«El Níger quiere decidir quiénes son sus socios preferentes»

Entrevista a Alex Anfruns Millán

Alex Anfruns Millán

Profesor de español en Casablanca. Investiga el derecho al desarrollo desde una perspectiva panafricana. Ha escrito sobre las guerras y los intentos de golpe de Estado en Mali, Siria, Venezuela y Nicaragua. Es coautor del documental Palestina: la verdad asesinada. Ahora publica Níger: ¿Otro golpe de Estado… o la revolución panafricana? (El Viejo Topo).

En el Níger, como titula tu libro, ¿otro golpe de Estado o la revolución panafricana?

Hago esta interrogación inicial dirigida al lector porque es necesario, pienso, salir de una visión maniquea. Serían las dos cosas. Por un lado, un golpe de Estado, que no se puede negar. Hay un actor, que es el estamento militar, que interviene para interrumpir la acción de un gobierno constitucional. Golpe que yo califico de nacionalista, en la medida en la que defiende la soberanía de Níger, considerando que el anterior presidente había sido deslegitimado para gobernar por su actitud ante el terrorismo. Los militares están en contacto con la realidad en la triple frontera de Mali, Burkina Faso y el Níger.

¿Terrorismo del ISIS…?

En parte, porque a este hay que añadir grupos separatistas tuaregs. En el libro planteo que si se produce el golpe de Estado del 26 de julio es porque el presidente derrocado, en lugar de cooperar con los gobiernos de Mali y Burkina Faso, que es donde están los focos del terrorismo, decide mantener la visión, la doctrina, de la lucha antiterroristas promovida por Francia. Una decisión radicalmente opuesta a los enfoques de los militares autóctonos. Sobre todo, después de haberse constatado reiteradamente que Francia, en lugar de combatir el terrorismo, lo ha estado instrumentalizando en beneficio propio. En este sentido, los militares de Níger decidieron sumarse a los esfuerzos de los de Mali y Burkina Faso para hacer frente a la situación, con más probabilidades de éxito. En cualquier caso, también hay que tener en cuenta que el golpe fue incruento.

¿Cómo se explica, en fin, la cronificación del terrorismo en la zona y la chocante inoperancia de los militares franceses? ¿Puede ser que mantener activo un conflicto armado en la zona resulte beneficioso para Francia?

Hay una tendencia histórica que el imperialismo no puede parar. ¿Cuál es el balance de la intervención del imperialismo occidental en Irak o Afganistán? Tratar de impedir que estos países establecieran acuerdos con socios que se consideraban contrarios a sus intereses. Pero esta es una realidad imparable. Los países, también los africanos, quieren coger las riendas de su destino y decidir quiénes son sus socios preferentes en función de sus intereses.

La información occidental dominante presenta al Níger, y en general a toda la zona, como un universo remoto, caótico, incomprensible… ¿Responde esto a la realidad?

En el Níger, como en muchos países del sur, la economía es informal. Las empresas públicas pudieron obtener ingresos procedentes del uranio, en particular. Un estrato de la población, los funcionarios, se han beneficiado de las empresas públicas. Pero el sector absolutamente dominante sigue siendo la agricultura. No hay una industria significativa. La situación de la gente es muy mala. De 27 millones de habitantes, más del 42% se encuentran en la extrema pobreza. El analfabetismo afecta a una de cada seis personas. Comento en el libro cómo puede ser que, por un lado, haya tanta riqueza, recursos, y de la otra se viva en una situación insoportable. Una cosa que en el caso de las mujeres adquiere proporciones todavía más alarmantes. En este sentido, sería importante que el feminismo mundial se interesara por la situación en el Níger.

En este contexto, ¿son quizás los militares el segmento más estructurado, organizado, con más posibilidades de intervención, cosa que ya se puso de manifiesto en las luchas anticoloniales?

Los militares han cumplido una misión histórica en muchos procesos de descolonización. Una cosa que ahora converge con algunos movimientos contra la corrupción, que se han desarrollado en los últimos años, sobre todo en la lucha contra las privatizaciones, y también contra el terrorismo. Pero el actor capaz de hacer el cambio y de ofrecer una orientación a la defensa de la soberanía nacional ante el imperialismo es el ejército. Nos guste o no. Ante la visión simplista e interesada que se difunde en Occidente, no se tiene que perder de vista el contexto. Estos militares no surgen de la nada. Han vivido la historia de sus países, desde las falsas independencias, las independencias nominales. Francia, desde el primer minuto de la descolonización, pone en marcha un mecanismo que ata de pies y manos a los nuevos países, supuestamente independientes. Los militares esto lo conocen, y también que los intentos de recuperación de la soberanía nacional han sido sistemáticamente saboteados por la antigua potencia colonial. Tienen muy claro cuál es su misión histórica.

La presencia de Rusia en la zona tampoco es tan nueva, si se tiene en cuenta que la Unión Soviética, directa o indirectamente, jugó un papel significativo en los procesos de descolonización…

Sí, la Unión Soviética jugó cierto papel, no en todos los países igual. Durante la guerra fría, antes de que se produjeran las independencias formales, sí que circuló el fantasma de que los soviéticos estaban detrás de los movimientos nacionalistas. Hay que desmontar la idea de que Rusia, ahora, y antes la URSS están detrás de los movimientos soberanistas. Algunos líderes africanos de los años 50 viajaron a la Unión Soviética, pero no estuvieron sometidos a su visión, ni cumplieron órdenes. En algunos casos, la proximidad con los soviéticos permitió comprobar que era posible otro tipo de colaboración, diferenciada de la que imponían las metrópolis.

¿Y el amigo americano qué papel juega en el Níger y en los países de la zona?

Los Estados Unidos tienen bases en todo el mundo, y ejercen un imperialismo menos torpe, digamos, que el de Francia. Porque Francia se tiene muy creída esta idea de su misión civilizadora, la francofonía. Que la cultura francesa es superior. Cierta mirada miope sobre la realidad. Obviamente, a los Estados Unidos les gustaría que algunos militares (que conocen bien el ejército norteamericano, porque es quien los ha adiestrado) se pusieran de su lado. Una cosa que no parece obvia, porque, de vuelta a sus países, los militares piensan y tienen intereses propios. De hecho, tropas norteamericanas estacionadas en el Níger se han desplazado del sur en el norte. De los 1.100 soldados estacionados con que contaban los EE. UU. ahora quedarían unos 600. El ambiente dominante en el país está claramente en contra de toda presencia militar extranjera.

¿Constituye Francia en la África Occidental un ejemplo muy acabado del que entendemos por neocolonialismo?

En el libro cito uno de los momentos decisivos que han formado a esta nueva generación de militares panafricanistas. Fue cuando Francia impidió al ejército de Mali entrar en Kidal. Esto habría contribuido a recuperar cierta soberanía. A partir de aquí, los militares entendieron que eran ninguneados, que estaban desamparados. En la medida en la que no poseían el armamento y los recursos necesarios para hacer frente al terrorismo islámico. Esto impulsó la idea de poder establecer acuerdos con terceros, con otros socios que no fueran solo Francia. No solo en el plan militar, sino en ámbitos económicos, culturales… monopolizados por el neocolonialismo, del cual se han aprovechado multinacionales, que ahora están haciendo las maletas, como las ha hecho el embajador francés.

Se dice que el 80% de la electricidad que se produce en Francia se hace con el uranio procedente del Níger. ¿Estará dispuesta Francia a admitir nuevas reglas de juego en la explotación de este recurso, o no tendrá más remedio que hacerlo?

Estamos en un escenario de golpe militar que ha puesto las cartas cara arriba. Francia ha desplegado toda su panoplia diplomática y mediática para justificar una intervención militar, pero no lo tiene nada fácil. Evidentemente, Francia no renunciará a su privilegio histórico, pero no le queda más remedio. El Níger, Burkina Faso y Mali han entrado en una dinámica federalista de los Estados del Sahel. Cosa que hace más improbable una intervención. Ya no se trata solo de hacerlo en un solo país, aislado, sino en toda la región, donde el malestar se extiende en países como Senegal, tradicionalmente muy dependiente de Francia. Ante las sanciones contra el Níger promovidas por los EE.UU., la UE, Francia…, que incluyen impedir la llegada de alimentos y medicinas, Burkina Faso está aprovisionando al país.

¿Y el papel de China, del cual se habla tanto?

Los países africanos ya están, en los hechos, en una realidad muy diferente. El papel de socios como Rusia o China está muy consolidado. Naturalmente, tienen intereses propios, pero sus reglas de juego son otras, basadas en cierto beneficio mutuo.

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