¿Por qué Laporta sigue defendiendo a Rubiales y complicando el caso Negreira?

Un principio fundamental de la ley afirma que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito, pero ese es el propósito y parte del legado que ha dejado Luis Rubiales contra el ex-ejecutivo del FC Barcelona Albert Soler por su implicación en el caso Negreira. Aunque está bajo el foco de la investigación en la causa por un delito continuado de corrupción deportiva y otro de administración desleal, al que podría añadirse uno de soborno contra el club, tal y como ha propuesto el juez Joaquín Aguirre, la RFEF ya ha intentado imputarle cargos por prevaricación y omisión del deber de perseguir delitos. El argumentario se basa en que, por su condición de servidor público cuando fue nombrado director general de deportes del Consejo Superior de Deportes, tras salir del Barça, su deber era el de denunciar ante los tribunales los pagos a Negreira de los cuales él estaba al corriente.

El primer intento de promover esta doble acusación lo inició la Federación Española bajo el mandato de Luis Rubiales y fue rechazado por el juez del caso. Lo que sorprende, o no tanto, es que su sucesor interino, Pedro Rocha, haya encargado a sus servicios jurídicos un recurso contra ese descarte que, sin decirlo explícitamente, la instrucción considera un ensañamiento.

Más allá de la fundamentación legal de esta insistencia, lo que verdaderamente subyace en el fondo de esta actitud agresiva es la animadversión de Rubiales contra Albert Soler, que fue un destacado colaborador de Josep Maria Bartomeu, por su implicación desde el CSD en varias maniobras soterradas a favor de Javier Tebas y en contra de la presidencia de Luis Rubiales, circunstancia que alimentó esta antipatía personal a lo largo de ese periodo y que acabó de crispar y radicalizar una relación que ya venía torcida de su etapa azulgrana, pese a la aparente normalidad institucional entre el Barça y la RFEF.

Luis Rubiales, en cuanto explotó el caso Negreira, vio la oportunidad de atacarle personalmente por la omisión de denunciar los pagos al ex-árbitro, lo que en sí mismo también implica que la propia RFEF admite que uno de sus estamentos, el Comité Nacional de Árbitros, podía haber actuado bajo la sombra de la corrupción. Lo que finalmente también extraña es que desde el aparato legal de Laporta también se haya estimulado a la Federación de Pedro Rocha, que no deja de ser un soldado del ex-presidente ya dimitido, a seguir persistiendo en implicar a Albert Soler por esa derivada laportista de vengar a Rubiales, lo que por su parte también conduce a reconocer los pagos como delito, pues ésta es la principal base de la acusación de la RFEF. En el caso Nagreira, realmente, Laporta no sabe dónde situarse, siendo uno de los ‘demonios’ que quiere aparecer como ‘ángel’.

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