«Podemos darnos cuenta, de golpe, de la necesidad de cambiar las cosas»

Entrevista a Joaquim Sempere

Filósofo y sociólogo. Militó en el PSUC, en la clandestinidad. Introdujo en la UB la sociología medioambiental. Forma parte del Col-lectiu per un Nou Model Energétic i Social Sostenible (CMES), para la promoción de las renovables. Ha publicado varios libros sobre necesidades humanas, ecología y política. Entre ellos, L’explosió de les necessitats, y Mejor con menos. Ahora, sale a las librerías Converses sobre creixements y col·lapses (Icaria Editorial).

¿Conversaciones sobre crecimientos y colapsos? ¿Cuándo, con quién, por qué…?

Son seis personajes totalmente ficticios con los que adopté la fórmula de la conversación, del diálogo, porque es una temática muy compleja, que se podría mirar desde muchos puntos de vista. Además, como afecta a un futuro, aunque inmediato y, por tanto, incierto, no siempre previsible, el diálogo me permite contrastar puntos de vista distintos. También se podría haber escrito el libro sin diálogo, pero esto le da una cierta agilidad, porque mi intención era básicamente divulgadora. El tema básico es la crisis energética, con el trasfondo de la crisis ecológica general, o más bien eco-social, porque ya se está complicando mucho socialmente. Cosa que se ve con la guerra de Ucrania, donde las implicaciones energéticas son evidentes. Incluso también con lo de Gaza porque, al final, todo el avispero del Próximo Oriente tiene mucho que ver con el petróleo.

A pesar de las muchas evidencias, el crecimiento sigue siendo el baremo con el que se mide el bienestar, los éxitos políticos…

El decrecimiento es una propuesta política que muchos consideran absurda, porque sin crecimiento no habría progreso, mejora… Mi tesis, es que cuando hay crisis y pobreza es con el crecimiento. Con él nos estamos cargando los ecosistemas que nos dan vida. Eso solo ya justifica un frenazo. Pero es que, además, llegará a un callejón sin salida. Se nos impondrá forzosamente un nivel económico, porque, sobre todo, los combustibles fósiles y el uranio (el 80% de la energía que consumimos, viene de estas fuentes) tienen fecha de caducidad, que no va más allá de la segunda mitad de este siglo. Hay cálculos que establecen del 2060 al 2080, como el final. Y antes, habrá escasez. Por tanto, los crecentistas, que hacen aspavientos, en realidad se están engañando porque el declive llegará, en cualquier caso. 

¿Además del petróleo, el gas, el carbón y el uranio, el desarrollismo, el crecimiento, se llevan por delante todo lo susceptible de generar beneficio, es decir, todo?

El crecimiento se ha basado en un expolio de la naturaleza, y también de los pueblos coloniales. Hasta tal punto, que los ecosistemas de todas las partes del mundo están en una situación tan crítica que puede producirse un colapso, no ya en los bienes más tecnificados, sino en la misma base alimentaria. En todo esto, hay una cuestión básica: la población, en 250 años, se ha multiplicado por diez. Y esto lo complica todo. La presión sobre la biosfera, por lo menos, ha aumentado por diez, pero, en realidad, ha sido por mucho más, porque los bienes y servicios de que hoy disponemos son muy superiores a los de una persona del siglo XVIII. Tenemos muchas máquinas, artefactos, para la producción industrial y agrícola, para la vida doméstica… Todo lo cual multiplica por veinte o treinta los impactos. Una mezcla explosiva que nos lleva al deterioro que vivimos. 

Propone Serge Latouche estrategias simultáneas de decrecimiento en muchos y diversos ámbitos, desde la energía hasta el tiempo de trabajo, pasando por el consumo, la movilidad, los hábitos alimentarios o la demografía, de la que tú hablas ¿Es este el camino?

Si, claro. Y hay esperanzas de que así irá sucediendo. Por ejemplo, en China empieza a disminuir la población. Esto es importantísimo. Hay datos de bastantes países, con la excepción de África, que apuntan hacia una estabilización de la población. Algo que en la prensa se trata muy mal porque se considera un problema. En cualquier caso, falta una visión holística de la cuestión, que contemple todas las facetas múltiples que se combinan entre sí para llevarnos a dificultades crecientes. Por ejemplo, el transporte a escala mundial, como consecuencia sobre todo de la globalización y el turismo mundial, consume la tercera parte de toda la energía. Se mueven mercancías en cantidades desorbitadas, que no tienen sentido. Se están fabricando a miles de kilómetros cosas que podrían hacerse en la proximidad. Reconstruir una economía basada en la proximidad reduciría considerablemente el impacto del transporte. Un primer proyecto, que debería ser imperativo y urgente, a escala mundial es acabar con la globalización. Si hay que transferir algo de un país a otro que sea el know how. Se puede actuar ya a distintos niveles para ir reduciendo el impacto ecológico. No podemos seguir viviendo a un ritmo como el actual, en el que en agosto ya se habían consumidos los recursos de todo el año.

¿En qué punto se encuentran las energías renovables? ¿Son la solución, tal como están ahora planteadas? ¿Qué papel puede jugar el autoconsumo?

La solución sí lo son, pero hay que decir que con las renovables no podremos obtener la misma cantidad de energía que hoy estamos usando. Aunque hiciéramos una implantación universal de renovables para sustituir las fósiles y el uranio no llegaríamos. Deberíamos reducir el consumo. En el colectivo en el que estoy hemos cuantificado un proyecto para Cataluña, en el que partimos del supuesto de reducción de un 20% en el consumo de energía. El Partido Socialista ha hecho también unos cálculos que suponen un 30%. Eso significa que, para disponer de un sistema cien por cien renovable, lo sensato es la eficiencia y el ahorro. Y, si hace falta, acabar con las actividades más energívoras. También hay que tener en cuenta que las renovables son muy invasivas en el territorio, y esto crea conflictos.

El discurso dominante sigue, sobre todo, apuntando al futuro al hablar de los males medioambientales, pero Isidoro Tapia, dice en su libro “Un planeta diferente, un mundo nuevo”, que ya estamos empezando a vivir en el cambio climático ¿Es así?

Sí, desde luego. La sequía, los huracanes, las inundaciones… ya están aquí. Y esto es resultado de la emisión de gases invernadero, de la quema de combustibles fósiles. Sería interesante hacer cálculos del coste de todo esto, no solo en producción agrícola sino en vidas humanas. Ya hace años, la FAO nos decía que unos 800 millones de personas están pasando hambre en el mundo, algo que tiende a aumentar. Efectivamente, la crisis ya la tenemos aquí. Otra forma en que se nota es en la inflación, que se está convirtiendo en crónica y quiere decir que la gente tiene menos para comprar. El decrecimiento del consumo ya está llegando. Aunque se note todavía poco, los más pobres lo están acusando. 

¿No es hora de que los humanos vayamos abandonando el considerarnos “Rey de la Creación”, algo que la propia izquierda ha compartido con el capitalismo que dice combatir?

El ser humano ha sido depredador desde hace muchos milenios. Ya en el Paleolítico se usaba el fuego para quemar los bosques, y poder cazar mejor. Sabemos también que el hombre contribuyó a la eliminación de la macrofauna, coincidiendo con un cambio climático del momento. Pero también hay que decir que el capitalismo introduce una dinámica enormemente eficaz para incrementar esa naturaleza depredadora del ser humano. El sistema capitalista tiene una inercia imparable. Inviertes 100 para obtener 200 o 300. Y esa es la ley general. El sistema expulsa al que se queda atrás. 

Angela Balzano, en su libro Para terminar con la familia, dice que el binomio biología y capitalismo han condicionado la reproducción de la vida en el planeta de forma devastadora. Para hacerle frente propone cambios profundos y radicales, incluidos los parentescos posthumanos…

Uno de los personajes de mi libro, propone también un cambio muy radical, que se llama neolítico:2.0. O sea, la vuelta a una economía básicamente agraria, con un metabolismo muy simplificado, con una producción de alimentos de proximidad, e intentando salvar todo lo que podamos salvar de lo que ahora tenemos, y que no sabemos lo que será. Igual tenemos que renunciar a mucho si las cosas van mal. Por ejemplo, el control de la electricidad es un invento magnífico, y habría que conservarlo. Lo que me inquieta y angustia es que tengamos que renunciar a inventos maravillosos. Pero creo que si somos sensatos y administramos bien nuestros recursos algo podremos salvar. Cosa que nos costará mucho, porque hemos vivido un siglo largo, el XX, con una abundancia de energía, que nos ha permitido gozar de unas comodidades extraordinarias. Si llega el colapso, nos daremos cuenta, de golpe, de la necesidad de cambiar las cosas, y adaptarnos. 

(Visited 102 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

avui destaquem

Deja un comentario