«La política la haces o te la hacen»

Entrevista a Pablo Simón Cosano

Pablo Simón Cosano

Doctor en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra. Actualmente, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid. Estudió en la Universidad Libre de Bruselas. Trabaja, sobre todo, en cuestiones relacionadas con partidos políticos, sistemas electorales, comportamiento electoral y participación política de los jóvenes. Entre sus libros, El príncipe moderno y Corona. Ahora publica Entender la política. Una guía para novatos (Alfaguara).

Qué es la política?

La política es la gestión de aquello común. Una cosa que tiene que ver con una especie que vive en mandada y, por lo tanto, tiene que tomar decisiones que afectan el colectivo. Si fuéramos seres que viviéramos totalmente aislados, no haría falta la política. Pero, como que somos gregarios, no nos queda más remedio que buscar mecanismos para administrar esta pluralidad que existe en nuestras sociedades. Lo que está bien y lo que está mal. Lo que es justo o injusto. Y esto hace que la política tenga que tomar partido. Pero esto no quiere decir que la política sea solo todo lo que tiene que ver con lo que es institucional, los parlamentos, las elecciones… La política es una cosa muy amplia, que va desde cómo decidimos nuestras infraestructuras o nuestro sistema educativo, hasta si nos asociamos para participar en proyectos próximos. Alcanza desde las cosas grandes hasta las muy pequeñas.

La política se practica, por supuesto, ¿pero es susceptible de poder ser entendida?

Está claro que es comprensible. Tenemos que intentar aproximarnos, desde un doble vertiente: analítico, para intentar explicar cómo funciona y nos afecta; por qué los actores políticos toman unas decisiones y no otras. La segunda manera de entenderla es, a partir de estas líneas maestras, establecer nuestra propia posición sobre los asuntos, entendiendo como piensan los otros. Teniendo, por lo tanto, una visión pluralista de la política. Otra cosa es que la política no siempre se hace entender, que es diferente.

¿En la política hay noveles, aficionados, profesionales…?

La política la haces o te la hacen. Política lo es todo, y por tanto sería una visión muy estrecha pensar que política es solo lo que está relacionado con el plan institucional. ¿Existe una política profesional? Sí, por supuesto. Gente que vive por, para, y sobre todo de, la política. Hay gente que percibe un salario para ejercer como político profesional. Son los que, se supone, toman las decisiones públicas que nos afectan a todos. Son una pieza del engranaje de nuestro modelo representativo. La política es más amplia, pero por supuesto los profesionales son una parte relevante. Hay gente que es aficionada a la política y que la sigue de manera episódica, sobre todo los que tienen ideologías más fuertes o compromisos con determinadas causas. Todos podemos tener ideas, proyectos, que nos movilicen. En consecuencia, todos podemos ser aficionados episódicos a la política, según el contexto. Pero, por supuesto, de noveles y aprendices lo somos todos, porque la política, aunque tiene unas líneas maestras, es una cosa que va mutando en el tiempo. A veces, la damos por asentada, pero sin la perspectiva suficiente para entender como opera. Por lo tanto, esto de noveles no va en sentido peyorativo, sino que, simplemente, se refiere al hecho que todos estamos continuamente aprendiendo y reaprendizando como gestionar nuestras sociedades. No es una cosa que solo afecte a los adolescentes, o a la gente que tiene su primer contacto con la política. Potencialmente, mi libro es para todos los públicos.

¿Qué se puede decir de las diferencias entre los que ejercen la política y los que la estudiáis

Entendiendo la política en sentido amplio, de manera episódica o profesional, política es una cosa que hacemos todos. Para ser buen político o ejercer bien la política no hay que tener una formación determinada ni, necesariamente, un compromiso en un sentido u otro. La política es una cosa que tiene más que ver con una disciplina artesana en que hay gente que tiene las habilidades necesarias para ser un buen político, porque sabe gestionar equipos, tener liderazgo, ideas claras, una visión del mundo… Pero una cosa es el ejercicio de la política, en el cual todos podemos ser partícipes, y otra es su estudio. Lo que hacen los politólogos no es interrogarse sobre el qué, sino sobre el por qué. Por qué unos actores políticos hacen unas cosas u otras. Y esto lleva a grandes preguntas. ¿Por qué unas sociedades son más desiguales que otras? ¿Por qué en algunos lugares los partidos de derecha radical obtienen más votos que en otros? ¿Qué es la polarización? ¿Por qué en ocasiones las campañas son decisivas? ¿Por qué resulta más o menos difícil formar gobiernos?… A nosotros nos interesa explicar cómo se opera en un sistema político, no posicionarnos sobre este sistema. No tenemos que hacer un juicio de valor. Igual que un veterinario estudia los animales para intentar curarlos.

¿La política empieza en un mismo y se ejerce mucho en los círculos tan próximos como la familia, los amigos o el trabajo?

Si entendemos que hay política en aquellos lugares donde se gestionan ámbitos comunes, o dónde existen jerarquías o equilibrios de poder, esto pasa desde dentro de la familia hasta el Estado. En todas partes existe la política, en sentido amplio. Cosa que tampoco nos puede llevar a entender que todo es político, porque esto nos podría llevar a politizarlo todo. En cualquier caso, la política es consustancial a nosotros mismos, parte de nuestra naturaleza. Y esto no es nada malo.

El mayo del 68 se decía, de manera categórica, que “todo era política”.

La modernidad distingue muy claramente esfera privada y pública. Esto hace que lo que es público, entendido como el ejercicio de la gestión del Estado, es una cosa fuera del ámbito familiar privado. A partir del 68, la política vuelve otra vez a las relaciones interpersonales. Un ejemplo de esto es el movimiento feminista. Las relaciones dentro de la pareja también son políticas, porque establecen que hay una primacía del uno sobre el otro… En este proceso dialéctico donde se sitúa la política, hay que entender que vemos la política como las relaciones de poder en todo nuestro ámbito humano. Pero esto no quiere decir que todo tenga que ser politizado, entendiendo esto como un enfrentamiento político en coordenadas ideológicas. Vivimos una revisión política de nuestra manera de ser. Esto es positivo, pero también hay que entender que no en todas las esferas en las cuales ejerzo mi ciudadanía tienen que ser susceptibles de la acción del Estado, de aquello público.

Hizo época aquello de “luz y taquígrafos”, referido al ejercicio de las políticas públicas. ¿Esto responde más bien a deseos que a realidades?

Que existan bajas pasiones, que el proceso de gestión de la política sea complejo y muchas veces implique un peaje, en términos de moralidad, es tan viejo como el mundo. A la hora de la verdad, la política acaba siendo resultadista. A los políticos y a la política, en general, los evaluamos por los resultados, no por las intenciones. Esto implica muchas veces sacrificarse uno mismo, porque tienes que elegir entre dos cosas buenas y, muchas veces, el mal menor. La política es dilemática, y esto implica un sacrificio personal. Y esto a veces compuerta que los medios son empleados de manera descarnada. Y, efectivamente, también existe la conspiración. La parte más sucia y menos noble de la política también está aquí, y es lo que nos marca más. No nos afectan tanto las acciones desinteresadas y positivas de los políticos, sino que tendemos a verlos como unos seres perversos y malvados.

En cualquier caso, la política, como la vida misma, evoluciona, cambia con el tiempo. A veces, mucho y muy rápido…

La política cambia porque cambia la sociedad. Hemos ido moviéndonos de un tiempo en que la política era ejercida por unos nobles, que eran los únicos que tomaban las decisiones, y el pueblo era un sujeto pasivo. A partir del siglo XIX, de manera más persistente, las masas van entrando en política. l al XVIII ya aparecen las grandes ideologías. Surgen regímenes que dicen que el pueblo tiene que participar, al menos de manera regular, en la elección de sus representantes. Con el tiempo, hemos conseguido una cosa muy importante: la alternancia en el poder en ausencia de violencia. La política es comunicación y aquí también se han producido grandes cambios. No es lo mismo representar el poder con monumentos y catedrales que hacerlo a través de medios de comunicación.

¿Hemos llegado en su punto en que más de uno imita o interpreta la política en términos futbolísticos?

El fútbol es una expresión de lo que denominaríamos nacionalismo banal. Antes nos enfrentábamos con ejércitos y ahora lo hacemos con selecciones de fútbol. Una cosa que es una manera de expresar esta pasión primitiva propia de la tribu. Pero sí que es verdad que la política y también otras aspectos de la vida se conceptualizan como si fuera un juego de suma cero: ganas tú o yo. Sin plantearse la posibilidad que el juego puede ser de suma positiva: que todos ganamos. De todos modos, hay que tener muy en cuenta que, frente a la ignorancia, la manipulación…, solo podemos ofrecer información.

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