«No se trata de valorar la capacidad de sufrir, sino la de decir no»

Entrevista a Ricard Vinyes

Historiador. Catedrático de Historia Contemporánea en la UB. Se ha dedicado a la investigación de la cultura política de las clases subalternas, y de las políticas públicas de memoria. Ha participado en diversas iniciativas sobre ellas, y su narrativa museológica. Ha escrito varios libros. Entre ellos, con Elizabeth Jelin, “Como será el pasado: una conversación sobre el giro memorial”; “Diccionario de la memoria colectiva”, e “Irredentas”. Ahora sale a las librerías “Crítica de la razón compasiva. Reconstrucción, transmisión y poder en la memoria del pasado” (Icaria Editorial)

¿A qué responde el extenso, matizado, titular de tu libro?

De lo que trata el libro, en síntesis, es de la gestión de los discursos, narrativas, y relatos del pasado. Por tanto, se ocupa de las políticas de memoria, tanto de las públicas como privadas. Es decir, de la historia de memoria. “La razón compasiva” no es ni un recurso literario, ni una metáfora. Es el concepto y también la expresión que reúne todo el argumentario establecido por la teología cristiana contemporánea, sobre el cual se sostiene el principio del “deber de memoria”. Un principio que ha actuado de paradigma de las políticas de memoria y de los modelos memoriales, desde la I Guerra Mundial hasta la actualidad. Expresión que nace, muy fundamentalmente, de la pregunta de la teología cristiana, que se hace en los años 60, de ¿Dónde se encuentra Dios en Auschwitz ¿Por qué el mal en la creación buena de Dios? La respuesta que da la razón compasiva es crear un instrumento intelectual (en la jerga cristiana, una “teodicea”), que tiene por objetivo encontrar evidencias de la conducta de Dios, sin tener que recurrir a ninguna revelación sobrenatural. En esta razón compasiva, el centro es el dolor y el sufrimiento. 

¿Cosa que tú cuestionas, críticas…?

Si, por supuesto. El hecho de recordar, en la memoria colectiva, es una decisión de coger lo que deseo recordar, o me viene bien recordar. Lo cual no es ni bueno ni malo. Es un fenómeno humano. Yo escojo mis recuerdos, a diferencia de los sueños. Los sueños vienen, a los recuerdos se va. Y, evidentemente, escoger unos recuerdos significa una estructuración del olvido. Por eso, la memoria siempre es conflictiva. Porque en esos recuerdos podemos ir de menor a mayor, de mi familia y mi grupo más inmediato a los recuerdos de clase o de la comunidad nacional. En todo caso, la memoria es siempre una imagen del pasado, que está en construcción constante.

¿Lo que trasladada a lo público, institucional, político… acaba generalmente en una instrumentalización de la memoria en interés propio?

El fondo de la razón compasiva establece que la autoridad máxima memorial es la víctima. La víctima, el dolor, el sufrimiento, no son valores. Son experiencias. La razón es un valor. Cuando se decide crear un relato propio (en definitiva, la función principal de la memoria es crear relatos, narraciones, explicaciones del pasado, ahistóricas), lo que con frecuencia se quiere es recordarlo, que se ha sufrido, el dolor. Por eso existen multitud de asociaciones de víctimas. En una política pública, el recordatorio del dolor no es probablemente lo pertinente. Lo que tiene que hacer una política pública no es imponer el recuerdo sino garantizar el recuerdo. Es decir, que todo aquel ciudadano que desee participar en la construcción de un relato del pasado pueda hacerlo. Eso es lo que tienen que garantizar las políticas de memoria. Hay una diferencia importante en el vocabulario; una cosa es una víctima y otra un represaliado. Esto es algo que está en el fondo de todo. Porque la víctima es, por ejemplo, la de un bombardeo. La de cualquier represaliado lo es porque toma una decisión, importante o mínima, de actuar. A partir de ahí, asume la posibilidad de ser represaliado.

¿Qué decir del Holocausto, canonizado como referente único de la violencia nazi, e instrumentalizado hasta el punto de justificar lo que sea en nombre de las víctimas?

Eso no lo han hecho los judíos, exactamente. Ha sido utilizado por muchos regímenes, la mayoría de ellos democráticos, para políticas propias. Lo cual no quita la tremendo y paradigmático que fue el Holocausto. No es tanto el sionismo el que pone el Holocausto encima de todo sino otros sujetos políticos, como el partido demócrata americano, y también republicanos; en Francia mismo… Es muy interesante el libro de Hannah Arendt, “Eichmann en Jerusalén”, cuando cuenta que, en los primeros veinte años de Estado israelí, se marginaba a los que vivieron el Holocausto, a quienes estuvieron en los campos. Todo el tema comienza con la gran operación policial y el juicio a Eichman. La misma iglesia católica y podemos decir el mundo cristiano Ha tenido un gran interés en eso. Cuando a partir del Concilio Vaticano II, va apareciendo una reflexión sobre el papel más social que debe tener la Iglesia, los inconvenientes que ha tenido poner el pecado y la persecución en primer plano, surge la famosa teología de la liberación, y su no menos famoso Catecismo Holandés, a mediados de los 60, 70… Toda esa gente pone el Holocausto en primer plano: “Dios, que crea el bien ¿Cómo puede consentir eso?” La víctima iguala. Pero, la cuestión está, no en que sean todos iguales, en valorar la capacidad de sufrir, sino en la de decir no. Si decir no conlleva sufrimiento tiene que ser contado. Y no fue contado, sino ocultado.

Un catolicismo, un cristianismo, que ha contribuido decisivamente a demonizar, perseguir, el judaísmo… 

No están todavía consensuadas las razones de eso que comienza en la Baja Edad Media. Los pogromos suceden en determinadas coyunturas y con elementos diferenciales. Por ejemplo, la gran matanza de judíos que se produce en Barcelona, en el siglo XIV, fue el resultado de las tensiones entre el monarca y los señores feudales. El monarca defiende a los judíos. Una de las formas de quitarle el poder al Rey es masacrarlos. A partir de ahí surge el relato de que crucificaron a Cristo. Eso sucede en Polonia, Pomerania…, en muchísimos sitios, creando una leyenda.

Nankin, Auschwitz, Hiroshima… Plus jamais ça, citas en tu libro. Y el ça continúa…

Cualquier teodicea siempre da la razón a Dios. No va a llegar a la conclusión de que es un malvado. Se tiene que conjurar el mal, pero “ça” está en todas partes. Es demoledor. La instrumentalización está en todas partes: Esto de lo que estamos hablando es susceptible de ser instrumentalizado en todos los sentidos, en la derecha y la izquierda, el centro, los extremos… Se debe ir con cautela en el momento de analizar los procesos sociales en los que aparecen las políticas públicas. Explican mucho del por qué se han escogido unas imágenes y no otras, porque levanto un monumento y no otro. Por eso, la crítica a la razón compasiva, al deber de memoria, es que una política pública jamás puede sostenerse en un principio interactivo, sino que debe ser considerada como un derecho civil. El Estado, el gobierno tienen que garantizar esto.

¿A este propósito, resulta imprescindible en estas cuestiones recurrir a las leyes para cambiar las cosas o, por el contrario, éstas contribuyen a veces a taparlas u olvidarlas? ¿No es quizás en la lucha cultural, de las ideas, donde debe ponerse el acento para tratar de evitar que esto vuelva a ocurrir?

En un sistema democrático hay leyes. Las leyes sirven para regular las cosas. Pero, en este sentido, en el caso, por ejemplo, de nuestra Ley de Memoria Histórica, a diferencia de los franceses, no se debería trata de imponer un relato. Hay quien dice (la derecha) que así se ha hecho, porque de lo que se trataba era de condenar el franquismo. Es cierta esa condena tremendamente subjetiva y política, y con todo el derecho del mundo. Es una línea roja. Hay unas cuestiones éticas que deben ser establecidas. En ese sentido, creo que ha habido una evolución positiva en España, desde 1986, cuando el Gobierno de grandes mayorías absolutas de Felipe González, en el 50 aniversario de la guerra, el gobierno hace una declaración institucional diciendo que todos son iguales. Solo habían pasado diez años desde la transición. Eso dicho desde el Gobierno, con toda la razón de Estado que implica, impide responder a una pregunta básica en cualquier régimen acabado de construir ¿Por qué decimos que nuestras instituciones son superiores a las de la Dictadura? Si todo es igualmente respetable, esa pregunta no puede ser respondida. Hay un ejemplo que para mi fue la culminación: la creación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Esa asociación va creciendo, y Rajoy dice que las víctimas siempre tienen razón. Aquí hay una especie de biologismo memorial. Las manifestaciones en contra del aborto, así lo plantean, en nombre de la vida. La perversión es máxima. La instrumentalización es, en gran medida, consecuencia de la potenciación del sujeto víctima.

(Visited 80 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

avui destaquem

Deja un comentario