Ucrania, dos años después con Putin más fuerte

Este sábado se cumplen dos años del intento de invasión rusa de Ucrania, lo que entendemos como Guerra de Ucrania, y estos días también hará diez años del inicio de lo que se conoce como Guerra del Donbass y de la anexión rusa de Crimea. Más allá del fracaso militar y de inteligencia de lo que Putin llama Operación Militar Especial que comenzó la madrugada del 24 de febrero de 2022 con la intención de derrocar al gobierno europeísta y pro-occidental de Volodomir Zelensky, el viento sopla cada vez más a su favor ya que en un régimen autoritario y sin libertad de prensa, el fracaso y los miles de muertos no tienen por qué pasar factura si se controla los medios y las redes, se elimina la disidencia y se mantiene las neveras de los ciudadanos mínimamente llenas.

La Unión Europea y Estados Unidos respondieron con firmeza al intento de invasión de hace dos años, dando ayuda militar y económica a Ucrania e imponiendo sanciones a Rusia. Pero las sanciones ni han debilitado a Putin ni han afectado de forma sustancial al bolsillo y al día a día de los ciudadanos rusos. Y los cerca de cien mil soldados rusos y miembros de las milicias pro-rusas del Donbass muertos en combate tampoco afectan a Putin que, controlando con mano de hierro la información que se da de la guerra, evita que los funerales y retornos de cadáveres tengan eco en las televisiones y las redes sociales. Como tantas veces ocurre, un régimen autoritario que controla la prensa no tiene por qué verse afectado por los fracasos y las muertes si no vacían los bolsillos de los ciudadanos. Y algunos de los países emergentes como Brasil, Sudáfrica o India se negaron a condenar la invasión u optaron por una neutralidad que beneficiaba a Rusia permitiendo mostrar a Putin que no estaba aislado.

La Unión Europea ha aprobado este días un nuevo paquete de ayudas a Ucrania de 50.000 millones de euros, pero mientras los donantes se quedan sin municiones para rearmar a Ucrania, muchos estados miembros se niegan a incrementar su presupuesto de Defensa y ponen pegas a perder más soberanía con una futura política de defensa común. El evidente fracaso inicial de Putin que creía que la columna de blindados que desde la frontera bielorrusa se disponía a entrar triunfante en Kiev, donde pensaba que la población los recibiría como liberadores, y la inesperada capacidad de resistencia de los ucranianos, así como la determinación de buena parte del mundo en condenar la agresión, generó el espejismo que ataques a la integridad de un estado soberano fracasarían, al igual que después de la guerra de Bosnia y Kosovo se decía que ya no se producirían más limpiezas étnicas de gran alcance en ningún lugar del mundo, ni bombardeos de barrios residenciales de las ciudades. Pero al igual que en África o Asia se han continuado produciendo limpiezas étnicas -por ejemplo la de los rohingyas en Myanmar, por no hablar de lo que hace Israel en Gaza sin que nadie pueda detenerlo- Putin sabe que , a pesar del fracaso inicial en Ucrania, nada le hará renunciar a Crimea ni tampoco retirarse del Donbass ocupado. Y sabe que el reloj puede ir a su favor a medida que se avecinan las elecciones americanas de noviembre de este año de las que probablemente saldrá ganador Donald Trump si ningún juez logra inhabilitarlo para presentarse. Asaltar el Capitolio de un país que decía ser la democracia más antigua y más consolidada del mundo puede resultar gratis para quien incitó a ello. Y, evidentemente, si Trump recupera la presidencia, la ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania se acabará.

El asesinato de Aleksei Navalni en una cárcel no sólo confirma la deriva autoritaria de Rusia, en la que no hay espacio para criticar a Putin, sino que es un ejemplo paradigmático de cómo acaban quienes hace una década, cuando todavía se creía que Rusia era una democracia, intentaron hacer algo fundamental en cualquier sistema democrático, como intentar presentarse a las elecciones y ganarlas. De momento el 15 de marzo se celebrarán elecciones presidenciales en Rusia y Putin ganará por goleada, entronizándose como el zar de una Rusia que sólo él puede salvar y que gobierna cada vez con más mano de hierro desde 1999 cuando fue nombrado Primer Ministro. En cambio Zelenski dos años después de liderar la heroica resistencia, ve su liderazgo debilitado con una población cansada. Fracasada la ofensiva de la pasada primavera ha tenido que retirarse hace ocho días de la ciudad Avdivka que Putin ha recibido como una confirmación de su victoria. Y Zelenski sabe que si intenta negociar un alto el fuego permanente dando por válidas las líneas actuales del frente, y Rusia se queda Crimea y el resto de país ocupado, puede pasar a la historia de Ucrania como un perdedor. Pero si no lo hace, y no recibe más armas de Europa y Estados Unidos, la línea del frente en base a la que más tarde o más temprano habrá que negociar, estará más cerca de Kiev.

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