75 años y 811 días

El sábado fui al Primer Concierto Benéfico de Navidad Fernando Fonseca Fundación, a favor del proyecto ‘Para poner un niño en pie’. Fernando Fonseca fue un médico que compaginaba su trabajo habitual con el impulso y participación en iniciativas en las que ponía sus conocimientos médicos al servicio de causas solidarias. Organizó varias expediciones al Chad para operar niños y niñas con deformaciones en manos o pies. Cuando murió, la documentalista Fina Sensada recogió su testimonio y promovió la fundación que lleva su nombre. En el concierto del sábado nos recordaron que de pequeño Fonseca decidió, al ver cómo un amigo suyo murió en Marruecos por falta de recursos para acceder a la atención que necesitaba, que de mayor sería médico, pero “médico de los pobres”.

El domingo asistí al acto organizado por la consejería de Igualdad y Feminismos para conmemorar el setenta y cinco aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Intervino la periodista afgana Fereshteh Rafat, que vive refugiada entre nosotros desde que huyó de su país al caer en manos de los talibanes. Fereshteh recordó que el domingo hizo 811 días que se había prohibido a las niñas que fueran a la escuela y encerrado a las mujeres en su casa o debajo de ropas que las hacen invisibles. Fereshteh nos pidió que cada uno haga lo que pueda para ayudar a los afganos y afganas que luchan contra los talibanes a derribar el régimen dictatorial que sufren.

Recuerdo a Fernando Fonseca cuando le telefoneábamos a él o a algún compañero que se había quedado en Bagdad cuando varios médicos voluntarios se resistieron a abandonar Irak cuando fue sometido a los bombardeos de una comunidad internacional que se inventó que Saddam Hussein, el dictador que lo gobernaba, tenía al alcance armas de destrucción masiva.

Hojeo el maravilloso libro ‘Mujer, vida, libertad’ (Reservoir Books), coordinado por la ilustradora y dibujante de cómics iraní Marjane Satrapi. Es un homenaje a Mahsa Amini, la chica que fue asesinada en Teherán a golpes por la policía de la moral porque no llevaba «bien puesto» el velo. Satrapi explica que este libro tiene dos objetivos «tratar de explicar lo que ocurre en Irán» y «enviar un mensaje a los iraníes para recordarles que no están solos».

Como dijo Fereshteh, la aportación de cada uno puede parecernos muy poca cosa pero todo sería mucho peor si en el mundo no hubiera Fernandos Fonsecas, Marjanes Satrapis, Fereshtehs Rafats y los millones de personas que en todas partes quieren que la cuenta de los días que los afganos y afganas sufren los talibanes o que las iraníes e iraníes soportan el régimen de los ayatolás se detenga definitivamente. El día en el que la Declaración Universal de los Derechos Humanos deje de ser un deseo lejano para convertirse en realidad en todos los rincones del mundo.

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