así como han cerrado las heridas. La subvención para hacer la película, como la edición del libro, vino del Observatorio de Derechos Humanos, de la consejería de Igualdad del anterior gobierno de La Rioja. El PP ganó las elecciones con mayoría absoluta y el nuevo gobierno ha eliminado la consejería de Igualdad.

Más que, en fin, pedir formalmente perdón, ¿de lo que se trata es de cambiar, de crear las condiciones para que aquello no pueda volver a pasar?

Yo nací en 1982 y nunca, ni en la escuela, el instituto o la universidad, me explicaron nada sobre lo que pasó realmente el 36. Es verdad que en la transición quizás se hizo lo que se tenía que hacer, acordar una reconciliación. Pero ya han pasado muchos años, y es hora de decir la verdad, porque en caso contrario seguiremos pagando las consecuencias. Yo he podido hacer este trabajo casi por casualidad, porque tuve la suerte de poder contar con el apoyo institucional y la financiación de un gobierno que creía en lo que estábamos haciendo. Pero cambia el gobierno y se ha acabado, volvemos al mismo intento de seguir ocultando el pasado. Ahora no habría podido hablar de las Mujeres de Negro.

¿No resulta chocante la pervivencia del silencio, la justificación e incluso la defensa del golpe del 36 más de 80 años después?

No se quiere escuchar, no se quieren saber las cosas, porque no se quieren reconocer. Aquí nos conocemos todos. Sabemos, por ejemplo, de personas, que se beneficiaron y prosperaron con el franquismo, sacando del medio en muchos casos a los que los estorbaban o pensaban que lo hacían, y siguen siendo relevantes. El poder de los que expropiaron, robaron, sigue institucionalizado. Una cosa que, en cualquier caso, tampoco está cuestionada. Nadie le tomará nada a nadie, pero…

¿Y la Iglesia católica, los curas, qué papel jugaron en todo esto?

La Iglesia no dice nada porque tampoco quiere reconocer lo que hicieron. En algunos pueblos fueron los curas los que más denunciaron a la gente, estaban presentes en los fusilamientos… También es verdad que hubo lugares en los cuales no mataron a nadie precisamente porque el cura intervino y salvó vidas.

¿En las sacas, hubo sucesos especialmente penetrantes?

En La Barranca y en La Rioja, en general, la mayoría de los muertos fueron hombres. Pero también se tiene constancia de la ejecución de medio centenar de mujeres. Es verdad que, entre los hombres, la mayoría fueron víctimas de lo que podría llamarse una limpieza política. Sindicalistas, gente con ideas… Pero mi bisabuelo era carnicero, republicano, pero nada significado. Las mujeres si que fueron fusiladas por ser más avanzadas, más feministas. Una de las historias que aparecen en el documental es la de Jacqueline, hija de Marina Argentina, una francesa que vivía en Cenicero. No era maestra oficial, pero la llamaban “la maestra”, porque, afiliada a la CNT, daba clases a mujeres. Fue asesinada en La Barranca. Con la represión se quiso borrar también la cultura, el conocimiento, las ideas de emancipación y progreso. Entre los denunciantes, sin duda hubo casos personales: malevolencias, intereses, envidias…, pero siempre poniendo en medio cuestiones ideológicas. Este o aquel es anarquista, de la CNT, comunista…

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