«Solo erradicando las violencias estructurales se puede conseguir la paz»

Entrevista a Pere Ortega

Pere Ortega

Militó en la izquierda comunista. Con el referéndum de entrada de España en la OTAN, en 1986, orientó su activismo hacia cuestiones relacionadas con la paz, el militarismo y el armamentismo. Autor de numerosos estudios, entre otros libros ha publicado Dinero y militarismo y Economía de guerra. Fue fundador de Centro Delás de Estudios por la Paz. Ahora publica La fuerza de la paz (Icaria Editorial).

Fuerza y paz, ¿conceptos muy avenidos?

La paz es un concepto que abraza todo el mundo. Desde la derecha más extrema hasta la izquierda radical, todos dicen estar a favor de la paz. La cuestión está en el hecho de que no todos lo entienden del mismo modo. Hay algunos que prefieren la paz de los cementerios, por decirlo de alguna manera. Es decir, que creen que la paz se puede imponer a través de la guerra, de levantamientos armados, o incluso que las revoluciones de izquierdas se pueden hacer también a través del uso de la fuerza militar. En cualquier caso, la paz como principio tiene mucha fuerza. Los que se han significado luchando por la paz han desobedecido gobiernos cuando infringían reglas morales; han propuesto alternativas ante las injusticias, y han optado por la libertad como signo moral.

Del recorrido que hace el libro por referentes de la paz significativos, ¿con cuál nos podríamos quedar, especialmente?

Aunque no lo parezca, este libro es autobiográfico, no sobre mi persona, sino sobre mi pensamiento. Las personas de las cuales hablo (Thoreau, Gandhi, Camus, Brecht, Galtung, Hannah Arendt…) son las que más han influido en la construcción de mis ideas sobre la paz. No son las únicas ni las mejores. Entre ellas, Gandhi es, sin duda, quien representa el pensamiento social y político a favor de la paz más importante en la historia de la humanidad. Aunque se basa en autores anteriores, como Thoreau, padre de la desobediencia civil, cuando el gobierno de los Estados Unidos lo obligaba a pagar impuestos en pleno esclavismo (además, había una guerra de agresión para anexionarse los territorios de California, Nuevo México y Arizona). Gandhi estudia también el hinduismo y el pensamiento de algunos utópicos ingleses, partidarios de una paz naturalista. Trabajó en Sudáfrica, con un régimen prácticamente esclavista. Llega así a la conclusión de que por métodos violentos no podrá llegar nunca a doblar el dominio de las clases opresoras. Que la única manera de llevar a cabo una revolución social era a través de la no-violencia. India, decía, está sometida a un imperio colonial porque los mismos hindúes están dispuestos a aceptarlo. Solo desobedeciendo conseguirá independizarse.

¿Existe, como se acostumbra a decir, una violencia legítima?

Existe, y las Naciones Unidas así lo reconocen, el derecho a la legítima defensa. Si eres agredido, tienes el derecho a defenderte. Esto también lo sostenía Gandhi. “Prefiero, decía, un violento que a un cobarde”. Pero una cosa es la agresión en el ámbito interpersonal, la reacción lógica de lo que es intentar defenderse o defender a los tuyos, y otra en los Estados. Estos tienen posibilidades de evitar la violencia a través de la diplomacia, compartiendo la seguridad, cooperando en acciones culturales, económicas, comerciales… De todos modos, si cuando se produce una agresión se responde con más violencia, se puede generar una espiral de la cual es difícil salir. Una cosa posible en el ámbito personal y también en los Estados, que así pueden llegar a la guerra. Es muy importante tener en cuenta que sí que puedes recurrir a la legítima defensa, pero cuenta con la respuesta. Por eso se habla de la proporcionalidad. Ante una actuación violenta hay que responder con cierta proporcionalidad. Si te clavan un disparo y respondes echando una bomba atómica…

A propósito de lo que comentas, ¿que se puede decir de lo que en este momento está pasando en Gaza?

Cualquier conflicto, cualquier guerra, tiene unas causas. Solo si se actúa sobre estas se puede evitar la confrontación armada. Aquí, las causas vienen de la creación del Estado de Israel en un territorio donde ya había una población semita, como la de los judíos, que no se respetó. Aquí empezó un apartheid, por llamar de alguna manera a la expulsión de unos 700.000 palestinos de sus lugares de residencia. Esto generó una resistencia, violencias, que desde entonces continúan. Cuando Hamás lanza, el 7 de octubre pasado, un ataque contra población judía, que hay que condenar evidentemente, la respuesta ha sido igualmente brutal. Pero hay que entender las causas de este 7 de octubre: las violencias anteriores ejercidas por Israel sobre los palestinos, especialmente en Gaza, que ya era un campo de concentración. Como muy bien dijo el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, la acción no se explica sin plantearse la opresión del pueblo palestino, y de cómo el Estado de Israel no cumple con las resoluciones de Naciones Unidas. La respuesta desproporcionada de Israel, con esta hecatombe, exterminio, por no decir genocidio, sobre la población gaziana creo que es condenable. Y esto genera todavía más odio de los palestinos hacia Israel y los judíos. Seguro que tendrá respuestas violentas y que no nos extrañe que pasen en países occidentales, por haber apoyado a los EE. UU. y al Estado de Israel en esta masacre de Gaza.

La asociación de la paz a la religión no contribuye a “espiritualizarla”, asociarla a cierto buenismo, que le puede tomar garra, ¿sentido práctico?

La paz es espiritual, pero no es buenismo. La paz es un concepto que se expresa de dos maneras. Por un lado, es una cosa un poco mítica porque no se conseguirá si antes no se consiguen otra serie de cosas que la determinan. Podemos considerar que la paz es de segunda generación. No habrá paz si antes no consigues justicia social y económica…, si no tienes los derechos humanos muy desarrollados, igualdad en el ámbito de género, si no hay respeto por la naturaleza… Si no existe todo esto, nunca se conseguirá la paz. Solo erradicando las violencias se puede conseguir la paz. Se trata de un bien casi utópico, pero que nos empuja a todos. Hay que tener en cuenta que todas las religiones rechazan la violencia y consideran que la paz es un bien superior. Es cierto que muchas religiones, en nombre de la paz, han hecho guerras, pero en la esencia de la religión está la paz. En el cristianismo hay muchos pacifistas porque son seguidores del Evangelio. Jesucristo, en el Sermón de la Montaña, proclama que solo los que vivan en paz con su espíritu conseguirán el reino de los cielos. Reino que es el socialismo. Tenemos que considerar que podemos aspirar al socialismo, al menos la gente que somos de izquierdas, porque en él se habrán eliminado todas las violencias. Cosa que no pasó en ninguna de las revoluciones que se han hecho en nombre del socialismo.

¿Qué opinión te merecen los que podríamos calificar como “profesionales de la paz” como, por ejemplo, Tony Blair?

Tony Blair fue uno de los que estuvieron a favor de llevar a cabo la guerra de Irak, junto con Bush y José María Aznar: el trío de las Azores. Por lo tanto, de profesional de la paz, nada. Es de los que actúan según el concepto de “paz liberal”. Para ellos, la paz se impone a través de la violencia. Se han dedicado a democratizar los Estados y ha sido un absoluto fracaso en Irak, Afganistán, Libia… Tienen una idea de la paz que se tiene que imponer a través de la violencia, sobre todo armada, y, en consecuencia, de la guerra. Hay también otros que se dedican con mucha obstinación a la paz, como Desmond Tutu, Nelson Mandela o Martin Luther King, que han actuado, digamos, como profesionales de la paz, porque se han ganado la vida luchando por la paz. Este es, por ejemplo, el caso de Galtung, que todavía vive, y es uno de los académicos que más profundamente se ha dedicado al estudio de la paz. En este sentido, puede ser considerado un profesional de la paz.

Una cosa que, en cualquier caso, ¿quizás habría que distinguir de los mediadores o intermediarios en conflictos?

Está bien que existan. Ojalá hubiera muchos centros de mediación. En Europa, en 1991, Mikhaïl Gorbachov, un hombre de paz, vio que había que acabar con la guerra fría entre los EE. UU. y la URSS, y cruenta en la periferia, como en Vietnam, y optó por frenar la carrera armamentística y avanzar en la seguridad compartida. Así nació la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), y se disolvió el Pacto de Varsovia. Cosa que no se hizo con la OTAN, sino todo lo contrario. Esto es mediación. Hay que estar a favor de estas mediaciones. Lo que pasa es que si después, hay que decirlo, se traicionan los acuerdos y se sigue con el militarismo, el belicismo, tanto la OSCE, como Naciones Unidas, acaban no sirviendo mucho de nada.

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