El referéndum de Pedro Sánchez

La insólita suspensión de la actividad política anunciada y ejecutada por Pedro Sánchez el miércoles 24 de abril, para reflexionar sobre su continuidad en la presidencia del Gobierno, después de la demanda judicial presentada por el grupúsculo facha Manos Limpias contra su esposa, no solo ha causado una enorme conmoción en la sociedad española. Ha tenido un impacto directo sobre el inicio de la campaña de las elecciones al Parlamento de Cataluña y, a buen seguro, tendrá una influencia capital en los resultados de las urnas el próximo 12 de mayo.

Esta maniobra, que quedó resuelta el lunes 29 de abril, con la decisión hecha pública por Pedro Sánchez de continuar en el cargo, beneficia las opciones del candidato socialista Salvador Illa, que ya encabeza de manera destacada y unánime todas las encuestas difundidas hasta ahora. Cataluña es, por tradición, la zona más progresista de España y el embate planteado por Pedro Sánchez contra la fachosfera mediática madrileña y los núcleos de extrema derecha y derecha extrema que se han enquistado en la judicatura goza de un amplio apoyo transversal en la sociedad catalana.

Resuelto el misterio, parece obvio que, en lo que queda de campaña electoral, Pedro Sánchez participará de manera muy intensa y que su presencia en los mítines irá acompañada de una gran y enardecida asistencia de militantes y simpatizantes socialistas. Con esto, se supone que también conseguirá despertar la movilización en las urnas de los sectores procedentes de la migración española, tradicionalmente refractarios a la hora de participar en las elecciones catalanas.

De este modo, y sin menoscabar el protagonismo de Salvador Illa y del PSC, las elecciones de este 12-M se han convertido en un referéndum sobre Pedro Sánchez y todo aquello que representa: la España democrática, plural, progresista, respetuosa con la diversidad, europeísta y de espíritu republicano. Ante esta estrategia tan potente y contundente, el resto de candidatos y de partidos, incluso el mártir Carles Puigdemont, lo tienen muy complicado para hacerse oír y hacer pasar el mensaje.

Habrá que esperar a la noche del 12-M para comprobar si esta arriesgada y enrevesada operación ha salido bien. En todo caso, después de convertir el referéndum en un mantra del movimiento independentista, hete aquí que es Pedro Sánchez quien lo convoca, lo organiza y lo hace sobre su liderazgo. El baremo lo dará si las fuerzas que reivindican la independencia superan la barrera del 50% -como ha pasado durante los años del procesismo- o el ciclón Pedro Sánchez es capaz de romper esta dinámica electoral.

En la decisión de hacer frente a la fachosfera mediática y al búnker judicial, para neutralizarlos, el presidente español ha tenido muy presente la desdicha que le ha pasado a su buen amigo António Costa y al Partido Socialista portugués. Cabe señalar que Pedro Sánchez y António Costa, con la firma del Tratado de Amistad entre España y Portugal (2021), pusieron los cimientos de la Confederación Ibérica que tiene que vertebrar este hub intercontinental, el proyecto geoestratégico más potente que tenemos en el horizonte.

El líder socialista António Costa revalidó en 2022 su cargo de primer ministro de Portugal, ganando las elecciones por mayoría absoluta. Pero el 7 de noviembre del año pasado presentó su dimisión fulminante, después de que la Fiscalía lo involucrara en un presunto caso de tráfico de influencias, en relación con la concesión de unas minas de litio y la construcción de un centro de datos.

António Costa no llegó a ser imputado judicialmente, pero, para salvar la dignidad y la honorabilidad del cargo que ocupaba, decidió presentar su renuncia al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Ahora, el Tribunal de Apelaciones ha determinado que las sospechas señaladas por la Fiscalía, fundamentadas en la interpretación de conversaciones telefónicas, no tenían solidez, y que no se habían aportado pruebas que las sustentaran. Resultado: todos los encausados en la operación Influencer han quedado exonerados.

A consecuencia de la dimisión presentada por António Costa, Portugal celebró elecciones generales anticipadas el 10 de marzo pasado, en las cuales no solo el PS perdió la mayoría absoluta que tenía, sino que las ganó la coalición de derechas encabezada por el actual primer ministro, Luís Montenegro. El sacrificio de António Costa fue un gesto que lo honora como persona y como político de izquierdas y que, más temprano o más tarde, tendrá su recompensa, muy posiblemente como alto mandatario europeo.

La demanda judicial de Manos Limpias contra Begoña Gómez -a partir de las informaciones publicadas por los diarios digitales El Confidencial, Vozpópuli y The Objective– encendió todas las alarmas en la Moncloa. O se paraba de manera radical y contundente esta dinámica o a Pedro Sánchez le esperaba en la esquina un «calvario» como el que han pasado sus amigos António Costa y Lula da Silva y la dimisión forzosa.

Sin embargo, la contraofensiva lanzada por el presidente español tiene un peligro evidente para la libertad de información y de opinión, que son derechos reconocidos y protegidos en la Carta Universal de las Naciones Unidas y por la Constitución española. Y es que el gran problema de Begoña Gómez ya lo expresó, hace más de 2.000 años, Julio César, antes de divorciarse de Pompeya: «La mujer del César, además de ser honesta, tiene que parecerlo».

Del mismo modo que hay que denunciar y combatir con contundencia las fake news, el lawfare y las incitaciones al odio partidista, hay que exigir una investigación exhaustiva de las actividades privadas que ha desarrollado Begoña Gómez desde que habita en la Moncloa para aclarar todas las dudas que planean. Tengámoslo claro: la corrupción, sea de derechas o de izquierdas, es el principal cáncer de la democracia.

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