La sombra del Kremlin enturbia el futuro del eurodiputado de Junts y expresidente catalán

En el partido postconvergente intentan salvar a su líder, pero saben que si hacen caer a Pedro Sánchez, un gobierno de PP-Vox enterraría la ley de amnistía

Jordi Turull, Anna Terra, Carles Puigdemont y Laura Borràs, a Waterloo

Las alarmas se han encendido en las filas de Junts per Catalunya (JxCat) después de que la justicia haya empezado a rodear Carles Puigdemont. El partido que preside Laura Borràs quiere blindar completamente a su máximo exponente, expatriado a Waterloo (Bélgica), bajo todos los conceptos y ha sometido el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a una prueba de fuego. El rechazo del primer texto de la ley de amnistía es solo el comienzo de un asedio que pretende vender una imagen pública que revalorize ante el electorado de Junts, un partido en horas bajas, con su presidenta condenada por corrupción y su mejor activo presentado como un negociador sin conciencia.

“Junts sabe que si vota que no, se ha acabado la amnistía. Ya no tienes margen de maniobra. Se le han concedido todos los caprichos que pedía, pero no puede introducir modificaciones cada día siguiendo los titulares de la prensa. Es poco serio. Además, hay unos límites legales que Europa no nos permitirá traspasar”, explica a EL TRIANGLE un diputado socialista que ha establecido puentes con el partido posconvergente. Este optimismo se debe al hecho de que “si vayamos de nuevo a elecciones, ya veremos qué pasa: el PSOE puede subir y no necesitar Puigdemont ni Junts, de forma que pasarían a ser irrelevantes. Y si ganan el PP y Vox, ya se puede despedir de la amnistía. Volverá a ser irrelevante. La única salida que tiene es votar a favor de la ley de Pedro Sánchez”. Un dirigente de Junts justifica la postura de su formación alineándose con PP y Vox para rechazar el texto: “No es que Carles Puigdemont no quede blindado. Es que con este redactado quedan fuera los activistas de Tsunami y de la operación Judas. Y no queremos que nadie quede fuera de la ley. O todos o nadie”. Los activistas de Tsunami y de Judas (el pelotón de los Comités de Defensa de la República detenidos el septiembre del 2019 que preparaba atentados) pueden ser acusados de terrorismo, por lo cual podrían quedar fuera del alcance de la amnistía, puesto que Europa no permitiría perdonar estos delitos.

Un letrado personado en la causa de Tsunami explica a EL TRIANGLE que, “incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), al cual tanto apelan los independentistas, ha dictaminado en varias actuaciones ‘el derecho de toda sociedad democrática a defenderse contra los comportamientos de asociaciones terroristas’”. Y esto preocupa la cúpula de Junts: Carles Puigdemont, junto a su cerebro financiero, Jaume Cabaní, y su jefe de oficina, Josep Lluís Alay, están encausados en el sumario de Tsunami, en el cual el juez Manuel García-Castellón los acusa de terrorismo, junto a Marta Rovira, Ruben Wagensberg, Xavier Vendrell, Oriol Soler, Marta Molina, Josep Campmajó, Oleguer Serra, Jesús Rodríguez y Nicola Foglia.

Pero, al margen del espinoso sumario de Tsunami, el magistrado Joaquín Aguirre, titular del juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, dictó otro acto prorrogando seis meses la instrucción del caso Volhov, que dio inicio al sumario de Tsunami y que investiga también otros delitos de dirigentes de Junts y de ERC. El acto de Aguirre se realiza porque el 27 de enero finalizaba el plazo de instrucción, y el juez tenía que decidir si cerraba la investigación o la prorrogaba. Como que faltan documentos para aportar y diligencias que realizar, decidió la prórroga. La fecha del acto es de 26 de enero, cuando el 29 de este mes empezaba a debatirse en el pleno del Congreso la ley de amnistía. La coincidencia –totalmente casual– dio motivo a un sector del independentismo para acusar el magistrado de hacer coincidir el acto con el debate, cosa que es ilógica y, en todo caso, seria al revés: los políticos decidieron llevar al pleno la ley, justamente cuando tenía que dictarse el acto.

La conexión rusa

En realidad, el acto de prórroga no aporta novedades significativas. Pero hay algo que anuncia nubes de tormenta al horizonte político de Puigdemont. “Este magistrado ha revisado otra parte importante de la abundante documentación existente en las diferentes piezas de la presente causa, y ha encontrado datos que identifican personas y que confirmarían las estrechas relaciones personales existentes entre algunos de los investigados con individuos de nacionalidad rusa, alemana o italiana, algunos de ellos mientras ocupaban cargos diplomáticos o relacionados con los servicios secretos rusos, y otros miembros influyentes de partidos políticos de la extrema derecha alemana o italiana y con intereses a establecer relaciones de influencia política y económica con el gobierno de Cataluña si esta se independizaba de forma unilateral de España”, dice el acto.

El juez Aguirre relata en su acto de prórroga de las actuaciones varios contactos de Carles Puigdemont, de Víctor Terradellas (responsable de relaciones internacionales de Convergència Democrática de Cataluña) y de Josep Lluís Alay (jefe de la oficina de Puigdemont) con supuestos agentes de los servicios secretos rusos.

“Si los contactos con el Kremlin existieron antes y después de octubre del 2017, puede extraerse la deducción que había alguna persona común a Terradellas y Alay, y por encima de ellos, que permitiría estos contactos entre dirigentes de CDC, ahora JxCat, y el Kremlin”, escribe. En otras palabras: sitúa un personaje incógnito a la cúpula de la trama rusa. Este señor X, por las explicaciones que ofrece en su acto el magistrado, solo puede ser Carles Puigdemont, que estaba orgánicamente por encima de los dos y sobre el cual tanto Alay como Terradellas tenían, en aquel tiempo, una gran ascendencia.

El juez relata que Elsa Artadi, entonces directora general de Coordinación Interdepartamental y que había sido la directora de la campaña electoral de JxCat de diciembre del 2017, mantuvo dos reuniones con extraños personajes rusos por orden de Carles Puigdemont, pocas horas antes de abandonar este Cataluña: los rusos eran Serguéi Motin (un estafador que recibió atención médica en la Clínica Diagonal y que huyó dejando pendiente una factura de más de 20.000 euros que nunca pagó) y Nikolai Sadovnikov. Los dos llegaron a Barcelona de la mano de Jordi Sardà, un estafador que se movía como un pescado al agua por los ambientes políticos del Este de Europa y que ya había protagonizado un escándalo sonado al hacerse pasar el 2012 por alto cargo de Gas Natural y, como tal, firmar un contrato de construcción de una planta de gas natural licuado en Ucrania, llegando a embaucar al mismo primer ministro de aquel país, Mikola Azàrov.

La Suiza de las criptomonedas

El acta detalla el perfil de los rusos y da por buenas las investigaciones realizadas y que, entre otras cosas, confirman que Puigdemont “recibió un enviado del presidente de Rusia, Vladímir Putin, a su residencia el 26 de octubre del 2017, solo unas horas antes de que el 27 de octubre del 2017 el Parlamento de Cataluña votara una resolución para declarar la independencia de Cataluña”. Este emisario es identificado como Nikolai Sadovnikov, “un antiguo diplomático ruso que aparece identificado por los servicios secretos franceses como un actor de la diplomacia a la sombra que actúa directamente a las órdenes del presidente ruso Vladímir Putin y que ha hecho gestiones de diplomacia paralela en países como Siria y Libia”.

Explica también el juez que las informaciones de que dispone lo vinculan a negocios “con dos italianos involucrados en un fraude a gran escala y en lavado de dinero”. El mediador para que Sadovnikov llegara al despacho de Puigdemont fue Víctor Terradellas, responsable de relaciones internacionales de Convergència, que estaba intentando abrir un puente con el Kremlin. En la reunión con Puigdemont, según compilación del acta, se habló de independencia, pero también fue donde se puso encima la mesa el tema de enviar 10.000 soldados rusos a Cataluña. “Varios testigos confirman la oferta que realizó Sadovnikov de varios miles de soldados y de millones de dólares a cambio que una Cataluña independiente fuera una Suiza de las criptomonedas. Elementos estos que ya se habían apuntado en su instrucción judicial”. En esta reunión, Sardà insistía en “el ofrecimiento de dinero, que desea enviar en criptomonedas”.

El acto acredita también contactos de Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Puigdemont, con “altos dirigentes del Kremlin”, por lo cual llegó a comentar con el abogado Gonzalo Boye, que le lleva diferentes temas al expresidente , “la necesidad que Puigdemont no critique la actuación de Putin respecto al disidente Navalni y que tampoco critique el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukaixenko. Los dos [Alay y Boye] también viajaron a Rusia para entrevistarse con los más altos capos de la mafia rusa, como por ejemplo Zakhar Kalaixov, Vasili Kristoforov, Koba Shermazaixvili y, possibliment, también con Ievgueni Primakov, un político relevante en el Kremlin”. Uno de los motivos de la prórroga es verificar si, efectivamente, estos contactos tuvieron lugar. Lo que sí que destaca el magistrado es que cuando Víctor Terradellas fue detenido en Barcelona (el mayo del 2018) en el transcurso de la operación Estela, Alay tomó el relevo de los contactos con Rusia.

Estas investigaciones cambian completamente el horizonte jurídico de los líderes independentistas. Junts había presionado para que el Gobierno diera órdenes políticas a la Fiscalía que no acusara de terrorismo ni los dirigentes de Tsunami ni los del pelotón Judas. Y en este flanco podían batallar y forzar Pedro Sánchez a perdonar los pecados de Puigdemont. Pero las investigaciones del juez Aguirre van más allá y dejan la puerta abierta que la acusación sea por alta traición, lo cual empaña el futuro judicial de Puigdemont y su círculo más próximo: “Serán castigados con la pena de prisión de 4 a 8 años los que, con el fin de perjudicar la autoridad del Estado o comprometer la dignidad de los intereses vitales de España, mantuvieran inteligencia o relación de cualquier género con gobiernos extranjeros, con sus agentes o con grupos, organismos o asociaciones internacionales o extranjeras”, dice el artículo 592 del Código Penal.

En consecuencia, cuando Junts creía haber neutralizado el peligro que se acusara a su líder del delito de terrorismo, se le abre otra puerta por la cual pueden condenar Puigdemont. Y si se demuestra que Puigdemont, Alay o Terradellas tuvieron contactos con agentes extranjeros, la condena sería segura, puesto que no podrían acogerse a la ley de amnistía, que detalla que los delitos de traición quedan fuera de su alcance. Este fue, precisamente, el motivo por el cual JxCat decidió tumbar la ley que el PSOE presentó en el Congreso.

*Puedes leer el artículo entero al número 1563 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

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