«La IA tiene ya una penetración brutal en el mundo del periodismo»

Entrevista a Antoni Vidal

Antoni Vidal

Por encima de cualquier otra consideración, se siente periodista. Y, ligado a esto, destaca su actividad como docente en la UAB. Ha sido director de varios centros de RTVE. Con Armand Balsebre, ha publicado Darwin en el desván, que plantea como el progreso tecnológico no significa, axiomáticamente, progreso humano. Ahora sale en las librerías El último periodista (Marcombo).

¿Por qué “el último periodista”?

El título no significa, necesariamente, que los periodistas dejen de existir y que estemos ya en el último tramo, pero sí que es una llamada de atención, en el sentido de que el periodismo y los periodistas, como los hemos conocido, están en transición hacia nuevos conceptos, y hacia un nuevo rol del periodista. Porque, francamente, la inteligencia artificial (IA) es realmente muy peligrosa. Sé que suscita escepticismo: esto no superará nunca al ser humano, etc. Pero se tiene que constatar que la IA ya tiene una penetración brutal en el mundo del periodismo. Una encuesta reciente de la London School of Economics sobre IA en 105 empresas de comunicación señala que el 75% lo utilizan en el primer paso del ciclo informativo, en la recopilación de noticias. Y el 90% lo hacen en el siguiente paso, en la producción de la noticia. Esto ilustra que realmente está cambiando radicalmente el periodismo que hemos conocido hasta ahora.

¿Cómo definirías el periodismo “tal como lo hemos conocido hasta ahora”?

De periodismo y periodistas hay de muchas clases, pero yo, personalmente, he vivido el periodismo (con todos los errores que todos cometemos) a partir de una independencia, que he intentado que fuera insondable, total. Me he tenido que enfrentar, sobre todo como director de un medio, con situaciones en las que he tenido que absorber presiones, que nunca he trasladado a los redactores, la gente que trabajaba en mis equipos. Y, cuando yo era redactor, he tenido directores que han actuado del mismo modo. Siempre ha existido el periodista honesto e independiente, dentro, está claro, de unas coordenadas aceptables, consensuadas. En periodismo no existe la independencia absoluta, pero sí que hay unos principios básicos incontestables.

En este “hay de todo en los medios”, al que te referías, se manifiesta la divisoria público-privado. En el primer caso no resulta muy difícil de entender. ¿En el segundo bastante menos?

Siempre he pensado en la necesidad de la coexistencia entre un sector de medios público y otro privado, en el sector de la comunicación. Es una cosa que le aporta energía, vitalidad. Nunca me ha parecido conveniente, ni razonable, potenciar los medios públicos en detrimento de los privados. Los dos suponen una riqueza en el pluralismo informativo. Pero, para mí, hay una diferencia sustancial entre los dos: los medios públicos están obligados a mantener el pluralismo y a dar cabida a todas las voces de la sociedad.

En cualquier caso, ¿la comunicación de naturaleza privada, mediatizada por los intereses del editor, la publicidad, los negocios, la política…, no tiende, digamos, a instituirse casi en la antítesis de la objetividad?

En el libro se comenta que, a veces, es fácil condicionar la voluntad y la orientación periodística de un medio, a través de, por ejemplo, la publicidad institucional. Solo hay que ver las enormes partidas de dinero que van a parar a publicidad directa o a subvenciones a privados. En España pasa de manera generalizada. Y esto realmente es muy condicionante.

¿Qué se puede decir de la unanimidad, casi sin rendijas para la disidencia, con que nuestros medios tratan grandes acontecimientos como, por ejemplo, la guerra de Ucrania?

Es el fenómeno de la homogeneización. El porqué una serie de mensajes siguen una línea ideológica idéntica. Es una cosa constatable. En cualquier caso, siempre existe un pensamiento dominante que se cuela inmediatamente en los valores del periodista. Una cosa predeterminada, a su vez, por grandes parámetros ideológicos, culturales. Aunque suene a exageración, en Europa inventamos la democracia. Los valores de la Ilustración y del periodismo democrático emanan del liberalismo democrático. Así, aunque queramos corregirlo y ampliar el foco de visión hacia el mundo, estamos muy condicionados por eso. Nuestra cultura no es la misma que la de otros lugares. A veces somos etnocéntricos, pero yo tengo que reconocer que soy muy europeísta, a pesar de que he criticado su burocracia.

Con el abaratamiento y las facilidades que ofrecen las tecnologías digitales, ¿cómo se explica que no aparezcan y se desarrollen formatos como las hojas, libelos, folletines, gacetas…, que tanto éxito tuvieron con la aparición de la imprenta?

Se está evolucionando de una manera que se aleja de esto, y en primer lugar del apoyo escrito. Se aleja del pensamiento complejo, del que incita a reflexionar. El mundo de los tiktokers, influencers, etc., se impone ante el de la escritura escrita, que sufre una crisis profunda. Por eso, en el prólogo del libro digo que hay que poner en valor el apoyo escrito, tanto el diario, como el libro. Por qué? Porque, entre otras cosas, he vivido con los alumnos la transición del papel escrito al móvil, y reivindico la función de la escritura como organizadora del pensamiento. Ahora, todos escribimos en el móvil. La asimilación por pantalla es menor que la que se tiene leyendo un libro o un diario. Cuando se publica un libro, pasan meses desde que se escribe hasta que se publica. Una cosa que puede hacer que sea obsoleto, y más en el supuesto de que, como es este de lo que hablamos, trate de tecnología. Buscando cómo ir actualizando la obra periódicamente encontramos a Marcondo, la única editorial, creo, que hace esto.

Se contrapone mucho el escrito al digital, al referirse a la comunicación, ¿pero donde se puede situar, más allá de este dualismo, el periodismo audiovisual?

En el libro también hacemos una diferenciación entre lo que es el lenguaje sonoro y el audiovisual. El primero, cuando crea imágenes auditivas tiene una gran fuerza, porque el cerebro complementa lo que está escuchando. Cuando se habla de la magia de la radio, no es nada más y nada menos que este proceso neuronal. El lenguaje audiovisual siempre tiene que aunar el componente sonoro con el visual. El primer medio que inició cierta disrupción fue la televisión, cuando el telespectador necesitaba fijar la atención para poder asimilar lo que veía y sentía. Esto ha evolucionado ahora hacia mensajes muy cortos y, sobre todo, de ir pasando pantallas. Con esto, la adicción es enorme y la insatisfacción todavía más grande.

¿Se puede percibir hoy en día, de alguna manera, el escenario de la comunicación pública de nuestros bisnietos?

No podemos ser deterministas. Será, en cualquier caso, muy diferente. Creo que enlazará la IA con el metaverso. Entonces, perderemos todo contacto con la realidad material. No me gustaría ser pesimista, pero reconozco que sí que se desprende cierto pesimismo de lo que digo. Bien es verdad que no se puede contemplar el futuro desde una visión que prejuzgue, pero lo que parece incontestable es que la misma sociedad será completamente diferente. Las ojeras de visión Pro, que acaba de poner en el mercado Apple por unos 4.000 dólares con todos sus complementos, hacen que veamos a gente por la calle moviendo las manos, escribiendo, leyendo… Los implantes de Neuralink, la empresa de Elon Musk, serán físicos, primero, y orientados a solucionar problemas médicos, pero a nadie se le escapa que podrían utilizarse para controlar el cerebro de las personas. Y, probablemente, en el futuro podrán ser implantados mediante ondas.

En este panorama, ¿qué representa y cómo opera, actualmente, ChatGPT?

ChatGPT es la gran eclosión de la IA generativa. La inteligencia artificial existe desde los años 40, y fue en los años 50 cuando se estandarizó el concepto. Era una inteligencia artificial simbólica, así se dijo, porque lo que introducía eran grandes procesos de cálculo, de revisión, sistematización; de imponer rutinas, por ejemplo, en el mantenimiento de centrales nucleares. Fue un logro, una cosa que la tecnología hacía mejor que las personas. Todo esto basado en un alto proceso de cálculo. Pero la eclosión de la IA aparece con la inteligencia generativa, o neuronal. Su objetivo es clonar al cerebro humano y superarlo. Y este es el gran reto y la preocupación que genera. La UE habló de considerar a los robots como personas electrónicas. Una cosa que levantó grandes críticas. El transhumanismo, según uno de sus grandes ideólogos, Nick Borstrom, propone educar a los robots con valores humanos. En cualquier caso, nosotros hemos conocido la transición tecnológica más grande de la humanidad, que va desde la invención de la radio, pasando por la televisión, a la inteligencia artificial.

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