El miedo a los demás

Las personas que tenemos cierta edad recordamos que cuando éramos chavales, el mayor miedo que nos podía provocar cualquier adulto o familiar era sentir que, si no nos llevábamos bien, venía el hombre del saco, una figura misteriosa y maléfica, que no sabíamos lo que nos haría si nos cogía, pero teníamos claro que no sería nada bueno. También nos asustaba mucho que quisieran llevarnos al “cuarto” oscuro, donde no había, creíamos, ninguna luz ni ninguna esperanza de sobrevivir.

En el “cuarto” oscuro, la oscuridad, las tinieblas o vete a saber qué, era lo que podíamos encontrar en aquel lugar maldito al que querían llevarnos. No sabíamos qué nos esperaba, ni entendíamos por qué los adultos se empeñaban en querer enviarnos a este sitio tan horrible.

Evidentemente había otros instrumentos para hacernos débiles y atemorizados. En los cuentos para niños y niñas, por ejemplo, siempre había unos personajes o bestias malas y malvadas que nos complicaban la vida a las criaturas inocentes si no respetábamos las instrucciones de los personajes buenos, aunque no lo fueran para nosotros. Estos eran los recursos, entre otros muchos, que utilizaban algunos adultos para controlarnos y castigarnos.

Susana Alonso

En el contexto actual, todavía están los que quieren hacernos creer que nuestros problemas son causados por los que vienen de fuera, personas malas y malcaradas. La derecha catalana, como ya lo hacía la derecha españolista, hemos visto cómo quiere aprovechar el discurso del miedo para conseguir más votos. Este discurso es falso y engañoso y sólo busca desacreditar a quienes defienden una sociedad más justa y solidaria. Quienes pronuncian este sermón son los que se benefician de la explotación y la desigualdad, y que no quieren renunciar a sus posiciones de poder y riqueza.

Por eso, quienes escuchan este discurso son los que no quieren perder sus privilegios y los que se dejan manipular por la propaganda y los medios de comunicación al servicio de los intereses de la élite. Quienes rechazan este discurso son los que tienen conciencia de clase y luchan por un cambio social y político que garantice el derecho a una vida digna para todos.

Este discurso chapucero y mentiroso sólo lo comprarán quienes quieren continuar con sus privilegios y les importa poco o nada el bienestar de las clases populares. Los migrantes son personas que tienen derecho a buscar una vida mejor, al igual que nuestros antepasados hicieron en el pasado. Los migrantes no son una amenaza, sino una oportunidad para enriquecer nuestra sociedad y cultura. Y no olvidemos a los que llegan, huyendo de situaciones de violencia y opresión, que necesitan nuestra solidaridad y acogida. No caigamos en el racismo y la xenofobia que nos quieren imponer desde la ultraderecha.

Resulta paradójico que quienes niegan la igualdad de oportunidades y vulneran los derechos humanos sean quienes más nos infunden el miedo a los demás. Manipulan a la gente con sus mentiras sin importarles las consecuencias y se aprovechan del silencio cómplice de quienes no se atreven a cuestionar sus falsedades para darles veracidad sin prueba alguna. Así, logran su objetivo de controlar la situación e imponer su voluntad.

Cataluña siempre ha sido una tierra abierta y hospitalaria, de oportunidades y convivencia, que sabe que la diversidad es una riqueza y no una amenaza. Por eso, es imprescindible rechazar los discursos del odio y la intolerancia que promueven los sectores más reaccionarios y los nacionalismos identitarios excluyentes de la derecha, con un discurso integrador que defienda la cohesión social y la convivencia. Les guste o no, somos y seremos un país diverso y acogedor.

Es cierto que la sociedad catalana tiene una identidad propia, pero también lo es que es inclusiva y solidaria, que no se deja manipular por las falacias de quienes quieren dividir y enfrentar a las personas que vivimos en Cataluña, ya que todos y todas somos catalanes.

Posiblemente con este comportamiento de las organizaciones reaccionarias, lo que quieren es hacernos olvidar que los verdaderos responsables de los problemas reales de la mayoría de la ciudadanía son los que nos han gobernado y no han sabido o no han querido solucionarlos, puesto que sólo han actuado pensando en los poderosos que se benefician de su gestión. Por eso, nos dicen, una y otra vez, que si no tenemos oportunidades laborales o de acceso a la vivienda, o si sufrimos las deficiencias de los servicios públicos, como la salud o la educación, es por culpa de los inmigrantes. Pero no nos dejaremos engañar.

Todos sabemos que la mejor garantía de futuro para Cataluña es que sea un territorio pleno de oportunidades para todos sus habitantes, vengan de donde vengan.

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