Ahora todos quieren ser Pradales

La noche del domingo al lunes, la de justo después del gol fantasma escatimado a Lamine Yamal, Carles Puigdemont soñó que era Imanol Pradales (PNV). Pere Aragonès, pese a haber apoyado a Bildu, también tuvo el mismo sueño, incluso Salvador Illa. Contra todo pronóstico (al menos, el de las últimas encuestas), el candidato del PNV ganaba las elecciones vascas imponiéndose in extremis y en votos, y empatando en escaños (27), a Pello Otxandiano (EH Bildu), quien, pese a experimentar un notable ascenso, le sobró, al menos, una entrevista en la SER. Quien durmió bien aquella noche, además de Pradales, es el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que volvía a abusar de su conocida buena suerte; lo que le falta a Pradales para llegar a la mayoría absoluta (38) se lo prestará el PSE (12), y en Euskadi todos contentos, unos porque se han salvado, otros porque han subido mucho y los socialistas porque pueden mantener sus equilibrios en Madrid, facilitando al más votado el gobierno vasco.

En Catalunya, Esquerra Republicana apostó por Bildu y Junts por el PNV, la izquierda con la izquierda y el centroderecha con el centroderecha, muy ordenado todo. Al día siguiente, todo el mundo había ganado, también; unos porque habían apostado por quienes más crecieron, y otros por apostar por los ganadores. Pero, si lo trasladamos a Catalunya, el 12-M todo el mundo quiere ocupar el puesto de Pradales, que, según las encuestas, ahora ocupa Illa, expuesto estos días al pseudojuicio de las comisiones del caso Koldo del Congreso y del Senado, una sobreexposición que veremos qué desgaste puede provocarle.

En clave catalana, puede llamar la atención que en Euskadi nadie reclame un pacto de gobierno independentista; el PNV y Bildu suman, sobrados, una amplísima mayoría absoluta (54 de 38). Si eso fuera Catalunya, Bildu recibiría todas las presiones del mundo para pactar con el PNV. Por otro lado, el pacto que todo el mundo acepta con pasmosa naturalidad, el de los nacionalistas del PNV con los socialistas, aquí sería visto poco menos que una traición, y de las gordas. Claro que, en Euskadi, pese a esta abrumadora mayoría independentista, nadie habla de independencia, porque los vascos son gente de orden, y en esa disposición, ahora no toca. Somos los catalanes a los que, como ha quedado claro, nos gusta poner el carro delante de los bueyes.

Celebradas las elecciones vascas, ahora tocan las catalanas. Igual nos iría bien tomar alguna nota de lo que pasa más allá de nuestro ombligo…

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