Laporta queda atrapado entre el ‘humo’ de la Superliga y la venganza de la UEFA

Peligrosa situación para el Barça, que puede quedarse también fuera de la Champions si la UEFA le castiga por el caso Negreira o por incumplimiento del fair play financiero a causa de las palancas

La sensación de que la Superliga es un proyecto sobrevalorado y bastante artificial se ha ido extendiendo con el paso de los días desde que la sentencia que la permite sin que la UEFA pueda sancionar a sus clubs se hizo pública el jueves pasado. Desde entonces, el Real Madrid y el Barça, los únicos dos clubs de los grandes que lo han celebrado como “un momento histórico para el fútbol europeo”, se han topado con que los clubs de la Premier se han desmarcado tanto en bloque como a nivel individual y el resto de los poderosos de las Ligas punteras -italiana, alemana o francesa- se ha decantado por seguir alineados con la dinámica y evolución de las competiciones de la UEFA. Parece un rechazo demasiado frontal e integrado por un bloque de tan enorme volumen de clubs, prácticamente la mayoría, como para suponer que la idea de una Superliga atractiva e inminente pueda ser una realidad, incluso sobre la tozudez y el poder del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, quijotesco, solitario y se diría que hasta escaso de cordura y de miras en esta aventura.

A Florentino le cubren las espaldas el extraordinario palmarés nacional e internacional del Real Madrid, el prestigio y la historia del club, incuestionables, tanto como el propio reconocimiento del presidente blanco como uno de los empresarios más importantes de España al frente de una de las principales constructoras del mundo. Ciertamente, no guarda relación su dimensión y prestigio personales en el ámbito profesional y de gestión del Madrid, proyectado en ese nuevo Bernabéu que ya es una máquina de producir beneficios, con esa obsesión por abandonar el entorno de LaLiga y de la UEFA, ni que sea como un ermitaño, en un camino que parece no conducir a ninguna parte.

Por extraño que parezca, Florentino no percibe o no quiere reconocer que se está quedando sin compañeros de viaje -apenas le queda Laporta-, como si la resolución del alto tribunal europeo implicara condenar a la UEFA a su desaparición y olvido. Y no es así, sino más bien al contrario, pues Alexander Ceferin ha tenido tiempo de maniobrar y de urdir un plan perfecto, empezando por su propia apertura y predisposición a acoger y respaldar cualquier iniciativa de los clubs que mejore las competiciones, además de regar las actuales con más ingresos y haber introducido cambios en el formato de la Champions. La UEFA era consciente de que la cultura antimonopolio de la UE le daría ese aire conceptual, teórico y legal a quien propusiese un régimen de libertad sin represión para los clubs partidarios de jugar otras competiciones.

Celebrar el texto de la sentencia como una victoria en nombre de la libertad y el fin de la tiranía como han hecho Florentino y Laporta suena a exageración, tanto como la apresurada conclusión de ciertos medios y periodistas que dan por hecho un impacto de igual calibre transformador que la sentencia Bosman. Los tiros no van en esa dirección por la sencilla razón de que el proyecto sigue siendo elitista, sectario e injusto comparado con la estructura piramidal de la UEFA. Los casos del Girona y del Unión Berlín no han ayudado al discurso de Bernd Reichart, CEO de A22, la sociedad promotora de la Superliga, destacando que, por ejemplo, el actual y sorprendente colíder de LaLiga sólo entraría en tercera división de la Superliga aunque acabara siendo el campeón. La UEFA, en cambio, le asegura jugar la próxima Champions desde la fase de grupos siempre que quede entre los cuatro primeros. Bernd Reichart, además, ha defendido que para el Unión Berlín ha sido “un castigo” poder jugar Champions esta temporada por primera vez en historia. “En el club me han dicho que ojalá hubiera existido ya la Superliga porque de ese modo se habría asegurado jugar varios años en la tercera división”, ha asegurado Reichart, una opinión que desde luego no comparten sus aficionados ni tampoco el fútbol general.

Para el Barça de Laporta, el nuevo escenario es una trampa mortal. El presidente azulgrana se ha quedado atrapado entre el servilismo y la obediencia debida a Florentino -que algún día habrá de explicar- y la necesidad de estar a buenas con la UEFA por la cuenta que le trae. Además de la amenaza de que el caso Negreira pueda ser utilizado en su contra en cualquier momento, pues de momento salvó el primer match ball gracias a Luis Rubiales y la condescendencia del presidente de la UEFA, Ceferin, desde el máximo organismo se ha filtrado que el Barça podría ser expulsado de la Champions a partir de la 2024/25, y por varias temporadas, a causa de su incumplimiento de las normas financieras. Se trata, por las informaciones aparecidas, de una infracción grave por culpa de las palancas de Laporta, validadas por Javier Tebas, aunque sin valor ni efecto en las cuentas para el fair play de la UEFA, que no tiene en cuenta los ingresos no derivados directamente de la actividad propia de la explotación futbolística.

Como Laporta se las ha saltado sin el menor reparo ni prevención, el castigo puede ser importante y desde luego de terribles consecuencias para el futuro del club. Esta situación amenazadora explica que Laporta haya reaccionado con ese temple y actitud conciliadoras pronunciándose a favor de establecer una negociación y diálogo con la UEFA que permita alcanzar acuerdos tan imposibles como que el Barça se lleve 400 millones por participar en la Superliga sin que ello suponga una ruptura con LaLiga y la UEFA. De hecho, Laporta también se ha quedado solo en esa tierra de nadie apostando por un posicionamiento que nada tiene que ver con la firme determinación de Florentino de ir a luchar a campo abierto sin darle la menor chance a una solución diplomática.

Laporta está condenado a caer víctima de las represalias de un bando u otro si se obstina en poner un pie en cada barca, debe elegir trinchera y aun así el Barça tiene muy complicado salir victorioso. Traicionar a Florentino a costa de perder su protección personal en esa oscura trama de favores de su tenebrosa relación es caer en un pozo sin fondo, pero también es la tabla de salvación del Barça. Si Laporta abandona el proyecto en favor de la UEFA dejando tirado al Real Madrid será como dictar el epitafio de la Superliga y celebrar un réquiem en su memoria tras su fugaz y efímera vida.

Laporta pierde en cualquier escenario, tanto si sale cara como si sale cruz, a menos que, de pronto, un milagro socorra ese arriesgado plan de arrancarla con apenas dos o tres equipos realmente comprometidos. Por más ruedas de prensa y declaraciones protagonizadas por Bernd Reichart pocos van a creerse ni valorar un discurso en el que no aparecen los nombres de los clubs adheridos ni tampoco el patrocinador dispuesto a correr con los miles de millones que hacen falta para que, al final, sólo 16 equipos puedan participar en la ronda de elite. Lo que Laporta también pretende, desesperado y a la vista de que su capacidad para la gestión y mejora de los ingresos retrocede, al revés de la del resto de los ‘grandes’, es asegurarse de que el Barça, como el Madrid, nunca bajaría a la segunda división de la Superliga, circunstancia que determina, como la auto-designación de la que sería la primera Superliga, un sistema no basado en la meritocracia sino en el reclamo potencial de los clubs con más cartel y consumo del continente.

Trata de evitar, por ejemplo, el riesgo de quedar fuera de las grandes competiciones como ahora mismo le sucede con el nuevo Mundial de Clubs de la FIFA 2025, con 100 millones en juego, donde el At. Madrid le lleva ventaja para la única plaza libre del fútbol español. También el At. Madrid, ganando al Sevilla en el partido atrasado de Liga, ha dejado al equipo de Xavi en la cuarta posición de la Liga, ambos a tiro del quinto, el Athletic. Cuidado con mirar tanto para arriba y perder la perspectiva de la realidad.

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