El barcelonismo se crispa con Laporta por meterse en el laberinto árabe

Críticas a la hipocresía de una junta que presume de los 'valores' del Barça y que, al mismo tiempo, mendiga dinero en el Oriente Medio y recomienda a sus aficionados no defender los derechos del colectivo LGTBI en Arabia Saudí

L'arribada del Barça a Riad

El Barça de Joan Laporta tiende a complicarse la vida precisamente porque el abuso de la gestión mediática acaba chocando cada vez más con una realidad cruel en la que, por desgracia para el club, nada es lo que parece. La disputa de una nueva edición de la Supercopa, por ejemplo, reabre el debate sobre si un club como el azulgrana se ha de prestar a blanquear las políticas y la realidad social de países como Arabia Saudí.

La situación es, actualmente, de choque entre los discursos, las poses y la fanfarrona exhibición de valores por parte de una junta que se ha pasado más de una década insultando a las directivas de Sandro Rosell y de Josep Maria Bartomeu por aceptar en su día el dinero de Catar, a cambio de la camiseta, y que ahora tristemente mendiga inversiones de los países de Oriente Medio, de los verdaderamente ricos, y que también ha mostrado recelo, aunque dividido, a jugar la Supercopa en Riad.

En las horas previas al viaje, la polémica se ha recrudecido porque desde el club se ha recomendado a los aficionados que puedan acompañarlo que no introduzcan alcohol ni comida derivada de productos porcinos en el país y, especialmente, que respeten las conductas sexuales menos toleradas en aquel país y se abstengan de exhibir rasgos homosexuales o de apoyo al colectivo LGTBI.

No se han hecho esperar las reacciones de socios azulgrana en las redes y de grupos como la Penya Almogàvers con un tuit que resume exactamente el sentir del barcelonista. «¡Basta hipocresía del @FCBarcelona_cat! Mientras se apoya a los Derechos Humanos se dan recomendaciones a los aficionados para el partido de la Supercopa que se juega en Arabia Saudita, un país donde no se respetan los Derechos Humanos ¿Dónde están los valores del club @JoanLaportaFCB? #BoicotSupercopa».

Almogàvers apunta en la dirección del sentido común que parece empieza a reclamar un sector cada vez más amplio de la afición: encontrar el equilibrio entre el tono exagerado y artificial de declaraciones finalistas sobre la defensa de los derechos humanos o las libertades democráticas y el juego de aceptar parte del dinero que los estados millonarios de Oriente Medio están dispuestos a regalar, a veces caprichosamente, para ver de cerca a las estrellas del Barça o de los clubs grandes.

Es evidente que, siendo el Barça -o al menos lo era- un club que el mundo identifica con sus valores y su historia democrática, ejemplar, ha dado suficientes pruebas de haber puesto su carisma y su fútbol al servicio del deporte como un poderoso agente social capaz de transformar la sociedad en todos los países, totalitarios o no, musulmanes o no. Lo que el Barça no debe ni puede hacer es cambiar el mundo en solitario ni pelear batallas en una trinchera que no le corresponde como no le corresponde al resto de los clubs.

La confusión y el desánimo de los barcelonistas consecuentes proviene de la actitud de un presidente que hizo los negocios más sucios del mundo con Uzbekistán, de los últimos en el ranking mundial de los derechos humanos en el mundo, y que luego criminalizó y lideró una campaña contra la directiva siguiente por suscribir la publicidad con Catar. Laporta, además, volvió al club en 2021 acuñando aún un posicionamiento más radical en contra de la estructura social y regímenes de los países árabes.

En realidad, anunció y prometió muchas cosas más que desde luego se han incumplido sistemáticamente, además de haber pisoteado el pequeño margen de participación de los socios en el ejercicio de sus derechos estatutarios y sus garantías de expresión, interpelación y voto en las asambleas.

En concreto, sobre las relaciones con países como Arabia Saudí, Catar o Emiratos Árabes, la postura fue muy crítica y bravucona de entrada, hasta el punto de que no pocos laportistas, crédulos e incondicionales del presidente, apoyaban que el Barça no disputara la Supercopa en Arabia Saudí en un gesto de lucha en contra de los «totalitarismos islámicos», como se calificaban desde la junta.

La propia vicepresidenta institucional, Elena Fort, manifestó su disgusto y disconformidad no viajando a Arabia Saudí, luego de haberse pasado años enteros criticando a las juntas de Rosell y de Bartomeu en su cuenta de Twitter. «Hoy es un club vacío donde la palabra valores no es más que un marketing«, escribía en 2017.

Sin embargo, hoy, Elena Fort, además de haberse tenido que conformar con un comunicado débil y protector del club en el caso Rubiales, del que se desmarcó, no ha tenido tampoco otra alternativa que aceptar el giro de Laporta, que sucesivamente aprovecha la menor oportunidad para hacer amigos en Arabia Saudí, ha visitado Catar a la caza de negocios y recientemente ha pasado casi todas las fiestas navideñas en Dubai, también bajo el pretexto de buscar financiación para ese pozo sin fondo en el que se ha convertido Barça Studios. No sin motivos, Laporta se ha metido de lleno en este laberinto árabe donde es imposible compaginar un discurso de intransigencia con la cultura islámica con la posibilidad de encontrar dinero ocioso y disponible para arreglar los desperfectos provocados por el propio presidente.

Finalmente, como en la polémica salida de la Federación de Luis Rubiales, otro candidato a la presidencia distinto de Víctor Font -quien, por cierto, concentra sus negocios en Dubai-, también guarda silencio -tampoco es que le pregunten- sobre su implicación en los tenebrosos tejemanejes de Rubiales, entre ellos el contrato para la disputa de la Supercopa de España en Arabia Saudí, que le reporta más de cinco millones de comisión por edición. Gerard Piqué es el padre de esta Supercopa que cuatro clubs españoles suspiran por disputar cada temporada.

Desde luego fue una postura nada hipócrita ni falsa la de la junta de Rosell la de hacer pasar por la asamblea el contrato con Catar por la camiseta. Las cartas estaban boca arriba. Todo lo contrario de la postura de Laporta sobre los pilares del Barça, en los que sigue incluyendo UNICEF a pesar de que él mismo se cargó el acuerdo, que tenía un coste de casi dos millones anuales, en el mismo ejercicio que la directora de la Fundación Barça, Marta Segú, prima del presidente, se subió el sueldo casi al doble. Los valores del Barça en general están actualmente sobrevalorados.

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